“Las bendiciones de la edad” es el título del ensayo que el élder Jeffrey R. Holland, del Cuórum de los Doce Apóstoles, compartió a través de Church News para honrar a la Primera Presidencia de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.
Este ensayo ha sido publicado originalmente en inglés. El equipo de Más Fe lo ha traducido al español. A continuación, el escrito completo:
El 31 de mayo, una modesta fiesta de cumpleaños en el Edificio de Administración de la Iglesia hizo historia en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. En ese entorno, el presidente Henry B. Eyring, segundo consejero en la Primera Presidencia de la Iglesia, celebró su cumpleaños Nº90.
Al mismo tiempo, la Iglesia observó una Primera Presidencia, una que ya alcanzó una suma histórica de sus edades, que continúa sirviendo con cada uno de sus tres miembros de 90 años a más. El presidente Russell M. Nelson, de 98 años, y el presidente Dallin H. Oaks, primer consejero, de 90 años, le dieron la bienvenida al presidente Eyring al unirse a ellos a la décima década de vida.
A pesar de su edad, la impresionante actividad y el impacto deslumbrante que esta Primera Presidencia está teniendo en la Iglesia ya forman parte de las características que dejan huella en la historia. Los miembros de la Iglesia, desde Seattle hasta Santiago, desde Jacksonville hasta Johannesburgo, se regocijan con todo, desde los nuevos o renovados templos hasta una experiencia mejorada y más elevada en el templo.
Además, esta Primera Presidencia ha supervisado la renovación de la enseñanza de la Iglesia, ha ampliado el alcance de la Iglesia hacia aquellos que no son de nuestra fe, ha sido pionera en hacer hincapié en desarrollar los recursos para una orientación religiosa centrada en el hogar y respaldada por la Iglesia para sus miembros, y la lista solo continúa.
Sin embargo, cuando se considera la importancia de las responsabilidades de la Primera Presidencia y se evalúa exigencia que esta representa para su salud, ocasionalmente se escucha aquí y allá algún comentario cuestionando la vitalidad necesaria para ese servicio. “¿No sería mejor tener hombres más jóvenes asumiendo esa carga?”, podemos escuchar en la conversación de algunos. “¿No sería mejor que llamaran a hombres más jóvenes que sean más receptivos a este tiempo?”, pueden decir algunos otros.
El 7 de abril de 1996, una amplia audiencia televisiva en Estados Unidos tuvo la oportunidad de considerar precisamente esas preguntas cuando el icónico periodista de televisión Mike Wallace planteó directamente este tema al entonces presidente Gordon B. Hinckley. En un segmento del popular programa de televisión de investigación “60 Minutes”, el Sr. Wallace expresó: “Hay quienes dicen: ‘Esta es una gerontocracia. Esta es una Iglesia dirigida por hombres muy mayores’”.
El presidente Hinckley, entonces de 86 años, respondió con la rapidez de un joven vivaz de 30 años. “¿No es maravilloso tener a un hombre maduro a la cabeza, a un hombre sabio que no se deja llevar por cualquier doctrina cambiante?”, dijo, dejando tanto al entrevistador como al que respondía riendo, cuando lo único que quedaba por decir después de eso era que al menos el líder de esta Iglesia no era una persona “chiflada”.
Si bien a todos nos preocupa el impacto que sus muchas y agotadoras responsabilidades tienen en su salud, y sabiendo que la juventud generalmente aporta energía y vitalidad a cualquier tarea que se emprende, no obstante, esta Primera Presidencia, conformada por tres hombres de 90 años y más, aporta ciertas cualidades a sus llamamientos que, en cierto grado, son tan irremplazables como sin precedentes.
Soy uno de los pocos privilegiados que tiene la oportunidad de observar a estos hombres trabajar todo el día, todos los días, en una variedad de responsabilidades. Permítanme señalar solo algunas cosas que he aprendido sobre el liderazgo que viene de los hombres mayores, especialmente de estos tres hombres mayores:
Primero, el punto que hizo el presidente Hinckley. La edad le ha brindado al presidente Russell Nelson, Dallin Oaks y Henry Eyring madurez y juicio, fuerza para no ser “llevados por doquiera de todo viento de doctrina” (Efes. 4:14). Como las raíces de un árbol, la sumatoria de sus años en el liderazgo de la Iglesia, unos 106 años solamente como apóstoles, sin mencionar sus años de servicio previos, les han dado un grado de estabilidad que puede resistir incluso los vientos sociales, políticos o económicos más fuertes que puedan soplar.
