La Conferencia General Semestral Nº 190 de octubre ha sido, por muchas razones, inolvidable.
Si bien los mensajes se centraron en la perseverancia, el avanzar con fe hacia el futuro, el poder de Dios y el arrepentimiento, hubo discursos que se centraron en nuestra valía y responsabilidad como Hijos de Dios para con todos los seres humanos.
El poderoso mensaje contenido en los discursos del presidente Nelson durante la sesión del domingo por la mañana y el domingo por la tarde fue trascendental en la Conferencia General, conferencia que calificó como “gloriosa”.
Las invitaciones a reunir a los hijos de Dios y a amarse unos a otros han creado un sentimiento de responsabilidad en los miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, y ser agentes que influyan en la erradicación del racismo.
El presidente Russell M. Nelson, dirigiéndose a millones de personas en el último día de la Conferencia General, declaró:
“Me llena de pesar que nuestros hermanos y hermanas de raza negra en todo el mundo sigan padeciendo los dolores del racismo y el prejuicio.
Hago un llamado a nuestros miembros en todo lugar de la tierra, a dar el ejemplo de abandonar toda actitud y acción prejuiciosa contra cualquier grupo de seres humanos. Les ruego que promuevan el respeto para con todos los hijos de Dios”.
Las palabras del profeta de la Iglesia también hicieron énfasis en una verdad universal cuando dijo que “Dios no ama a una raza más que a otra” y que “Su doctrina sobre este asunto es clara”. Asimismo, expresó que nuestra condición como hijos de Dios no se determinaba por “el color de [nuestra] piel”.
Las declaraciones del presidente Nelson sobre la raza hicieron eco a las palabras del primer consejero de la Primera Presidencia, el presidente Dallin H. Oaks, quien dijo en la sesión del sábado por la mañana que los Santos de los Últimos Días “deben hacer más para ayudar a erradicar el racismo” en el mundo.
“Como seguidores de Cristo, debemos renunciar a la ira y al odio con que se debaten las decisiones políticas… Amar a nuestros enemigos y adversarios no es fácil… pero es esencial”.
Con firmeza declaró que “el racismo florece en el odio, la indiferencia y el silencio” y que “saber que todos somos hijos de Dios nos brinda una visión divina del valor de todas las personas”.
Como Santos, dijo el presidente Oaks, no podemos dejar que la ira se apodere de nosotros y que “una ayuda aún mayor para aprender a amar a nuestros adversarios y enemigos es tratar de comprender el poder del amor”.
Haciendo énfasis en el amor, el cual se basa en “la verdad de que todos los seres humanos son hijos de Dios”, podemos hacer nuestra parte para crear mayor unidad en el mundo.
Las palabras del presidente Eyring, segundo consejero de la Primera Presidencia, durante su discurso en la sesión del domingo por la mañana recordó a los miembros el más grande Ejemplo que debemos emular a pesar de las fuerzas que se opongan a lo bueno.
“Dios tiene el poder de hacer más fácil nuestro camino… Cualquiera que fuesen nuestras debilidades mortales y las fuerzas del mal en nuestra contra, las fuerzas del bien siempre serán inmensamente superiores”.
Aconsejó también a la membresía de la Iglesia a ser una ayuda para quienes lo necesitan, que “cuando aliviamos la carga de otros, nuestras espaldas son fortalecidas”.
El presidente Ballard, presidente en funciones del Cuorúm de los Doce Apóstoles, también emitió un llamado a los miembros a que oren por su país y por los líderes de su nación.
“Les ruego que ejerzan su fe, cualquiera que sea su religión, y que oren por su país… Nos encontramos ante una importante encrucijada en la historia, y las naciones de la tierra necesitan desesperadamente de guía e inspiración divinas”.
Asimismo, expresó que su petición no se trata “de política ni reglamentos, sino de la paz y la sanidad que pueden recibir las almas… por medio del Príncipe de Paz y la fuente de toda sanidad, el Señor Jesucristo”.
Sean cuales sean nuestras circunstancias, podemos ser una fuerza para bien en el mundo al respetar y amar a nuestro prójimo sin importar cuán diferentes sean a nosotros.
Las manos que ayudan a otros no tienen un solo color, todos estamos juntos en esto.