Por Daniel Peterson para Deseret News y traducido por Eduardo Ortiz para Mormonsud.Org
Aún antes de la publicación del Libro de Mormón en 1830, la mayoría de la gente sabía qué esperar de José Smith. Y las opiniones no cambiaron después de su publicación.
Cuando Samuel Smith le dió una copia en el verano de 1830, el predicador metodista John P. Greene rápidamente lo calificó como una “fábula sin sentido”.
En el primer aniversario de la Iglesia de los Santos de los Últimos Días – 6 de Abril de 1831 – los editores de Brockport prensa libre (Nueva York) dijeron que el Libro de Mormón era “fantasías de duendes y pesadillas”. El libro es “una torpe y estúpida producción” dijo el Herald Religious en 1840. Y en 1841 John W. Barber y Henry Howe lo describieron como “un montón de palabras sin sentido ni planificación alguna. De hecho es una producción que se puede esperar de las habilidades y el estado mental de Smith”.
En 1842, Daniel Kidder lo percibió como “una mezcla de incoherencias absurdas”, y J.B. Turner lo llamó “un manojo de sin sentidos”. En 1930, el crítico literario Bernard DeVoto declaró como “una fermentación de la levadura, sin forma, sin rumbo e inconcebiblemente absurdo”.
La mayoría, aunque no todas, de las primeras reacciones del Libro de Mormón citadas arriba son discutidas en libro de Jeremy Chantelain: “The Coming Forth of The Book of Mormon: A Marvelous Work and Wonder”. (El Libro de Mormón sale a la luz: una obra maravillosa y un prodigio).
Sin embargo, desde el comienzo, otros respondieron diferente, y el libro de Mormón ha sido clasificado entre los libros más influyentes de la historia americana. El investigador religioso Solomon Chamberlain de principios del siglo 19 dijo que simplemente escuchar la frase “Biblia Dorada”, le hacía sentir que “había un poder como electricidad que iba desde la parte arriba de mi cabeza hasta la punta de mis dedos. El Señor me reveló por la obra y gracia del Espíritu Santo que esta era la obra que había estado buscando”.
Parley Pratt escribió de su propia experiencia, “Mientras leía, el espíritu del Señor vino sobre mí, y supe y comprendí que el libro era verdadero, tan plenamente como un hombre comprende y sabe que el existe”.
La esposa de John Greene, Rhoda, lo convenció de darle otra oportunidad al libro, y entre su bautismo en 1832 y su muerte en 1844, él sirvió en 11 misiones para la iglesia restaurada. Esa misma copia del libro de Mormón trajo a Heber C. Kimball un futuro apóstol y consejero de la Primera Presidencia al mormonismo junto con sus jóvenes hermanos – Phineas, Lorenzo, Joseph y Brigham. Después de estudiarlo cuidadosamente por dos años, Brigham recordó, “yo sabía que era verdadero, tan bien como sabía que podía ver con mis ojos, o sentir por el toque de mis dedos…”
El libro de Mormón ha demostrado que no es cualquier “sin sentido” o “sin rumbo”. (según el libro de Grant Hardy- Oxford “Entendiendo el Libro de Mormón: La guía del Lector” que ha destruido lo dicho una vez más.) De hecho, muchos críticos han encontrado defectos en el Libro de Mormón y no por lo que realmente es, sino por lo que asumen que inevitablemente debe ser.
Como el sociólogo Católico Thomas O’Dea pronunció en 1957, “El Libro de Mormón no ha sido considerado universalmente por sus críticos como uno de esos libros que deben ser leídos para tener una opinión de él”
“Es sorprendentemente un gran libro”, remarcó Hugh Nibley. Como la obra de todo impostor debería tener inevitablemente todas las marcas de fraude. Debería ser pobremente organizado, superficial, irregular y poco original. Debería desplegar un vocabulario pretencioso (El Libro de Mormón utiliza sólo 3000 palabras), personajes exagerados, situaciones melodramáticas, descripciones llamativas y exageradas y dicción grandilocuente”. Sin embargo, Nibley continua, “ya sea que uno crea la historia o no, el crítico más estricto del Libro de Mormón, si lee el libro con cuidado absoluto, debe reconocer que es exactamente lo contrario… Es cuidadosamente organizado, específico, sobrio, fáctico y perfectamente consistente”.
Aunque fue redactado en el siglo 19, según el ganador del premio Pulitzer Daniel Walker Howe, “el Libro de Mormón debería de calificarse dentro de los grandes logros de la literatura estadounidense”.