He estado leyendo y estudiando las “Enseñanzas del Presidente Nelson” desde la última Conferencia General, tratando de comprender mejor el consejo que nuestro Padre Celestial nos han dado a través de este inspirado Profeta, encontré una gran historia la cual me sorprendió con su sencillez.
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Esta breve historia abarca el significado de la Navidad en menos de 190 palabras y me ayudó a redirigirme y a volverme a enfocar en lo que más importa.
“Los que portan los estandartes marchan a la vanguardia de una causa digna. Representan lo bueno y lo noble. Con frecuencia llevan banderas u otros símbolos para expresar identidad, propósito y unión…
Hablando de los que portan los estándares, me contaron una tierna historia durante la época de la navidad que acababa de pasar. Mientras los niños representaban la historia de Navidad, un niño sostenía en alto una estrella envuelta en papel de aluminio, puesta en un palo de escoba.
Más adelante, alguien elogió al niño por su resistencia al mantener esa estrella en alto durante un período de tiempo tan largo. El niño, que no había hablado, contestó con alegría: “Tuve el papel más importante en la obra. Le mostré a la gente cómo encontrar a Jesús.”
Como portadores de Su estandarte, debemos ayudar a los de corazón sincero a hallar a Jesús. No ondeamos banderas. Y generalmente no llevamos palos de escoba con estrellas.
Más bien, como los portadores del estandarte de Jesucristo, de buena gana y con gratitud tomamos Su sagrado nombre sobre nosotros; nos alistamos en Su causa bajo convenio.” (“Standard-Bearers of The Lord” Devocional en BYU, 18 de enero de 1991).
¿Acaso no es ese el papel más importante que todos podemos realizar en esta vida? ¿El ayudar a otros a encontrar a Jesús?
Ya sea para ayudar a otros a sentir Su amor a través de la compasión, o para encontrar Su luz a través del servicio, o para escuchar Sus palabras al dar nuestros testimonios, el mejor logro que podemos obtener en esta vida es encontrar y guiar a otros a nuestro Salvador, Jesucristo.
El Presidente Nelson testificó muy poderosamente:
“Por lo tanto, Jesús el Cristo nació para morir. Murió para que nosotros podamos vivir. Él nació para que toda la humanidad pueda vivir más allá de la tumba. (véase 3 Nefi 27:14–15). .
Su expiación se llevó a cabo en Getsemaní, donde sudó grandes gotas de sangre (véase Lucas 22:44), y en el Gólgota (o Calvario), donde Su cuerpo fue levantado sobre una cruz en el “lugar de la calavera”, que significaba muerte (Marcos 15:22; Mateo 27:33; véase también 3 Nefi 27:14).
Esa Expiación infinita libraría al hombre de la muerte perpetua (véase 2 Nefi 9:7). La expiación del Salvador hizo que la resurrección fuese una realidad y la vida eterna una posibilidad para todos. Su expiación llegó a ser el acto central de la historia de toda la humanidad.
Nuestros recuerdos de la Navidad se fortalecen por estas realidades. Cada uno de nosotros, con un testimonio del Señor, tiene el privilegio en la fe de saber de su legado divino y de testificar que Jesús es el Hijo del Dios vivo.” (“Christ the Savior Is Born”, Brigham Young University Devotional, 10 de diciembre de 2002).
Este artículo fue escrito originalmente por Danielle B. Wagner y fue publicado originalmente por ldsliving.com bajo el título “A Short Christmas Story from President Nelson That Will Warm Your Heart, Snow or No Snow”