Yo estaba esperando un transporte en el centro de Salt Lake, directamente cruzando la calle de la Manzana del Templo. En lugar de permitirme impacientarme después de 15 minutos de mirar a la gente en la calle, decidí sacar mi Libro de Mormón en miniatura. Nada puede infundir un poco de paciencia y paz en tu vida como volverte a las escrituras.
Había leído sólo algunos versículos cuando un desconocido se acercó a mí, preguntando qué estaba leyendo. Como una persona que a menudo le saca el jugo al estudio de las escrituras en el transporte público o las pausas de almuerzo, yo estaba acostumbrado a la pregunta. De hecho, había generado muchas conversaciones interesantes.
“El Libro de Mormón“, respondí simplemente. Por lo general, la gente responde con un “oh” educado y luego pasa a un nuevo tema de conversación. Ocasionalmente, alguien usará esto como punto de partida para decirme cuánto aman las escrituras, su propia religión o a los mormones. Algunas personas hacen preguntas de seguimiento.
Pero este hombre me tomó completamente desprevenido.
“¿De verdad crees en esa basura?” -preguntó con evidente disgusto. (Divulgación total, él no usó realmente la palabra “basura.” Él utilizó un palabrota mucho más áspera que no repetiré, pero eso es otro punto).
Yo ya estaba metido en esta conversación más profunda de lo que quería que fuera, por lo que todo lo que podía reunir como respuesta, fue la verdad. – En realidad, sí.
Temía saber exactamente a dónde se dirigía esta conversación, y no me gustó el resultado.
El desconocido comenzó a contarme todas las razones por las que no debía creer en el Mormonismo, y estaba claro que estaba familiarizado con sus enseñanzas. Me sobrecogí por la idea de la confrontación, pero algo inusual ocurrió. Empecé a escuchar a este extraño, no con la intención de dejar en claro la religión que escogí para mí mismo, sino porque quería entender su perspectiva. Quería que supiera que lo habían escuchado.
Al hacer esto, la conversación de repente se hizo natural, intuitiva, fácil.
El extraño empezó a decirme cómo mis creencias me impiden comprender que no hay nada más que vaguedad negra en el otro mundo. No hay tal cosa como el reino celestial, sólo la oscuridad exterior y la nada para todos nosotros, y esas mentiras sobre una vida más grande me estaban alejando de la verdadera felicidad ahora.
Pero cuando el hombre me preguntó si yo era genuinamente feliz, en ese momento podía decir sin reservas, “sí“. Y una gran parte de esa felicidad resulta de mis creencias espirituales y la esperanza, el significado y la luz que traen a mi vida. “Me trae la felicidad y el consuelo de creer en una próxima vida porque entonces sé que los seres queridos que han muerto, mi hermana y mis abuelos, los voy a volver a ver y estar con ellos“, agregué.
“No debes aferrarte al pasado“, respondió. “Olvídate de ellos, encuentra la felicidad ahora”.
Fue en ese momento, mientras alguien me estaba probando en todo lo que pensaba que sabía, fue que realmente comprendí. El evangelio y el recuerdo de mis seres queridos, esas cosas me trajeron una indescriptible alegría – aquí y ahora. “Incluso si llegamos a la próxima vida y por casualidad resulta que estés en lo correcto”, le dije, “No me arrepentiré por un segundo de lo que creo ahora. Esa esperanza y esas ideas, eso es lo que me hace feliz”.
Hablamos unos minutos más, y lo que más me sorprendió fue que esta persona que al principio parecía beligerante, descuidada y amenazadora acabó por enseñarme una profunda verdad: “No esperes ser feliz. Necesitas construir el cielo aquí y ahora, no te preocupes tanto de lo que tienes que hacer. Encuentra la felicidad ahora”.
Necesitaba oír esas palabras exactamente en ese momento. Esa semana me había dejado estar tan envuelto y consumido en mi lista de tareas, había olvidado todo el propósito detrás de esas tareas y nuestra existencia:
“Existen los hombres para que tengan gozo“.
Ser feliz aquí y ahora
Si bien es ingenuo pensar que estaremos dichosamente felices cada momento de cada día, a menudo me veo envuelt0 tanto en la minucia de la vida y toda la recolección de reglas culturales que los mormones a menudo se imponen a sí mismos, que me olvido de los mandamientos importantes. ¿Cuándo fue la última vez que me di tiempo de amar a Dios, amar a los demás, amarme a mí mismo y amar la vida que Dios me ha dado?
Creo firmemente que el cielo es lo que hacemos de él. Si no podemos encontrar la felicidad ahora con todas las bendiciones que Dios nos ha dado, entonces todas las bendiciones en el cielo no marcarán la diferencia. La gracia, los dones de Dios y la alegría en el evangelio vienen cuando aprendemos a apreciar verdaderamente los pequeños momentos que a menudo damos por sentados.
Aquí y ahora es un milagro. Aquí y ahora puede ser el cielo, siempre y cuando estés dispuesto a hacerlo de esa manera.
Y pensar que aprendí todo esto acerca de mi propia fe por un hombre que odia mi fe. Pensar que si me hubiera dado la vuelta, rechazado o negado a escuchar, habría perdido este divino mensaje que mi Padre Celestial me estaba enseñando a través de uno de los ángeles más poco convencionales que he conocido.
Este artículo fue escrito originalmente por Danielle B. Wagner y fue publicado en ldsliving.com, con el título The Bizarre but Incredible Thing That Happened After a Stranger Called My Book of Mormon “Trash” Español © 2017 LDS Living, A Division of Deseret Book Company | English © 2017 LDS Living, A Division of Deseret Book Company