Mientras observaba el patinaje artístico de los Juegos Olímpicos de Invierno en Sochi este año, me coloqué en mi postura habitual, sentada en el borde del sofá, con los ojos pegados a la patinadora y con el corazón palpitante. Me encanta la belleza y la gracia con la que los atletas se desempeñan. Pero mi corazón se detiene por un segundo mientras se preparaban para saltar. En ese momento, contengo la respiración y me pregunto, “¿Lo lograrán o van a caer? Y si se caen, ¿cómo se van a recuperar?”
Hay un viejo proverbio japonés que dice: “Cae siete veces, levántate ocho”. Se refiere a demostrar fortaleza durante las pruebas de la vida. Tiene el propósito de ser un estímulo para nosotros, no importa cuántas veces podríamos fracasar en una tarea, tengamos la fuerza para levantarnos y volver a intentarlo. Tenemos un dicho similar en el mundo occidental “vuelve a montar al caballo que te tiró”. No importa cómo lo digan, las palabras tienen el propósito de inspirar a nunca darse por vencido, sobre todo si la meta hacia la que se está trabajando es admirable.
Pero incluso los patinadores olímpicos deben sentirse desanimados después de una caída dolorosa y perjudicial. Y sin embargo, terminan su rutina con dignidad y se ponen de pie nuevamente en el hielo al día siguiente para practicar. Imagínese si, después de su séptima caída en los entrenamientos, decidieran rendirse. Ellos nunca llegarían conocer sus verdaderas habilidades como patinadores. Nosotros nunca los conoceríamos por los juegos olímpicos en los que están.
El presidente Dieter F. Uchtdorf, Segundo Consejero de la Primera Presidencia de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, dijo: “A nadie le gusta fallar … Todos queremos ser respetados y estimados. Queremos ser campeones. Pero nosotros los mortales no nos convertimos en campeones sin esfuerzo y disciplina o sin cometer errores “.(“¡Usted puede hacerlo ahora!“ por el presidente Dieter F. Uchtdorf 10 2013)
“Nuestro destino no está determinado por el número de veces que tropezamos, sino por el número de veces que nos levantamos, que nos sacudimos el polvo y seguimos adelante”.(“¡Usted puede hacerlo ahora!“ por el presidente Dieter F. Uchtdorf 10 2013)
Puede que no seamos atletas olímpicos, pero es seguro decir que tenemos metas olímpicas en nuestra vida espiritual. Tal vez nos esforzamos por la felicidad de nuestra familia, sólo un día en que todo sale bien; no hay peleas, no hay sentimientos heridos, no hay malentendidos, hay armonía en la familia. Hacemos todo lo posible para construir una atmósfera de amor en nuestros hogares, sólo para encontrar tensión y conflictos en la puerta, haciendo todo lo posible para derribar nuestros sueños.
Tal vez nos esforzamos por acercarnos más al Salvador en nuestra vida personal. Podemos ponernos la meta de leer nuestras escrituras de nuevo en la forma en que solíamos hacerlo, cuando nuestros testimonios fueron encendidos por el espíritu del Señor. Tal vez nos decidimos a orar de nuevo en la forma en que solíamos hacerlo, con un corazón quebrantado y un espíritu contrito, deseando sentir al Salvador envolviéndonos con Sus brazos. Tal vez decidimos que hoy es el día para ir a la iglesia de nuevo y tomar el sacramento. Pero las dudas de nuestra propio dignidad se ponen en el camino de nuestro progreso y bloquean la mano espiritual que se estira para ayudarnos a subir.
O tal vez estamos haciendo todas estas cosas, tomando las caídas habituales con dignidad como lo hacen los patinadores y levantándonos otra vez, pero algo más falta. Salir de nuestra zona de confort. Tal vez los objetivos de tener más una mentalidad misionera, ser más dignos del templo, o más orientados al servicio, han sido un peso demasiado grande sobre nuestros hombros. Tal vez representan unos actos de fe demasiado ambiciosos para que nosotros los dominemos, como un salto de cuádruple combinación que está tan fuera de nuestro alcance para obtener la medalla de oro. Tal vez pensamos que no vale la pena la caída.
Confiar y depender de la promesa de Dios.
Somos hijos e hijas amados de nuestro Padre Celestial .Él nos ama, no importa cuántas veces nosotros caigamos. Él prometió nunca dejarnos, y no ha fallado aún a esa promesa. Cuando nos levantamos cada mañana con este conocimiento, esta comprensión de lo preciosos que somos para Él, es como si nos estuviéramos levantando a nosotros mismos de las caídas, las dudas, los miedos y las desilusiones de ayer. Comenzamos nuestro día de pie en la luz, de pie en la verdad, de pie y de la mano de nuestro Salvador.
Jesús modeló los dones espirituales.
Piense en la historia de Cristo levantando a la hija de Jairo de la cama. Ella fue considerada muerta, pero Él vino a su lado. Con el poder y la autoridad que poseía como Hijo de Dios, la levantó de los muertos. ¿No es este el ejemplo perfecto de nuestra relación con Cristo en nuestro camino espiritual? ¿Él no llega hasta nosotros todos los días, cada hora, y dice “toma mi mano, levántate”? Si buscamos en lo profundo de nuestras almas, si escuchamos la voz suave, vamos a escuchar su voz. Si miramos con nuestros ojos espirituales, vamos a ver su mano. Si confiamos con nuestro corazón espiritual nos levantaremos de nuevo, tomaremos otro día.
“Habrá momentos en los que piensen que no pueden continuar. Confíen en el Salvador y Su amor. Con fe en el Señor Jesucristo y el poder y la esperanza del Evangelio restaurado, serán capaces de caminar erguidos y continuar”. (“¡Usted puede hacerlo ahora!” Presidente Dieter F. Uchtdorf, octubre de 2013)
La caída es parte de nuestra experiencia humana. Es lo que nos ayuda a crecer. Nuestro Padre Celestial ve al atleta olímpico espiritual en cada uno de nosotros. ¡Levántense! Dejen que la expiación reconfigure el camino correcto. Luego, sigan los pasos de nuestro Salvador. Él lidera el camino hacia un futuro glorioso, un futuro que es nuestro para reclamar, un paso a la vez.
Resumen
Nombre del artículo
Superar las pruebas: Caer siete veces, levantarse ocho
Autor
Nanette O’Neal
Descripción
Los patinadores olímpicos tienen la clave para la superación de nuestras pruebas y el logro de los objetivos: cada vez que fracases … levántate y vuelve a intentarlo.
Nanette ONeal
Nanette O’Neal ha sido una miembro activo de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días desde su conversión en 1989. Ella vive en New Jersey como esposa y madre, autora y músico.