Cada vez que uno de los Doce expresa en la Conferencia General que es un Testigo Especial de Jesucristo, por dentro pienso en algo como: “Genial, eso básicamente significa que estuvo hablando con Jesús antes de esta reunión”.
La verdad es que creo que muchos de nosotros asumimos que cuando un apóstol dice que es un “testigo especial” de la divinidad de Cristo, en realidad está diciendo que físicamente ha visto a Jesucristo.
Pero, ¿será cierto eso? ¿Qué implica exactamente el ser un “testigo especial”? ¿Y un miembro de los Doce (y la Primera Presidencia) tiene que ver a Cristo para ser un apóstol?
Para ser completamente honestos, las respuestas a todas estas preguntas a veces no parecen ser muy claras, pero la verdad es que hay muchas cosas que sí sabemos.
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¿Qué son los “testigos especiales”?
El rol de un testigo especial es, esencialmente, testificar del mundo de Jesucristo. Esto es diferente de un testigo regular de Cristo, ya que normalmente sólo hemos sido llamados a testificar de manera local.
El término “testigo especial” viene de DyC 107: 23:
“Los doce consejeros viajantes son llamados para ser los Doce Apóstoles, o sea, testigos especiales del nombre de Cristo en todo el mundo, y así se distinguen de los otros oficiales de la iglesia en los deberes de su llamamiento.”
Los Doce y la Primera Presidencia, están llamados a testificar de Cristo, de Su divinidad, Su misión y Su evangelio, a todo el mundo. Obviamente, esto entra en juego en la Conferencia General, que se transmite en todo el mundo, pero también se aplica a las docenas de viajes que realizan cada año a diferentes países.
Hablando sobre el rol de un testigo especial, David A. Bednar dijo:
“Hay una investidura de poder espiritual que asiste al oficio del apostolado. Cuando uno es ordenado para el oficio de apóstol en el sacerdocio, y luego apartado como miembro del Quórum de los Doce y recibe las llaves del reino, el permiso para dirigir la obra para el sacerdocio en todo el mundo, son poderes espirituales que asisten a la obra.
Eso también se aplica a un niño de doce años que fue llamado a ser Presidente del Quórum de diáconos. Por ahora tiene un campo más pequeño en el que trabajar, un quórum, pero el principio es el mismo. Nuestro campo es el mundo entero; para ese niño de doce años, podrían ser seis, siete u ocho jóvenes en el Quórum de ese Diácono.”
Básicamente, entonces, el rol de un testigo especial tiene que ver con testificar y a quiénes predican las autoridades generales.
¿Las Autoridades Generales necesitan ver al Salvador?
Fair Mormon expresó:
“Los apóstoles son ciertamente más que un testigo “regular” de Cristo. Se les considera “testigos especiales”. Los apóstoles también están en posición de liderar y guiar a la Iglesia y a los santos. Ellos son llamados por Dios y son considerados por Él como dignos de tal asignación.
Esto no ha cambiado en 2000 años. Sin embargo, ¿cuáles son los criterios para ser considerado un apóstol? Más allá de lo que ya hemos dicho, no se me ocurre nada en especial. Ellos son llamados y ordenados por Dios, a través de otros apóstoles.
Pero, ¿significa el calificativo de “testigo especial” que han visto literalmente al Salvador resucitado? ¿Es este un requisito o algún tipo de beneficio automático para convertirse en un apóstol?
Si bien muchas personas pueden tener diferentes opiniones sobre el tema, las Escrituras no hablan sobre el asunto, y otras declaraciones proféticas que pueden confirmar o negar tal creencia no están disponibles. En otras palabras, considerar una visión literal de Cristo como un requisito apostólico no tiene una base doctrinal.” (énfasis agregado).
En ese sentido, el Elder Howard W. Hunter, entonces miembro del Quórum de los Doce, comentó:
“En nuestros días el Señor ha llamado una vez más apóstoles. Estos apóstoles han sido ordenados como testigos especiales de Cristo en todo el mundo. Conocen la realidad de Cristo y Su redención con una certeza nacida del Espíritu.
Es por el poder del Espíritu Santo que doy mi testimonio. Sé de la realidad de Cristo como si lo hubiera visto con mis ojos y escuchado con mis oídos. También sé que el Espíritu Santo confirmará la veracidad de mi testimonio en los corazones de todos los que escuchan con un oído de fe.” (énfasis agregado).
Así como Fair Mormon nos recuerda, no hay una evidencia doctrinal ni estipulación de que uno deba ver físicamente al Salvador para que se convierta en un apóstol.
