“Lo que los Profetas mormones compartieron sobre la guerra, cómo deberían actuar los miembros durante la misma y qué les sucede a las personas que mueren en combate.”
“Y en ese día se oirá de guerras y rumores de guerras, y toda la tierra estará en conmoción.” (DyC 45:26).
Como Santos de los Últimos Días, sabemos que esta escritura es verdadera ya que las guerras y los conflictos se han extendido por toda la tierra. Pero, ¿cómo deberíamos nosotros, como miembros, sentirnos con respecto a ese tema?
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Como señala el artículo de la Iglesia sobre la guerra de lds.org, somos un pueblo de paz: “No obstante, reconocemos que en este mundo, a veces los líderes del gobierno envían tropas militares a la guerra para defender sus naciones y sus ideales.”
Los Profetas mormones han tenido mucho que decir sobre la moralidad de la guerra, cómo deberían actuar los miembros durante la guerra y qué les sucede a los que mueren en combate.
Russell M. Nelson
Cuando era un Apóstol, el Presidente Russell M. Nelson habló sobre la paz y la guerra en su discurso de la Conferencia General de octubre del 2002, “Bienaventurados los pacificadores”.
En su discurso, el Presidente Nelson señaló que en DyC 98:16 se nos enseña a “renunciar a la guerra y proclamar la paz” y a “amar [nuestro] prójimo como a [nosotros] mismos” (Mateo 22:39). Sin embargo, el Presidente Nelson también compartió que cada miembro de la Iglesia puede ser llamado a participar en un servicio militar.
“Por motivo de que “creemos en estar sujetos a los reyes, presidentes, gobernantes y magistrados; en obedecer, honrar y sostener la ley”, los miembros de esta Iglesia serán llamados al servicio militar de diversas naciones. “Creemos que Dios instituyó los gobiernos para el beneficio del hombre, y que él hace a los hombres responsables de sus hechos con relación a dichos gobiernos, tanto en la formulación de leyes como en la administración de éstas, para el bien y la protección de la sociedad.”
Tocando el tema de la moralidad de participar en la guerra cuando vamos a “proclamar la paz”, el Presidente Nelson también compartió que hay múltiples ejemplos en las escrituras en que los miembros de este Evangelio participan en guerras y combates, incluidos los antiguos Profetas nefitas. Es por su ejemplo que podemos ver las circunstancias en las que los miembros pueden ser llamados a la guerra.
“Si se ordena a los Santos de los Últimos Días ir a la batalla, ellos pueden recordar el ejemplo del capitán Moroni, el gran líder militar del Libro de Mormón. Aunque era un guerrero poderoso, “no se deleitaba en derramar sangre” (Alma 48:11). Era “firme en la fe de Cristo” y su única razón de pelear era “defender a su pueblo, sus derechos, su país y su religión” (Alma 48:13). Si los Santos de los Últimos Días tienen que ir a la guerra, deberán ir con un espíritu de verdad y rectitud, con el deseo de hacer el bien; deberán ir con amor en el corazón por todos los hijos de Dios, incluso por los que estén en el bando contrario. Entonces, si se les requiere derramar la sangre de otra persona, no se contará ese acto como un pecado.” (“Guerra“, lds.org).
Y aunque la guerra y los actos de terrorismo han asolado la tierra desde los días de Caín, el Presidente Nelson compartió en su mensaje que la paz y la vida pacífica aún son posibles a través del Evangelio:
“Isaías profetizó de buenas posibilidades para nuestra época. Al hablar de la congregación de Israel y de la restauración de la Iglesia por conducto del profeta José Smith, Isaías escribió:
“…acontecerá en aquel tiempo, que Jehová alzará otra vez su mano para recobrar el remanente de su pueblo… Y levantará pendón a las naciones, y juntará los desterrados de Israel, y reunirá los esparcidos de Judá de los cuatro confines de la tierra”
Esas profecías de esperanza podrían concretarse si tanto los líderes como los ciudadanos de las naciones aplicaran las enseñanzas de Jesucristo. La nuestra podría ser entonces una etapa de paz y de progreso incomparables.”
Aunque nosotros, como miembros, no debemos buscar la guerra o deleitarnos en ella, se nos enseña que participar en combate a veces es necesario, como lo fue con el Capitán Moroni, para defender a nuestras familias y nuestra libertad y no se cuenta como un pecado.
Gordon B. Hinckley
A menos de un mes después de los mortíferos ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, el Presidente Gordon B. Hinckley se paró frente al púlpito en una Conferencia General justo cuando los ataques con misiles estaban en marcha con dirección a Afganistán.
