Tener un testimonio no garantiza una conversión. He conocido a personas quienes oraron para saber si la Iglesia era verdadera, recibieron la respuesta afirmativa, y luego se alejaron de ella sin miedo o con falta de voluntad para cambiar o comprometerse. En mi propio proceso de conversión, inicialmente tenía miedo de hacer una elección final sobre a cuál iglesia unirme, después de muchos años de buscar. Es un asunto de temor encontrar la iglesia verdadera, aun cuando le haya llevado mucho tiempo encontrarla, porque ésta luego requiere mucho de usted. Solamente después, usted entiende que lo que recibe es tanto más que lo que da.
“El Presidente Marion G. Romney (1897-1988), entonces un miembro del Quórum de los Doce Apóstoles, enseñó que una persona que tiene un testimonio puede también no estar convertida. Las dos cosas no son necesariamente lo mismo. Dijo que un testimonio es un testigo del Espíritu dado cuando a una persona se le enseña el Evangelio. Y luego si la persona responde a esa experiencia, éste causa que la persona se arrepienta y obedezca los mandamientos y así ser bautizada. La conversión, por otro lado, significa saber que sus pecados han sido perdonados y su espíritu sanado. El dijo que una persona sabría si está convertida por cómo se siente (Véase Conference Report, octubre 1963,24).”
Aunque el sacrificio del Salvador es lo que nos da vida después de la muerte, y hace posible que nosotros regresemos a nuestro Padre Celestial, debemos hacer nuestra parte también si queremos las bendiciones completas prometidas a nosotros. Todos reciben el don de la expiación del Salvador. ¿Qué damos a cambio? ¿Puede acaso uno estar verdaderamente convertido y de ahí casualmente vivir una vida alejada de aquella que el Señor nos ha pedido vivir?
Lucas 6:46 ¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?
Un niño pequeño puede tocar una estufa caliente una o dos veces, porque todavía no entiende verdaderamente que le puede dañar. Sin embargo, eventualmente él obtiene un “testimonio” de que el tocar una estufa caliente es bastante doloroso. Una vez que esto ocurre, él realmente cree que será más feliz si no la toca, así que él nunca más lo vuelve hacer intencionalmente. Una niña quien repentinamente descubre el gozo de la lectura, leerá a menudo. Antes de que ella se de cuenta que la lectura es un gozo, no se molesta en leer a menos que alguien la haga leer.
De la misma manera, cuando sabemos – verdaderamente sabemos – que Dios nos ama y tenemos un testimonio de ese amor, queremos hacer lo correcto. Podemos resbalarnos aquí y allá – aún como adultos podemos tocar estufas calientes u olvidar leer por un rato – pero en general, tomamos las decisiones correctas porque no sólo tenemos un testimonio, sino que estamos convertidos. El Presidente Harold B. Lee dijo, “Como se puede ver, uno está convertido cuando ve con sus ojos lo que debe ver; cuando oye con sus oídos lo que debe oír; y cuando entiende con su corazón lo que debe entender. Y lo que debe ver, oír, y entender es verdad – verdad eterna – y entonces lo practica. Eso es la conversión.” (Stand Ye in Holy Places, Salt Lake City: Deseret Book Co., 1974, página. 92.)
Por Terrie Lynn Bittner el 14 de febrero de 2008.