Al hacer convenios en el templo, recibimos las bendiciones prometidas del Padre Celestial. Algunas de ellas se cumplirán en esta vida y otras en la eternidad, según nuestra obediencia.
Tres de esas bendiciones prometidas son:
1. Poder para ser investido de dones espirituales
“Tener el privilegio de recibir los misterios del reino de los cielos, ver abiertos los cielos, comunicarse con la asamblea general e iglesia del Primogénito, y gozar de la comunión y presencia de Dios el Padre y de Jesús, el mediador del nuevo convenio”. (Doctrina y Convenios 107:18-19)
Mediante las ordenanzas y los convenios en el templo, se nos promete poder espiritual en esta vida:
- “Los misterios del reino de los cielos”: Poder para recibir revelación
- “Ver abiertos los cielos”: Poder para invocar a los cielos y hacer que nos escuchen.
- “Comunicarse con la asamblea general e iglesia del Primogénito”: Poder para tener la ministración prometida de ángeles para ayudarnos.
- “Gozar de la comunión y presencia de Dios el Padre y de Jesús, el mediador del nuevo convenio”: Poder para llegar a conocer verdaderamente a nuestro Salvador y Padre Celestial, y tener una relación más cercana con ellos.
A través de la investidura, se nos promete poder en esta vida para realizar obras maravillosas y hacer que sucedan milagros más allá de nuestras propias capacidades.
Se nos promete poder para discernir la verdad del error; entender de manera más profunda los propósitos y planes de Dios para Sus hijos; y tener mayor esperanza y paz en medio de las exigencias y dificultades diarias de la vida.
Esta es la investidura mortal de poder que Dios prometió desde 1831:
“Fue por lo que os di el mandamiento de trasladaros a Ohio; y allí os daré mi ley, y allí seréis investidos con poder de lo alto“. (Doctrina y Convenios 38:32)
Recuerda, las ordenanzas activan el poder de la divinidad en nuestra vida (véase Doctrina y Convenios 84:20–21).
2. Poder para convertirte en el pueblo elegido de Dios
Muchas personas en el mundo están confundidas con respecto a su identidad y propósito en la vida. Sin embargo, nosotros tenemos la bendición de que a medida que entremos y sigamos el santo orden del convenio de Dios, nos daremos cuenta del verdadero propósito de la mortalidad.
Al comprender esta perspectiva exaltada, gozaremos del amor de Dios y querremos compartirlo con los demás. Asimismo, nos llenaremos del gran don de la caridad.
El templo no nos absolverá de los desafíos de la vida terrenal. Sin embargo, nos dará el conocimiento, la fortaleza, la visión y la capacidad para superarlos a través de la gracia de Dios.
Su nombre está y estará sobre nosotros, nos armará de poder, gloria y ángeles, que nos protegerán y ayudarán en nuestra vida diaria (véase Doctrina y Convenios 109:22).
Este poder se vuelve nuestro a través de los convenios del sacerdocio y, gracias a ello, podemos llegar a ser los elegidos o los hijos escogidos de Dios (Mosíah 27:25; Éter 3:14; Doctrina y Convenios 25:1).
3. Poder para llegar a ser exaltado
Si vivimos según los santos convenios que se nos enseñaron en el templo, un día recibiremos la plenitud del sacerdocio de Dios o, mejor dicho, todo lo que Él tiene.
Recibiremos “tronos, reinos, principados y potestades y dominios” (Doctrina y Convenios 132:19).
Aquellos que sean exaltados en el reino celestial serán “sacerdotes y reyes [y sacerdotisas y reinas], que han recibido de su plenitud . . . según el orden de Melquisedec” (Doctrina y Convenios 76:56–57).
Es importante destacar que la promesa de la exaltación es familiar. No hay monarcas solitarios en el cielo, no hay rey sin reina, o viceversa.
Mientras que la salvación es individual, la exaltación es matrimonial.
Una de las ideas doctrinales más importantes de la restauración es que las mujeres y los hombres pueden llegar a ser como Dios.
Sin embargo, para lograrlo deben “entrar en este orden del sacerdocio [es decir, el nuevo y sempiterno convenio del matrimonio]” (Doctrina y Convenios 131:2).
Si bien existen múltiples factores, que están fuera de nuestro control, que influyen en si tendremos un matrimonio eterno en esta vida o no, los profetas siempre nos han enseñado:
“El Señor ha prometido que en la eternidad no se negara ninguna bendición a Sus hijos que obedezcan los mandamientos, sean fieles a sus convenios con El y deseen lo correcto” (Gran Plan de Salvación, élder Dallin H. Oaks).
Todos los que hagan y guarden sus convenios con Dios recibirán la promesa de la vida eterna y la exaltación, incluso las bendiciones eternas del matrimonio y la familia.
Las ordenanzas y los convenios del templo no solo prometen estas bendiciones, sino que nos ayudan a verlas y experimentarlas de manera momentánea mientras participamos en la ceremonia de investidura.
A través de ella, podemos vislumbrar nuestra identidad y propósito eternos.
*Portada: Foto de la Iglesia de Jesucristo.
Fuente: LDS Living