El presidente Thomas S. Monson, profeta y presidente de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días hasta el 2 enero de 2018, fue querido por muchos.
Disfrutamos de sus consejos en sus discursos de la Conferencia General, vimos el crecimiento de nuevos templos en la Iglesia, los cambios de edad en la obra misional y atesoramos sus maravillosas enseñanzas.
El presidente Monson también compartió sobre la elección de nuestros compañeros eternos, compartió su experiencia con la hermana Frances Monson. Una historia de amor que a muchos hizo sonreír, tener esperanza y procurar algo similar.
También te puede interesar: “¿Cómo lograr que un amor nunca deje de florecer?”
“El padre de mi padre era originario de Suecia, y su esposa era de Inglaterra; se conocieron en la embarcación que venía para [Estados Unidos]. Él esperó a que ella tuviera la edad suficiente, y entonces le propuso matrimonio. Se casaron en el Templo de Salt Lake, y él escribió en su diario:
“Hoy es el día más feliz de mi vida. Mi novia y yo nos casamos en el santo templo por esta vida y por la eternidad”.
Tres días después, el 23 de abril de 1898, escribió:
“Tomé el tren en la estación Rio Grande Western Depot, que con el tiempo llegará a Escandinavia, a donde he sido llamado como misionero”.
Se dirigió hacia Suecia, dejando a su esposa de tres días.
Recibí su diario, escrito con lápiz, de un tío que, por alguna razón, me escogió a mí para recibir el diario de su padre. La anotación más frecuente que aparecía en el diario era: “Tengo los pies mojados”. Pero la entrada más bella decía:
“Hoy fuimos a casa de la familia Jansson. Conocimos a la hermana Jansson, quien nos preparó una deliciosa cena; es muy buena cocinera”.
Después agregó:
“Todos los niños cantaron o tocaron la armónica o presentaron una pequeña danza, y después ella pagó su diezmo: cinco coronas para el Señor; una para mi compañero, el élder Ipson, y otra para mí”.
Después estaba escrito el nombre de los niños.
Cuando leí eso en el diario, encontré el nombre del padre de mi esposa como alguien que estaba en esa casa, alguien que probablemente estaba cantando una canción, ¡quién se convirtió en el padre de una sola hija, la joven con la que me casé!
El primer día que vi a Frances, supe que había encontrado a la persona correcta. El Señor nos juntó más tarde y le pedí que saliera conmigo en una cita. Me dirigí a su casa y ella me presentó a su padre y él me dijo:
“‘Monson’, ese es un nombre sueco, ¿verdad?”
Le dije: “Sí.”
Él dijo: “Bien”.
Luego fue a otra habitación y sacó una foto de dos misioneros con sus sombreros de copa y sus copias del Libro de Mormón.
“¿Tiene algún parentesco con este Monson”, dijo, “Elías Monson?”
Le dije: “Sí, él es el hermano de mi abuelo. Él también fue misionero en Suecia”.
Su padre lloró. Cosa que hacía con facilidad y dijo: “Él y su compañero fueron los misioneros que le enseñaron el Evangelio a mi madre y a mi padre y a todos mis hermanos y hermanas y a mí”.
Me besó en la mejilla, tras lo cual la madre lloró y me besó en la otra mejilla. Miré a mi alrededor en busca de Frances y ella me dijo: “Iré por mi abrigo”.
Hace unos años mi adorada Frances sufrió una terrible caída Ella estuvo hospitalizada y permaneció en coma durante unos 18 días. Yo permanecí a su lado, sin mover un músculo. Los niños lloraron, los nietos lloraron, y yo lloré. Permanecía totalmente inmóvil.
Entonces un día abrió los ojos y yo batí el récord de velocidad al llegar a su lado; le di un beso y un abrazo y le dije: “Has vuelto; te amo”.
Ella respondió: “Yo también te amo, Tom, pero tenemos serios problemas”. Pensé: ¿Qué sabes tú de problemas, Frances? Me dijo: “Olvidé poner en el correo el pago de los impuestos del último trimestre”.
Le dije, en broma: “Frances, si me lo hubieras dicho antes de darme un beso y decirme que me amas, posiblemente te hubiera dejado aquí en el hospital”.
Hermanos, tratemos a nuestra esposa con dignidad y respeto; ellas son nuestras compañeras eternas. Hermanas, honren a su esposo; ellos necesitan oír buenas palabras; necesitan una sonrisa amigable; necesitan una cálida expresión de verdadero amor.
Fuente: churchofjesuschrist.org