Una pareja de Santos de los Últimos Día donó 149 primeras ediciones del Libro de Mormón en diferentes idiomas a la Biblioteca de BYU
“Fue realmente una coincidencia extraordinaria”, recordó Carolyn Potter Ingersoll de ese afortunado primer hallazgo.
Ella y su esposo, William Boley Ingersoll, se dirigieron a Baltimore con algunos amigos una tarde en la década de 1970 en busca de muebles antiguos.
Ellos no estaban entre los mejores coleccionistas privados de ediciones raras del Libro de Mormón, pero la tienda de antigüedades tenía una exhibición de libros.
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“Un amigo nuestro mencionó que un pariente suyo había encontrado una copia original del Libro de Mormón, y que sería bueno encontrarlo en un lugar como este. Ni bien terminó de hablar, me di la vuelta y vi un Libro de Mormón”, dijo William
Los Ingersoll compraron la primera edición de 1830 por 6,000 dólares, fue una ganga, y William quedó muy emocionado. Eventualmente, comenzarían una colección que muchos coleccionistas profesionales envidiarían, obteniendo no solo varias copias de la edición de 1830 sino también las primeras ediciones del Libro de Mormón en sus 149 traducciones a otros idiomas.
Recientemente, los Ingersoll donaron la colección al departamento de Colecciones Especiales de L. Tom Perry de la Biblioteca Harold B. Lee de BYU.
Una obra de fe y sacrificio
“Pensé que sería algo bueno para nuestros hijos”, expresó William.
Los dos graduados de BYU vivían en el área de Washington, DC, cuando encontraron su primera edición original. Ambos habían empezado a sentir un profundo amor por el Libro de Mormón desde que eran adolescentes, y decidieron continuar recolectando ediciones del Libros para sus hijos.
De hecho, sus hijos eran casi adultos cuando su colección empezó a crecer. Después de ese descubrimiento fortuito en Baltimore, les “tomó probablemente entre 8 y 10 años obtener el segundo, y otros 10 años para obtener el tercero”, compartió William.
“Y los precios seguían subiendo y subiendo. Pero logramos obtener copias de la primera edición. Pensé: ‘Quizás deberíamos comenzar a recopilar las primeras ediciones en todos los idiomas’”.
William trabajó incansablemente en la pequeña red de personas que recopilan de forma privada objetos viejos de interés histórico, cultural o familiar. Finalmente, en la década de 1990, un vendedor de libros lo contactó con “Sam Weller’s Book” (ahora “Weller Book Works”) en Salt Lake City.
Sam Weller tenía una colección completa de primeras ediciones del Libro traducidas a otros idiomas.
“No teníamos una colección”, dijo Joan Nay, quien trabajó en “Sam Weller’s” durante 40 años. Ellos tenían libros en otros idiomas en la parte trasera (los clientes generalmente no estaban muy interesados), no era lucrativo para una pequeña empresa reunir conjuntos para luego venderlos.
Los planes cambiaron cuando Sam Weller adquirió inesperadamente una copia de la edición hawaiana casi mítica de 1855 del Libro de Mormón. Esa edición es la más escasa: algunos dicen que la mayoría de las copias perecieron en un incendio en un muelle de embarque, y otros creen que muchas de las copias impresas nunca fueron encuadernadas.
Recientemente, una sola copia se valoró en alrededor de 145 mil dólares.
Un día, alguien le vendió unos libros a Sam Weller, dentro de la caja donde estaban los libros, encontraron la primera edición hawaiana del Libro de Mormón.
“Sam nunca había tenido la oportunidad de comprar uno y cuando finalmente lo sostuvo en sus manos, lo miró por un largo tiempo”, recordó Nay
Sam Weller comenzó a ver un propósito en mantener juntas las ediciones traducidas.
“El aspecto importante de una colección como esta es que es te muestra la historia de cómo ha cambiado el programa misional de la Iglesia y el proceso de traducción”, dijo Nay.
Cada vez que la Iglesia comenzaba a hacer proselitismo en un nuevo país, explicó Nay, se empezaba traduciendo secciones cortas del Libro de Mormón.
“Debes determinar, ‘¿serán estas palabras significativas para estas personas, entenderán el contexto?’ Algunas de estas traducciones tomaron hasta 50 años en completarse, y hasta 1970 todas las traducciones fueron hechas por los misioneros y personas que conocían en el campo [misional]. El fortalecimiento de la fe y el sacrificio en ese proceso es casi tan importante como el libro mismo”.
Un tesoro familiar
Por años, cuando los misioneros iban a cenar a la casa de los Ingersoll, se deleitaban en llevarlos al estante del siglo XVIII, donde albergaban la colección. “Sus mandíbulas caían al suelo”, compartió William, “especialmente cuando vieron la edición de 1830”.
Al igual que los misioneros, Carolyn siempre ha apreciado mucho la edición original: “Sólo para conocer las manos que lo tocaron, desde el principio”, dijo. Los Ingersoll han obsequiado varias ediciones de 1830 a sus cuatro hijos y 10 nietos.
Es precisamente por el amor de su familia a la colección que los Ingersoll decidieron donarla a BYU.
“Podrán ver los frutos de su trabajo en su vida”, dijo su hija, Courtney Ingersoll DeMordaunt. “Sus nietos y bisnietos vendrán a ver esta colección”.
“Han ejemplificado una vida de servicio, y este es solo otro ejemplo de ello”, agregó el esposo de Courtney, Lorin DeMordaunt.
Para Carolyn, es simple: “Si lo tienen en BYU, podrán usarse. Verdaderamente tendrá una nueva vida”.
Una bendición por generaciones
“Esta no es una colección de trofeos”, dijo Greg Seppi, bibliotecario asistente de BYU y curador de “Mormón y Western Americana” que ayudó a organizar la donación. “Estos libros se utilizarán para bendecir la vida de los estudiantes de BYU por generaciones”.
Tener múltiples copias de ediciones poco comunes no sólo es un tesoro para los académicos, sino que también significa que más personas podrán ver esos libros.
“Anteriormente teníamos una sola copia de la mayoría de las ediciones que donaron los Ingersoll”, explicó Seppi.
“Ahora nos sentimos mucho más cómodos poniendo los libros en las manos del público. Los visitantes vienen a BYU de todo el mundo, incluidos estudiantes, investigadores y dignatarios visitantes. Para muchos, tener una primera edición del Libro de Mormón impresa en su país o idioma es una experiencia increíble”.
¿Y cuál fue la reacción de Seppi al ver la colección, acomodada en el antiguo estante de los Ingersoll, por primera vez?
“Sentí una abrumadora sensación de gratitud. Ver la colección y saber que los Ingersoll querían que su colección viniera a BYU me llenó los ojos de lágrimas, aunque confieso que lloro con facilidad cuando se trata de hermosos libros raros”.
Cualquier personas puede ver los libros en la sección de “Colecciones Especiales” durante el horario normal de atención o ubicar la colección en el catálogo de la biblioteca al buscar el nombre de los Ingersoll.
Fuente: News – BYU