La respuesta del Elder Hunter no da una respuesta definitiva sobre si ha visto al Salvador, aunque sí dice que es “como si” lo hubiera visto, tal vez indicando que no lo había visto en la carne (al menos no) hasta ese punto, aunque eso es meramente una especulación.
Pero honestamente, realmente no importa si alguien, incluso un “testigo especial”, ve a Cristo o no. No necesitas verlo para saber que Él vive.
Por qué no necesitamos saber
El Elder Boyd K. Packer fue una de las mayores fuentes espirituales que he escuchado hablar, y reflexionó poderosamente sobre la pregunta de la gente con respecto a si los apóstoles ven al Salvador.
“En ocasiones, durante el año pasado me hicieron una pregunta. Por lo general, se trataba de una pregunta curiosa, casi vaga, sobre los requisitos para ser testigo de Cristo. La pregunta que me hacían es: “¿Has visto [a Jesucristo]?”
Esa es una pregunta que nunca le he hecho a alguien. No he hecho esa pregunta a mis hermanos en el Quórum, pensando que sería demasiado sagrado y personal que uno tendría que tener alguna inspiración especial, de hecho, alguna autorización, incluso para pedirla.
Hay algunas cosas demasiado sagradas como para hablarlas…
Hay quienes escuchan los testimonios transmitidos en la Iglesia, por los líderes y por los miembros en los barrios y ramas, todos usando las mismas palabras: “Sé que Dios vive; Sé que Jesús es el Cristo”, y me pregunto: “¿Por qué no se puede decir con palabras sencillas? ¿Por qué no son más explícitos y más descriptivos? ¿No pueden los apóstoles decir más?”
Al igual que [nuestra] experiencia sagrada en el templo, se convierte en nuestro testimonio personal. Es sagrado, y cuando solemos ponerlo en palabras, lo decimos de la misma manera, todos usando las mismas palabras.
Los apóstoles lo declaran en las mismas frases como los niños de la Primaria o en la Escuela Dominical. “Sé que Dios vive y sé que Jesús es el Cristo”.
Dije que había una pregunta que no podía tomarse a la ligera ni responder en absoluto sin el impulso del Espíritu. No le he hecho esa pregunta a otros, pero los he escuchado responderla, pero no cuando se les preguntó.
Lo han respondido bajo la guía del Espíritu, en ocasiones sagradas, cuando “el Espíritu les dio testimonio” (DyC 1:39).
He escuchado a uno de mis hermanos declarar: “Sé por experiencias, demasiado sagradas para ser contadas, que Jesús es el Cristo.”
He escuchado otro testimonio: “Sé que Dios vive; Sé que el Señor vive. Y más que eso, conozco al Señor.”
No fueron sus palabras las que sostuvieron el significado o el poder. Fue el Espíritu. “…porque cuando un hombre habla por el poder del Santo Espíritu, el poder del Espíritu Santo lo lleva al corazón de los hijos de los hombres.” (2 Ne. 33: 1).
Me refiero a este tema con humildad, con el sentimiento constante de que soy el más pequeño de todos los que han sido llamados a este santo oficio…
Ahora, me pregunto por qué alguien como yo debería ser llamado al santo apostolado. Hay tantas características que me faltan. Hay tanto en mi esfuerzo por servir que falta. Como lo he pensado, he llegado a una sola conclusión, una calificación que puede ser la razón, y es que poseo ese testimonio.
Les declaro que sé que Jesús es el Cristo. Sé que él vive. Nació en el meridiano de los tiempos. Él enseñó Au evangelio, fue probado, fue crucificado. Se levantó al tercer día. Él fue el primer fruto de la resurrección. Él tiene un cuerpo de carne y hueso. De esto doy testimonio. De él soy testigo.” (énfasis añadido).
Ver al Salvador es una experiencia profundamente personal y sagrada, una que si la hubiera tenido, no querría (o ni siquiera me sentiría autorizado) compartir con mis amigos, y mucho menos con millones de personas.
Nuestro testimonio de la divinidad del Salvador no proviene de verlo, sino del Espíritu que testifica de Cristo. Como Tomás nos lo recuerda, sin fe, el ver no es suficiente.
Entonces, honestamente, no importa si los “testigos especiales” han visto al Salvador, porque saben que Él vive.
Eso es todo lo que realmente importa.
Este artículo fue escrito originalmente por Amy Keim y fue publicado originalmente por thirdhour.org bajo el título “What Does Being a “Special Witness” of Christ Even Mean?”