Cinco pasos que te ayudarán a lidiar con la ira las discusiones en tu matrimonio. “Sé por experiencia propia que estos pasos son principios verdaderos.”
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Pregunta:
Mi esposo tiene un carácter terrible. Cuando se enoja es muy condescendiente; me grita, me insulta y me culpa por todo.
He intentado defenderme, he intentado hablar con calma y no sirve, así que ahora simplemente lo ignoro. No respondo ¿Por qué lo haría si lo que digo simplemente lo hace enojar? Por otra parte, el silencio también lo vuelve loco. No sé que hacer.
Respuesta:
Gracias por escribirnos. Me imagino que parece que todo lo que haces está “mal” y que tus manos están atadas. Tu esposo parece luchar con la responsabilidad y el expresar dolor, la frustración y el ser abrumado en formas distintas a la ira. Eso es, lamentablemente, algo demasiado común.
Tu respuesta de ignorarlo porque no sabes qué más hacer es natural, pero tal como lo has señalado, no está cambiando nada.
En un conflicto, las personas tienden a continuar la discusión o a retirarse de ella, a atacar o evitar lo que fuere. Sabemos que la contención no es de Dios (3 Nefi 11:29), pero es importante recordar que Jesús no se alejaba de un conflicto.
Él decía lo que pensaba y hacia responsables a las personas. Hay una manera saludable de lidiar con el conflicto y las discusiones para que puedas acercarte más a tu cónyuge en ves de alejarte.
En lo que he podido aprender y leer, todo puede reducirse a cinco pasos.
Paso uno: Reconoce los signos corporales de la ira en tu cuerpo.
Todos nosotros nos enojamos, y a veces nuestra ira se nos puede salir de las manos. Decimos y hacemos cosas de las que nos arrepentimos más tarde o nos aislamos y alejamos a los demás; ninguno de estos caminos nos ayuda a obtener la cercanía que queremos.
Nuestros cuerpos realmente nos advierten si es que esto está a punto de ocurrir con signos como un ritmo cardíaco acelerado, sensación de “calor” (Éxodo 32:19), respiración entrecortada, puños y mandíbulas apretados, entre otros.
¿Cómo tu cuerpo te hace saber que estás enojado? Presta atención, porque esa es tu señal para dar el paso número dos.
Paso Dos: Detente y cálmate.
Haz ejercicio. Escucha música que te relaje. Toma una ducha caliente. Medita. Lo más efectivo es tomar respiraciones lentas y profundas; esto aumentará el flujo de sangre y el oxígeno a tu cerebro, lo que te ayudará a pensar con mayor claridad. Lo más importante es orar ferviente y sinceramente para que tu ira se disipe, tal como lo hizo Nefi (2 Nefi 4:27-31).
Paso tres: Identificar la emoción de vulnerabilidad detrás de la ira.
Toda ira es en realidad una emoción de vulnerabilidad disfrazada. Si alguien te insulta, detrás de la ira, te sientes herido.
Si tu hijo adolescente llega a casa tres horas después de la hora asignada, detrás de tu ira está el miedo y la preocupación que sientes. Si alguien te reprime públicamente, detrás de tu ira sientes vergüenza.
En lugar de sólo reconocer el enojo, cálmate y pregúntate qué es lo que estás sintiendo realmente.
Paso cuatro: Ponte en los zapatos de la otra persona.
Cuando estoy molesto, estoy 100% seguro de que yo tengo la razón y que la otra persona está equivocada. Sólo después de calmarme (Paso Dos) puedo empezar a ver las cosas desde su punto de vista. A menudo me doy cuenta de que he cometido errores que debo corregir y pedir disculpas.
Es importante darse cuenta de que la conducta de todos tiene sentido para ellos, por lo que si creo que alguien es un tonto o irracional, a menudo significa que no estoy tratando de entender su perspectiva. Si es que no estoy de acuerdo con esa persona, y no puedo tolerar sus palabras o comportamiento, siempre puedo tratar de ver las emociones que pueden estar experimentando.
Recuerda las palabras del himno: “Yo a nadie juzgaré; es imperfecto mi entender; en el corazón se esconden penas que no puedo ver. Yo a nadie juzgaré; Señor, yo te seguiré” (Himno # 220).
Quinto paso: Con calma expresa los pasos cuatro y tres.
Dile a la otra persona cómo te imaginas que es lo que siente sin decirle que sabes por lo que está pasando. “Me imagino como te sientes…” o “Si fuera yo, me sentiría…” Son buenas maneras de comenzar.
Cuando vean que intentas comprender lo que sienten a menudo se calman y comparten más de lo que les sucede. Escucha para poder entender, no para refutar o agregar comentarios negativos.
Confía en ellos con tu propia emoción de vulnerabilidad en lugar de manipularlos con la ira; el dejarles saber que estás herida, asustada, triste o avergonzada a menudo los acerca a ti, mientras que el expresar ira siempre los aleja o los provoca a pelear.
“La blanda respuesta quita la ira, mas la palabra áspera hace subir el furor.” (Proverbios 15:1).
Sé por experiencia propia que estos pasos son principios verdaderos. Los he visto trabajar en mi matrimonio y en los matrimonios y relaciones familiares de mis pacientes. Practicarlas tiende a aumentar un entendimiento mutuo, disipa el espíritu de contención e invita al Espíritu del Señor.
Espero que te haya ayudado. Que Dios te bendiga.
Este artículo fue escrito originalmente por Jonathan Decker y fue publicado originalmente por ldsliving.com bajo el título “Ask a Latter-day Saint Therapist: How Do I Deal with Anger and Yelling in My Marriage?”