En los primeros días del ministerio de Cristo, el evangelio sólo fue predicado a los judíos. Los judíos y los gentiles generalmente no se llevaban bien y, de hecho, era ilegal para ellos pasar juntos el tiempo. Jesús dijo que el evangelio debía llegar a todos los hombres, pero los apóstoles no entendían por completo esto y continuaron, aún después de la muerte de Jesús, predicando sólo a los judíos.
Dios decidió ponerle un alto a este problema y la Biblia nos cuenta una historia fascinante y esclarecedora acerca de cómo sucedió. Puso en marcha dos eventos distintos en dos lugares distintos. Primero, fue con un hombre llamado Cornelio. Cornelio era un gentil, pero era incluso mucho más querido por los judíos. Era muy espiritual y muy amable, conocido por sus obras de cuidado a los pobres. Dios envió a un ángel a decirle a Cornelio que enviara tres hombres a Pedro, que había sido apóstol de Jesús. Debían invitar a Pedro a venir y enseñarles. El ángel le dijo a Cornelio que Dios conocía su bondad y que Dios quería que él oyera el mensaje de Pedro.
Luego, Dios inspiró a Pedro a ir a la azotea de la casa que estaba visitando. Aunque Pedro esperaba la cena decidió predicar. Durante la oración recibió una visión en la que caía una sábana que contenía una variedad de animales para comer. Pedro estaba muy hambriento, pero estos eran todos los animales declarados impuros por la ley de Moisés, Pedro fielmente guardaba la ley de Moisés y por eso, cuando lo invitaron a comer, rechazó la invitación, diciendo que no comía cosas impuras y comunes. El Señor le dijo a Pedro: “Lo que Dios ha limpiado, no lo llames tú inmundo”:
Pedro estaba desconcertado sobre qué se suponía que significaba esta visión. Luego los tres hombres de la casa de Cornelio llegaron y entregaron el mensaje. Pedro fue con ellos hasta Cornelio, quien estaba tan emocionado por la visita que había reunido a sus amigos y familiares para escuchar lo que sea que Pedro les enseñara. Cuando Pedro llegó, Cornelio se inclinó ante él, pero Pedro le pidió que se levantara, diciendo que nunca debía adorar a un simple hombre. Pedro preguntó por qué Cornelio deseaba verlo y los gentiles le explicaron acerca de la visita del ángel.
De pronto, Pedro comprendió el significado de la visión que había tenido. No se trataba de la comida, era acerca de cómo Dios veía a todos Sus hijos, no sólo a los pocos escogidos. Él comprendió que Dios quería que el evangelio fuera predicado al mundo entero, no sólo a los judíos, ya que todas las personas eran dignas de respeto. “Vosotros sabéis que está prohibido para un varón judío juntarse con un extranjero o acercarse a él, pero Dios me ha mostrado que a ningún hombre llame común o inmundo”, Después, Pedro declaró, “En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas”.
Esta historia nos recuerda que todos somos hijos de Dios y todos somos amados. No importa en qué país vivamos, de qué raza seamos, de qué género seamos. Él nos ama y tiene planes para cada uno de nosotros.
Cuando José Smith, el primer profeta de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (el verdadero nombre de la iglesia a la que pertenecen los mormones), postuló a la presidencia de los Estados Unidos, lo hizo sobre una posición controversial en contra de la esclavitud. Él escribió:
“The Declaration of Independence ‘holds these truths to be self-evident, that all men are created equal; that they are endowed by their Creator with certain unalienable rights; that among these are life, liberty, and the pursuit of happiness;’ but at the same time some two or three millions of people are held as slaves for life, because the spirit in them is covered with a darker skin.”
“La Declaración de la Independencia tiene estas verdades para ser puestas en manifiesto, que todos los hombres son creados iguales: que ellos son dotados por su Creador con ciertos derechos inalienables; que entre éstos esta la vida, la libertad, y la búsqueda de la felicidad, pero, al mismo tiempo, unos dos o tres millones de personas son tenidos como esclavos de por vida, a causa de que el espíritu en ellos se cubre con una piel más oscura”.
