“El Presidente Hinckley, entonces segundo consejero en la Primera Presidencia, dirigió y discursó en algunas de las sesiones para la dedicación del primer templo en México, dedicado en 1983.”
Estoy seguro de que todos hemos tenido una experiencia que se nos ha quedado grabada en la memoria. Tal vez esto sucedió a través de alguna acción o algo que se dijo.
Es seguro que uno de los hechos históricos de la iglesia en México sea la dedicación del Templo de la Ciudad de México, realizada del 2 al 3 de diciembre de 1983.
El Presidente Gordon B. Hinckley, entonces segundo consejero en la Primera Presidencia, dirigió y discursó en algunas de las sesiones para la dedicación del templo, el cual era el primero en México y el número 26 en el mundo.
Cuando comenzó su discurso en una de las sesiones, el Presidente Hinckley habló con voz temblorosa al testificar sobre las almas “al otro lado del velo” que estaban presentes.
“Todas las habitaciones (del templo) están llenas de fieles Santos de los Últimos Días, pero estoy convencido de que hay una congregación más grande e invisible que participa con nosotros.”
El Presidente Hinckley luego nombró a las personas que habían tenido roles clave en el establecimiento de la Iglesia en México, comenzando con Brigham Young, quien envió misioneros al país. Él mencionó los nombres de varios de los misioneros y el primer Presidente de misión. Nombró al primer mexicano bautizado y mencionó los nombres de muchos otros que ocuparon un lugar en la historia de la Iglesia en México.
El Presidente Hinckley luego procedió a dar el discurso que había preparado.
En algunas ocaciones hemos escuchado a la persona que dirige y ha reconocido a los líderes presentes, como un miembro de la Presidencia de estaca u otro visitante, pero luego de un tiempo dice algo como esto: “También hay otra persona que me olvidé de mencionar.” Algo así sucedió durante la dedicación del templo en la Ciudad de México.
El Presidente Hinckley había estado hablando por varios minutos, cuando hizo una pausa y explicó que había otra persona del otro lado del velo que él no había mencionado. Con una voz fuerte llena de emoción y alegría, el Presidente Hinckley exclamó: “¡Bienvenido, padre Lehi! ¡Oh, cómo debe regocijarse su corazón!”
Los que estaban sentados en las primeras filas en el salón Celestial, querían voltear y mirar en la dirección en la que “un recién llegado” podría haber entrado en la habitación. El momento parecía tan real que, sin duda, sentieron que podían ver cómo era el padre Lehi.
No vieron a ese gran profeta del Libro de Mormón, y no pudieron afirmar si el Presidente Hinckley lo vio con sus ojos físicos, pero para aquellos santos no quedaron dudas de que el Espíritu permitió que el Presidente Hinckley supiera que el padre Lehi, de hecho, estaba presente ese día en el templo.
El Presidente Hinckley habló de otros templos como un cumplimiento de la profecía con respecto a los descendientes de Lehi.
“Seis nuevos templos se han dedicado este año. Estos no fueron planificados si hablamos en términos de alguna profecía en particular, pero la mayoría de estos templos se han construido para servir a los descendientes de Lehi. …Creo que el Señor ha tocado a Su Profeta ( en ese entonces, el Presidente Spencer W. Kimball) para poner en marcha aquellos procesos por los cuales Él está recordando los antiguos convenios concernientes a los descendientes de Lehi.”
En una sesión, el Presidente Hinckley dijo que había visto a la directora del coro y comentó:
“Estoy seguro, debido a su apariencia, que la sangre del padre Lehi y de la madre Sariah está en sus venas. He visto brillar en sus ojos la luz del evangelio de Jesucristo y lo veo en los ojos de cada uno de ustedes. Qué personas maravillosas son: personas con capacidad, fe y devoción.”
En ese fin de semana miles de personas pasaron varias horas en los terrenos del nuevo templo. Cientos de miembros hicieron fila antes de cada una de las ocho sesiones durante dos días, esperando su turno para ingresar al templo. Vinieron personas de muchas partes de México y Guatemala, los pobres y los ricos, los jóvenes y los ancianos; todos se mantuvieron unidos, esperando lo que iba a suceder.
Sabían que todos eran hijos de Lehi, con algunas pocas excepciones, principalmente los misioneros retornados y antiguos Presidentes de misión y sus familias. Todos habían venido, junto con el antiguo Profeta, a un lugar sagrado para una ocasión Santa.
Este artículo fue escrito originalmente por Gerry Avant, y fue publicado por ldschurchnews.com bajo el título: “The most memorable part of the Mexico City temple dedication was these words from President Hinckley”