Dirigiéndose a una audiencia mundial muy consciente de estos actos de guerra y conflicto en todo el mundo, el Presidente Hinckley ilustró la manera en que los miembros podían seguir adelante durante la guerra en su discurso “Los tiempos en los que vivimos”.
“Ahora bien, hermanos y hermanas, debemos cumplir con nuestro deber cualquiera sea ese deber. Es posible que no tengamos paz por un tiempo; algunas de nuestras libertades se verán restringidas; quizás pasaremos inconvenientes; o tal vez incluso seamos llamados a sufrir de una manera u otra. Pero Dios nuestro Padre Eterno protegerá esta nación y a todo el mundo civilizado que acuda a Él. Él ha declarado: “Bienaventurada la nación cuyo Dios es Jehová” (Salmos 33:12). Nuestra seguridad yace en el arrepentimiento. Nuestra fortaleza proviene de la obediencia a los mandamientos de Dios.
Oremos siempre; oremos por la rectitud; oremos por las fuerzas del bien. Tendamos una mano para ayudar a hombres y mujeres de buena voluntad de cualquier religión y doquiera que vivan. Permanezcamos firmes en contra del mal, tanto aquí como en el extranjero. Vivamos dignos de las bendiciones del cielo, reformando nuestra vida en lo que sea necesario, y al acudir a él, el Padre de todos nosotros. él ha dicho: “Estad quietos, y conoced que yo soy Dios” (Salmos 46:10).”
Además de advertir a los miembros de ser ahorrativos, crear almacenamiento de alimentos y de pagar sus deudas, el Presidente Hinckley también dejó en claro que los miembros no deberían perseguir a los inocentes simplemente porque pertenecen a la misma religión y etnia de quienes cometen actos de violencia.
“Éste no es un asunto de cristianos contra musulmanes. Me complace ver que se estén donando alimentos para la gente hambrienta de una de esas naciones que es el blanco de operaciones militares. Valoramos a nuestros vecinos musulmanes a través del mundo y esperamos que aquellos que viven de acuerdo con los principios de su fe no vayan a sufrir. Suplico, de modo particular, que de ninguna manera nuestros miembros sean cómplices en la persecución de los inocentes. En vez de ello, seamos amigables y prestemos ayuda, protección y apoyo. Son las organizaciones terroristas las que se deben descubrir y derrotar.”
El Presidente Hinckley reiteró esto en su discurso en la Conferencia General del 2003 “La Guerra y la Paz”:
“Primero, debe comprenderse que no tenemos nada en contra de la gente musulmana ni en contra de la de ninguna otra fe. Reconocemos y enseñamos que todas las personas de la tierra son de la familia de Dios. Y, puesto que Él es nuestro Padre, somos hermanos y hermanas que tenemos obligaciones familiares los unos para con los otros.”
Del Presidente Gordon B. Hinckley, vemos cómo los miembros deben actuar en tiempos de guerra y conflicto recurriendo al Señor, viviendo una vida frugal y nunca persiguiendo a personas que son de diferente nacionalidad, etnia o religión.
Harold B. Lee
Como Profeta durante el final de la Guerra de Vietnam, el Presidente Harold B. Lee vio el efecto de la guerra en los miembros, incluida la pérdida indescriptible de seres queridos en combate.
Mientras discursaba en un servicio conmemorativo en 1971 para los Santos de los Últimos Días que habían perdido la vida en la Guerra de Vietnam, el Presidente Lee ofreció mensajes de esperanza a aquellos que experimentaban una pérdida increíble.
“Otra pregunta que a menudo hacemos es: ‘¿Por qué mi hijo, mi hermano, mi esposo o mi prometido no fueron protegidos en el campo de batalla, como lo fueron otros que testifican que se salvaron milagrosamente?’ Las personas que han perdido a sus seres queridos a menudo se ven afectadas por incidentes que promueven la fe de aquellos que han sido salvados milagrosamente. Ellos pueden decir: ‘¿Por qué le tenía que suceder a mi hijo (a mi esposo, mi hermano o mi prometido)?’
Si bien es posible que esta pregunta nunca se responda del todo en esta vida, se nos brindan algunas observaciones esclarecedoras en los escritos sagrados…
En el registro del Libro de Mormón, tenemos las palabras del Profeta Moroni, reclamándole erróneamente a Pahorán por su aparente negligencia mientras sus enemigos asesinaban a miles de sus hermanos. Moroni le escribió a Pahorán:
“¿Suponéis que, por haber sido muertos tantos de vuestros hermanos, ha sido a causa de su iniquidad? Os digo que si habéis supuesto esto, habéis supuesto en vano; porque os digo, hay muchos que han caído por la espada; y he aquí, es para vuestra condenación; porque el Señor permite que los justos sean muertos para que su justicia y juicios sobrevengan a los malos. Por tanto, no debéis suponer que se pierden los justos porque los matan; mas he aquí, entran en el reposo del Señor su Dios.” (Alma 60:12-13).