A diferencia de muchas iglesias de la época, los mormones nunca han tenido congregaciones separadas. Los miembros de la Iglesia blancos y negros adoraban juntos. Nunca se les enseñó que la esclavitud era una enseñanza de la Biblia y que era aprobada por Dios, aunque era una creencia común entre algunas religiones.
Esta posición llevaría al incremento de la persecución cuando vivían en estados donde se estaba decidiendo el destino de la esclavitud. Se temía que votaran como un conjunto en contra de la esclavitud. José era conocido por su falta de racismo en una época cuando incluso aquellos que se oponían a la esclavitud eran a menudo racistas. Cuando la adolescente Jane Manning guió a un grupo de negros libres a Nauvoo siguiendo su conversión al mormonismo, la esposa de José Smith, Emma, vio al grupo llegando a su casa. Habían sido enviados allí luego de su llegada a la ciudad donde vivían los mormones. Ella los invitó a pasar y, como era la hora de la cena, José Smith agregó sillas a la mesa para que el grupo se uniera a ellos en su merienda, un hecho en gran medida sin precedentes en ese tiempo. Él le pidió a Jane que compartiera la historia de su conversión y su viaje, en el que se les había negado el pasaje de tren (probablemente debido a su raza) y habían sido arrestados bajo la sospecha de ser esclavos en fuga. José los invitó a quedarse con él y su familia hasta que encontraran hogar y trabajo. Todos excepto Jane encontraron hogar y trabajo entre los demás establecimientos mormones rápidamente. Cuando los Smith encontraron a Jane llorando porque no había tenido éxito, la invitaron a vivir con ellos permanentemente y le dieron empleo trabajando para ellos. Cuando José Smith fue asesinado, Jane se mudó al hogar de Brigham Young, donde ella y su nuevo esposo fueron rápidamente contratados. Finalmente, ella y su esposo obtuvieron su propia casa y cuando Jane se encontró como madre soltera, se mantuvo a sí misma por medio del autoempleo. A la muerte de Jane, el profeta de la época, Joseph F. Smith personalmente habló en su funeral. Ella obtuvo gran fama por su profundo nivel de servicio a la iglesia y a los demás, compartiendo su comida y suministros con sus amigos aun cuando apenas había suficiente para su propia familia.
José Smith llamó a los hombres negros a poseer el sacerdocio. Durante el tiempo de Brigham Young, esto fue descontinuado. Sin embargo, no se ha encontrado ningún registro escrito que explique por qué esta práctica fue cambiada. Investigación extensiva sobre esto ha revelado que el cambio empezó con Brigham Young, pero no revela que había detrás. Los mormones creen que Dios continúa hablando con nosotros y envía profetas para guiarnos. Las prácticas y doctrinas importantes no pueden ser cambiadas excepto por medio de revelación. En la década de 1970, Spencer W. Kimball, luego de largos meses de súplica a Dios, finalmente recibió la revelación requerida para restaurar el sacerdocio a todos los hombres dignos. Aunque siempre ha habido algunos, incluyendo líderes, que tratan de averiguar por qué ocurrió esta exclusión del sacerdocio, estas opiniones son simples opiniones y no tienen base doctrinal o fáctica. Los mormones creen que cuando no tenemos revelación específica, somos libres de usar nuestro intelecto para tomar decisiones. Sin embargo, estas razones nunca fueron canonizadas y no tienen bases en hechos.
Recientemente la Iglesia emitió una declaración con respecto a este tema que incluye lo siguiente:
“La Iglesia condena inequívocamente el racismo, incluyendo cualquier y toda forma de racismo más allá de los individuos, tanto dentro como fuera de la Iglesia. En 2006, el entonces presidente de la Iglesia, Gordon B. Hinckley dijo que “ningún hombre que hace comentarios despectivos sobre los de otra raza se puede considerar a sí mismo un verdadero discípulo de Cristo. Tampoco puede considerarse a sí mismo para estar en armonía con las enseñanzas de la Iglesia. Pongámonos todos a reconocer que cada uno de nosotros es un hijo o una hija de nuestro Padre Celestial, que ama a todos Sus hijos” (Ver Raza y la Iglesia: Todos son Iguales ante Dios).
Este ha sido un tema de larga trayectoria entre los mormones. Lean el discurso de 1979 de Howard W. Hunter sobre este tema.