¡Feliz cumpleaños, presidente Nelson!
Seguimos celebramos los 96 años de vida de nuestro amado profeta, Russell M. Nelson. Celebramos su magnífico legado y su obra como siervo del Señor.
Su energía inigualable le ha permitido visitar a los Santos en más de 20 países desde que fue sostenido como Presidente de la Iglesia el 14 de enero de 2018.
Desde su llamado ha hecho muchos cambios dentro de la Iglesia para acelerar la obra.
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Con los cambios inspirados que el Profeta ha realizado, hemos recibido la responsabilidad individual de participar en el recogimiento de Israel: Debemos arrepentirnos, renovar nuestros convenios, asistir al templo y ministrar a quienes nos rodean.
Debemos seguir con fe, a pesar de las tendencias del mundo y buscar revelación.
El presidente Nelson no solo habla con amor y poder, sino que su vida es un ejemplo de los principios que nos insta a seguir.
Las siguientes dos historias fueron extraídas del libro “Insights From a Prophet’s Life” escrito por Sheri Dew. No son historias muy conocidas, pero ilustran la fe que ha marcado su ministerio y su vida.
La fe para decir que NO
En 1965, en medio de su carrera como cirujano cardíaco, el Dr. Nelson recibió una oferta inesperada de la Universidad de Medicina de Chicago. Le ofrecían ser profesor de cirugía y presidente de la División de Cirugía Cardiovascular y Torácica.
No solo recibiría un gran sueldo, sino que la universidad pagaría la educación universitaria de sus hijas, en ese momento tenía 9 hijas. La propuesta parecía irrefutable.
La universidad no solo deseaba contratar al Dr. Nelson por su excelente experiencia y conocimiento en el campo médico, sino que el decano también quería su influencia dentro de la universidad:
“Una de las razones por las que lo queremos [en la universidad] es porque sabemos que es un buen Santo de los Últimos Días. Deseamos que forme parte de nuestro cuerpo docente. Lo necesitamos aquí para traer la influencia que un Santo de los Últimos Días traería a la universidad”.
Todo parecía estar a su favor, incluso encontraron una casa que podían pagar. Después de visitar Chicago, Russell y Dantzel decidieron que él debería aceptar el empleo.
En ese tiempo, el joven Dr. Nelson era presidente de la estaca Bonneville en Salt Lake City.
Cuando Joseph Anderson, un miembro del consejo de estaca, se enteró de la decisión de la familia Nelson de mudarse a Chicago, sugirió que el presidente Nelson hablara sobre el asunto con el profeta, el presidente David O. McKay.
“El Presidente de la Iglesia no puede preocuparse por los cambios de empleo de los presidentes de estaca”, dijo Russell. “Si puede”, respondió Joseph. Luego, el presidente Nelson organizó una reunión con el presidente McKay.
El presidente McKay visitó al presidente Nelson en su departamento e hizo todas las preguntas posibles sobre la oferta de trabajo.
Finalmente, el presidente McKay miró directamente a Russell y dijo:
“Hermano Nelson, si yo fuera usted, no me apresuraría por cambiar de vecindario. No me parece una buena idea. No, hermano Nelson, su lugar está aquí en Salt Lake City. Personas de todo el mundo vendrán después de usted, porque está aquí. No creo que deba ir a Chicago. Luego agregó, con una pequeña sonrisa: ‘Aquí encontrará su fortuna y su fama. Ya es famoso. Yo lo conozco”. (Insights From a Prophet’s Life, 2019)
El presidente Nelson tomó una decisión en ese momento. Se quedaría en Salt Lake City. Dijo: “Si el profeta no siente que está bien, no iremos”.
Más tarde, Russell M. Nelson diría:
“Mi filosofía no es colocar un signo de interrogación en los pronunciamientos del profeta, sino reemplazarlo con un signo de exclamación”.
La fe para decir que SÍ
Después de que el presidente Ezra Taft Benson fue sostenido como profeta, él y sus consejeros, Gordon B. Hinckley y Thomas S. Monson, tuvieron su primera reunión con los Doce en el templo de Salt Lake y les extendieron sus nuevas asignaciones.
El presidente Benson se acercó al élder Nelson y le dijo:
“Usted será responsable de todos los asuntos de la Iglesia en África y Europa, y tendrá la asignación especial de abrir el camino para que se predique el Evangelio en Europa del Este, que ahora está gobernada por el comunismo”.
Aunque el élder Nelson no dijo ni una palabra, se sintió completamente insuficiente al mirar a otros apóstoles como el élder Oaks. Pensó que el élder Oaks podía manejar los aspectos legales de esa asignación mucho mejor que él.