El pecado, tal como lo ha dicho Moroni, es sobre aquellos que se sientan en sus tronos en un ‘estado de insensible estupor’ (Alma 60:7), en un frenesí de odio, que desea el poder y el dominio injusto sobre sus semejantes, y que ha puesto en movimiento fuerzas eternas que no comprenden o no pueden controlar. Dios a su debido tiempo sentenciará a tales líderes.”
Aunque podemos no saber exactamente por qué algunos seres queridos son salvados milagrosamente mientras que otros mueren en combate, sí sabemos que las “fuerzas eternas” harán que los perpetradores de la guerra “perezcan por las fuerzas destructivas que han liberado”, según lo compartió el Presidente Lee.
Y aunque parezca que las promesas hechas a estos Santos, especialmente en cuanto a las bendiciones patriarcales, ahora son nulas, el Presidente Lee compartió cómo se puede acceder a esas bendiciones en la vida venidera.
Citando a un patriarca en el funeral de un misionero retornado, el Presidente Lee dijo:
“Cuando un patriarca pronuncia una bendición inspirada, tal bendición abarca la totalidad de la vida, no sólo esta fase que llamamos mortalidad.
El apóstol Pablo dijo: “Si solamente en esta vida tenemos esperanza en Cristo, somos los más dignos de lástima de todos los hombres.” Si no comprendemos esta gran verdad, seremos los más dignos de lástima en tiempos de necesidad, y entonces, nuestra fe a veces podrá ser desafiada; pero si tenemos una fe que mira más allá de la tumba y confiamos en la divina providencia para traer todas las cosas en su propia perspectiva a su debido tiempo, entonces tenemos esperanza, y nuestros temores se apaciguarán.”
Del Presidente Lee, aprendemos que no sabemos por qué algunos se salvan en el campo de batalla mientras que otros no, pero las promesas hechas a ellos a través de sus bendiciones patriarcales continuarán en las eternidades venideras.
Declaración de la Segunda Guerra Mundial
Durante el conflicto global que fue la Segunda Guerra Mundial, la Primera Presidencia (que consistía de Heber J. Grant y sus consejeros J. Reuben Clark y David O. McKay) emitió una declaración sobre la guerra.
Citado por futuros Profetas, la declaración aclaró la posición de la Iglesia sobre la guerra y los soldados que participan en combate:
“La Iglesia está y debe estar en contra de la guerra… No puede considerar la guerra como un medio justo para resolver disputas internacionales; esto debería y podría resolverse – estando de acuerdo las naciones – mediante negociaciones y ajustes pacíficos. La Iglesia misma no puede hacer la guerra, a menos y hasta que el Señor emita nuevos mandatos… Sin embargo los miembros de la Iglesia son ciudadanos o súbditos de soberanías sobre las cuales la Iglesia no tiene control.”
Afirmando que la Iglesia está en contra de la guerra, manteniéndose en armonía con la enseñanza de DyC 98:16, el Presidente Lee reconoció que los miembros son súbditos de soberanías.
Esto también se mantiene en armonía con el 12° Artículo de Fe: “Creemos en estar sujetos a los reyes, presidentes, gobernantes y magistrados; en obedecer, honrar y sostener la ley.” (Artículos de Fe 1:12).
La declaración también dice que los santos llamados “al servicio armado de cualquier país al que deben lealtad, es su deber cívico más elevado que cumplan con ese llamamiento. Si, responden a ese llamado y obedecen a los que están al mando sobre ellos, ellos tomarán las vidas de aquellos que luchan en su contra, y eso no los convertirá en asesinos… Porque sería un Dios cruel que castigaría a Sus hijos como pecadores morales por actos hechos por ellos como los instrumentos inocentes de un soberano a quien Él le había dicho que obedezcan y cuya voluntad fueron incapaces de negarse.”
Si bien nosotros, como miembros, debemos buscar la paz, puede haber momentos en que se nos llame a participar en una guerra, y es tu “deber cívico más elevado” el cumplir con ese llamado.
Este artículo fue escrito originalmente por Katie Lambert y fue publicado por ldsliving.com bajo el título: “What Prophets Have Said About War”