Nota del editor: Esta historia es mucho más que una reunión entre abuelo y nieta. Es un momento donde la fe, el amor familiar y el servicio misional se entrelazan en una escena tan sencilla como sagrada para la familia Eyring.
A veces, antes de iniciar una gran misión, Dios nos regala un momento especial.
Y para la hermana Christina Eyring, ese momento llegó por correo electrónico.
A solo unos días de salir al campo misional rumbo a Barcelona, España, Christina —quien se encontraba estudiando en el Centro de Capacitación Misional de Provo (CCM)— recibió una inesperada noticia:
su abuelo, el presidente Henry B. Eyring, segundo consejero de la Primera Presidencia, estaría en el CCM para hablar en el seminario de nuevos líderes misionales.
Y quería verla.
Una decisión inspirada… desde la infancia
Christina es la menor de los nueve hijos de Stuart y Carol Eyring. También es la novena misionera de su familia.
Pero su decisión de servir no fue solo por tradición familiar, sino por testimonio.
“Mi abuelo tuvo un gran impacto en mi decisión de servir una misión”, comentó.
“Desde pequeña, en las noches de hogar con mis abuelos, sentía el amor que él tiene por Jesucristo y cómo ese amor nos llenaba al testificar del Evangelio”.
Esa influencia —constante, tierna y espiritual— encendió en su corazón el deseo de compartir la luz del Salvador.

Un encuentro que no necesitó muchas palabras
El breve reencuentro entre Christina y el presidente Eyring fue cálido y sencillo.
Ella compartió con entusiasmo algunas frases en español que ha aprendido en el CCM, y su abuelo le respondió con palabras en español, entre sonrisas y cariño.
El martes 24 de junio, Christina partirá a su misión. Curiosamente, ese mismo día su hermano mayor, el élder Zachary Eyring, regresa de su servicio misional en Curitiba, Brasil.
Ambos tendrán una escala en el aeropuerto de Atlanta, Georgia, y Christina sueña con cruzarse allí con su hermano. Una despedida y una bienvenida… en tierra de tránsito.
“Cinco semanas se sienten como una eternidad”, le dijo Christina a su abuelo.
“Es bueno verte”.
El mismo mensaje para ella… y para todos

Minutos después de despedirse de su nieta, el presidente Eyring se dirigió a los nuevos líderes misionales reunidos en el seminario.
Y lo que dijo fue, en esencia, el mismo mensaje que siempre ha transmitido a su familia:
“Les doy mi promesa de que el Señor recompensará su fe y bendecirá su ministerio”.
En medio de agendas ocupadas, discursos y grandes eventos, este pequeño encuentro familiar nos recuerda que el Evangelio es, ante todo, una historia de relaciones eternas. Y que una misión no comienza con un vuelo, sino con el deseo de compartir lo que más amamos: el amor de Jesucristo.
Fuente: Church News
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