El presidente Nelson se sentía muy intimidado ya que sabía lo importante que era esa asignación para construir el Reino.
En 1985, Polonia, Hungría, Checoslovaquia, Rumania, Bulgaria, Albania, la República Democrática y toda la URSS estaban bajo el Telón de Acero.
El élder Nelson recibió la asignación del presidente Benson diecinueve meses antes de la famosa declaración del presidente Ronald Reagan del 12 de junio de 1987, cuando dijo: “Sr. Gorbachov, derribe ese muro”. Asimismo, cuatro años antes de la caída del Muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989.
Había más países en Europa que no reconocían a la Iglesia que los que sí. Además, esto sucedió durante el período políticamente frío conocido como la Guerra Fría. “Esa fue una tarea que me parecía imposible”, admitió el élder Nelson. Agregó:
“Pasé gran parte de mi vida profesional abriendo corazones para realizar cirugías que salvaran vidas, pero no tenía experiencias que me llevaran a creer que podría abrir países para que se predicara el Evangelio”.
Sin embargo, un profeta le dio esa asignación, por lo que comenzó lo que al principio parecía ser “totalmente imposible” (Insights From a Prophet’s Life, 2019).
Después de unos meses de arduo esfuerzo para abrir las puertas al Evangelio, el élder Nelson comenzó a reunirse con embajadores y diplomáticos en Europa del Este, la ex Unión Soviética y Washington D.C.
Con algunos contactos y conocimiento del idioma, el élder Nelson fue a Moscú con el élder Hans B. Ringger del Quórum de los Setenta y la Autoridad General en Suiza de la Presidencia del Área Europea para ver qué contactos podían hacer.
La primera parada fue visitar a Konstantin Kharchev, el jefe del Consejo de Asuntos Religiosos, que se negó a reunirse con ellos. Con fe y gran determinación, el élder Nelson y el élder Ringger esperaron fuera de la oficina del Sr. Kharchev hasta que saliera.
El señor Kharchev no se alegró cuando los vio sentados fuera de su oficina cuando salió. A pesar de la impaciencia del funcionario, el élder Nelson dijo:
“Solo queremos hacerle una pregunta. ¿Qué necesitamos hacer para organizar la Iglesia que representamos? ”
En la Rusia comunista, organizar cualquier iglesia no tenía precedentes y los requisitos parecían un obstáculo imposible de superar.
Necesitaban tener 20 ciudadanos rusos adultos del mismo distrito político que estuvieran dispuestos a firmar como miembros de la Iglesia. No se permitía el proselitismo ni un centro de visitantes.
El élder Nelson dijo:
“Nos ha dado el problema del huevo y la gallina. Dicen que no podemos ser reconocidos hasta que tengamos miembros, pero no podemos tener miembros si no tenemos una centro de reuniones o un centro de visitantes”.
La breve respuesta del Sr. Kharchev fue:
“Ese es su problema, señor”.
Ninguna de las ideas planteadas entre los élderes Nelson y Ringgers proporcionaría una solución al problema. Pensaron en todas las posibilidades. Entonces, decidieron detenerse y vieron al Señor obrar milagros.
Algunos rusos se bautizaron en los Estados Unidos, algunos viajaron a otras partes de Europa y aprendieron sobre el Evangelio.
Dado que no se podían comprar Biblias en la Rusia comunista, una mujer viajó a Helsinki con el único propósito de comprar una. Encontró una Biblia en un parque, se la dio a una mujer que pasó por su lado y descubrió que la mujer era miembro de la Iglesia. La mujer dijo que tenía otro libro importante sobre Jesucristo que podía regalarle.
Las personas comenzaron a descubrir el Evangelio de formas milagrosas.
Cuatro años después de la primera visita del élder Nelson a Moscú, el Coro del Tabernáculo se presentó en una cena en el Teatro Bolshoi para el vicepresidente de la República de Rusia, Alexander Rutshkoy.
El vicepresidente Rutshkoy anunció inesperadamente que La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días tenía el pleno reconocimiento en Rusia.
El élder Nelson dijo:
“Fue un momento absolutamente impresionante… Muchos de nosotros hicimos todo lo posible para que esto sucediera, pero sin duda fue el Señor quien hizo el milagro”.
Gracias presidente Nelson por su vida ejemplar, obediencia, trabajo arduo, visión y vigor. No son solo sus palabras las que nos inspiran, sino también las decisiones que tomó en su vida, su virtud y su carácter.
Fuente: Meridian Magazine