¿Cómo podemos ser un faro de luz para el mundo que continuamente está sumergiéndose en la oscuridad y el pecado?
¿Cómo podemos vencer la aflicción de ofendernos a nosotros mismos y a otros?
Entendamos cómo elevar y amar a otros aprendiendo del consejo de nuestro amado profeta, el Presidente Monson:
Hay una gran necesidad de la caridad que presta atención a quienes pasan inadvertidos, que da esperanza a quienes están desalentados y que brinda ayuda a quienes están afligidos. La verdadera caridad es amor en acción. La necesidad de caridad está en todas partes.
Se necesita la caridad que rehúsa hallar satisfacción al oír o repetir los relatos sobre infortunios que sobrevienen a otras personas, a menos que al hacerlo, el desafortunado pueda beneficiarse. El educador y político estadounidense Horace Mann dijo una vez: “Compadecerse de la tribulación es meramente humano, aliviarla es divino”.
La caridad es tener paciencia con alguien que nos ha defraudado. Es resistir el impulso de ofenderse con facilidad. Es aceptar las debilidades y los defectos. Es aceptar a las personas como realmente son. Es ver más que las apariencias físicas, los atributos que no se empalidecerán con el tiempo. Es resistir el impulso de categorizar a otras personas.
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