Segundo, existe un grado de sabiduría que viene con la edad y que no se adquiere rápida o superficialmente. Se dice con regularidad, generalmente con una sonrisa, que hay un impulso y determinación en los hombres jóvenes que los empuja a tomar medidas inmediatas respecto a un asunto, incluso si la acción es incorrecta. Los hombres de avanzada edad también toman decisiones, sin embargo, generalmente esperan hasta saber cuál es el mejor curso de acción para dichas circunstancias. Incluso entonces, su sabia respuesta será evaluada, moderada y deliberada.
Un poema favorito de John Ciardi lo expresa con una sonrisa:
El cuervo viejo se vuelve lento,
el cuervo joven no.
De lo que el cuervo joven no sabe,
mucho sabe el cuervo viejo.
En cuanto a saber cosas, el cuervo viejo
sigue siendo el maestro del cuervo joven.
¿Qué es lo que no sabe el cuervo viejo y lento?
— Cómo ir más rápido.
El cuervo joven vuela por encima, por debajo,
y rodea al cuervo viejo y lento.
¿Qué es lo que no sabe el cuervo joven y rápido?
— A dónde ir.
Tercero, gran parte de la fuerza, el juicio y la sabiduría que admiramos en las personas mayores se adquirió de una sola manera: a través de la experiencia, una experiencia que a menudo se obtuvo al enfrentar problemas difíciles y tomar decisiones dolorosas en sus años de juventud. Con ese espíritu, alguien dijo que la vida de una persona mayor representaba una “biblioteca de experiencias” y que perder a uno de esos hombres o mujeres mayores era como ver con impotencia como se quema esa biblioteca en su totalidad.
Por último, y tal vez lo más importante, en asuntos del espíritu y en las consideraciones que nos llevan a los patrones del pasado, vemos que Dios ha desarrollado deliberadamente una jerarquía, un sistema de antigüedad, por así decirlo, que permite que un hombre sea llamado a una edad relativamente joven. De esta manera, dicho hombre será mucho mayor cuando haya pasado por las sillas apostólicas que eventualmente lo convierten en el apóstol de mayor antigüedad.
Mis hermanos mayores han dicho en varias oportunidades que muchas de las lecciones que han aprendido en sus ministerios no podrían haber llegado, excepto como resultado de su tiempo en el Cuórum de los Doce Apóstoles, observando, escuchando y aprendiendo en sus años más jóvenes. Job, un hombre que atravesó múltiples pruebas y experiencias, dijo: “En los ancianos está la sabiduría, y en la larga edad, el entendimiento… La multitud de años enseñará sabiduría… y la inspiración del Omnipotente le hace entender” (Job 12:12; 32:7-8).
Quizás esa sea la lección principal que podemos aprender de Roboam, hijo de Salomón, cuando buscó no solo continuar, sino intensificar las cargas que su padre había impuesto a los hijos de Israel que él debía liderar.
“Entonces Roboam pidió consejo a los ancianos… y dijo: ‘¿Cómo aconsejáis vosotros que responda yo a este pueblo?’. Y ellos le hablaron diciendo: ‘Si hoy te haces siervo de este pueblo y lo sirves, y les respondes y les dices buenas palabras, ellos te servirán para siempre’.
Pero él desechó el consejo que los ancianos le habían dado… y pidió consejo a los jóvenes que se habían criado con él y que estaban delante de él…
Y el rey respondió duramente al pueblo, desechando el consejo que los ancianos le habían dado. Y les habló conforme al consejo de los jóvenes… Y cuando todo Israel vio que el rey no les escuchaba… [no quedó] tribu alguna que siguiese a la casa de David, sino solo la tribu de Judá” (1 Reyes 12:6-8, 13, 15-16, 20).
El testimonio que doy de los presidentes Russell M. Nelson, Dallin H. Oaks y Henry B. Eyring, a quienes amo con todo mi corazón, es que nunca tratarán a los miembros de esta Iglesia “duramente”, sino que siempre “les hablarán buenas palabras y serán sus siervos para siempre”.
— El élder Jeffrey R. Holland ha servido en el Cuórum de los Doce Apóstoles desde 1994.