El profeta José Smith enseñó por primera vez acerca de la ordenanza del bautismo por los muertos durante un sermón en un funeral un 15 de agosto de 1840. Él leyó de 1 Corintios 15, incluso el versículo 29, y anunció que el Señor iba a permitir a los miembros de la Iglesia bautizarse a favor de amigos y familiares que habían salido de esta vida. Les dijo: “que el plan de salvación tenía por objeto salvar a todos los que estuvieran dispuestos a obedecer los requisitos de la ley de Dios” (Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: José Smith, 2007, pág. 429). Entérese más sobre esta doctrina de la Iglesia.
El mismo Jesucristo, aunque libre de pecado, fue bautizado para cumplir toda justicia y mostrar a la humanidad el camino (véase Mateo 3:13-17; 2 Nefi 31:5-12). Vemos, que el bautismo es esencial para la salvación en el reino de Dios. Aprendemos en el Nuevo Testamento que en la época de Pablo se hacían bautismos por los muertos (véase 1 Corintios 15:29). Esta ordenanza se restauró junto con el establecimiento de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.
Debido a que no todas las personas que han vivido sobre la tierra han tenido la oportunidad de ser bautizadas bajo la debida autoridad, se pueden efectuar bautismos vicarios, esto es que una persona que esté viva puede ser bautizada a favor de una persona fallecida. Los miembros de la Iglesia efectúan bautismos por los muertos en los templos de todo el mundo.
A veces las personas se preguntan si en este proceso los restos mortales de un difunto sufren alguna perturbación, la respuesta es no. El representante vicario sólo usa el nombre del fallecido. Para evitar duplicación de labores, la Iglesia mantiene un registro de las personas muertas que han sido bautizadas. Algunas personas han pensado erróneamente que cuando se efectúan bautismos por los muertos, los nombres de estas personas se agregan a los registros de miembros de la Iglesia. Esto no es así.
Lo que el bautismo por los muertos significa para los mormones
El siguiente es un articulo publicado en el Washington Post por Michael R. Otterson, Director de Asuntos Públicos de la Iglesia, en el que reflexiona sobre el significado del bautismo por los muertos y habla sobre las violaciones en la política de la Iglesia por los bautimos de victimas del holocausto Judío.
Hacia finales de Mayo de 1970, me encontraba parado con el agua hasta la cintura dentro de una pila bautismal en el templo de Hamilton, Nueva Zelanda, mientras el nombre de mi difunto padre era leído en voz alta. Momentos después, en su representación, fui sumergido en agua, en un bautismo por inmersión completa como lo manda la Biblia, el cual es un símbolo poderoso de renacimiento y entrada al reino de Dios.
Esa fue mi primera visita a un templo de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días – y mi primera experiencia de lo que los Mormones llaman “bautismo por los muertos” – fue una de las experiencias religiosas mas intensas e importantes de mi vida.
Yo tenia 22 años en 1970, pero nunca había conocido en persona a mi padre en cuya representación acababa de ser bautizado. Durante la Segunda Guerra Mundial sirvió en el Ejercito de Inglaterra. Después de su participación en Francia, fue capturado por las fuerzas de Rommel en el Norte de África y pasó los próximos tres años detrás de un alambrado de púas como prisionero de guerra en Libia, Italia y Alemania.
Cuatro años después de que regresó de sus privaciones y vejaciones en la guerra, a los 37 años y con aparentemente toda una vida por delante, tuvo un accidente de motocicleta en una carretera del campo galés y murió. Yo sólo tenía nueve meses. A través de mi infancia, mi madre ocasionalmente me contaba historias de mi padre, pero yo crecí sin un recuerdo personal de él – sólo con un sentido vago de cabos sueltos y preguntas sin contestar.
La experiencia del templo, sin embargo, cambió todo eso. Cuando salí del templo ese día en 1970, comencé una búsqueda de toda información que pudiera encontrar sobre mi padre. Realicé entrevistas, descubrí cartas y diarios y encontré recuerdos escritos en papel. Recorrí sus pasos en Alemania desde el momento en que el campo de prisioneros de guerra en el que él estaba fue liberado. Sé el título de cada uno de la docena de libros que leyó durante su cautiverio. Mi padre ya no era una pregunta sin contestar ni un misterio sin descifrar; para mí, se convirtió en una persona real y mi amor por él se ha vuelto tan real como el amor que le tengo a la madre que me crió.
Para mí y otros Santos de los Últimos Días como yo, estos sentimientos profundamente atesorados no son sólo una consecuencia de un pasatiempo altamente desarrollado. Son el reflejo de una práctica clave para nuestra fe y que están fundados en enseñanzas bíblicas. Son el cumplimiento de los escritos proféticos al final de Antiguo Testamento, en los últimos versos del libro de Malaquías.
“El hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres …”
Los Mormones adhieren un gran significado a este versículo, así como lo hacen a las referencias en el Nuevo Testamento sobre la enseñanza a los muertos. Si Jesucristo predicó a los espíritus de aquellos que han dejado esta vida, eso presupone que tenían el albedrío moral para aceptar o rechazar lo que les estaba enseñando. ¿Qué cosas adicionales les estaba enseñando que no supieran ya? Combinado con otras referencias y una mención específica del bautismo por los muertos en una de las cartas de Pablo, estas escrituras forman el fundamento teológico de la obra en los templos Mormones.
Esta entera labor de amor, como lo ven los Mormones, se basa en la premisa de que aquellos que han dejado esta vida tienen la elección de aceptar o rechazar el gesto. Yo sabía, cuando llevé a cabo el bautismo vicario a favor de mi padre, que el era un devoto cristiano, convertido en tal por los ritos establecidos por la Iglesia de Inglaterra cuando apenas era un bebe. Mi gesto a su favor no le quitó nada, ni a la vida que tuvo ni a la esencia de su persona. Si hay una vida después de esta – una creencia que claramente compartíamos él y yo – entonces yo le agregué esta oportunidad a la bondad de su vida corta y digna pero llena de propósito.
En las doctrinas incluidas en mi fe en particular, mi ofrenda le abrió posibilidades eternas, incluyendo el sellamiento de su matrimonio a mi madre. Lejos de menospreciar las persuasiones religiosas de mi padre, él retiene cada onza de su propio albedrío, lo que le permite aceptar lo que hice a su favor. En mi corazón, quiero creer que lo aceptó, pero no puedo saber eso en este momento. De lo que sí estoy seguro, sin embargo, es que mi padre no estará ofendido por este generoso regalo, dado sinceramente por su hijo. Lo peor que puedo imaginar es “Gracias, pero no… gracias”.
Los mormones en todo el mundo cultivan una actitud de preocupación hacia sus familias fallecidas. Donde sea y por quien sea que estén llevando a cabo obra vicaria, los Santos de los Últimos Días reflexionan sobre el tiempo y el lugar en que la persona nació, y meditan sobre la vida que esas personas habrían tenido, mientras realizan el servicio a favor de los muertos. Hacemos lo que hacemos porque valoramos y respetamos cada vida y su potencial eterno.
Hace unos años, esta misma práctica Mormona del bautismo por los muertos encontró un lugar entre los reportes noticiarios porque alguien había violado la política de la Iglesia y entregó nombres de víctimas del Holocausto para bautizar, con quienes no tenían relación familiar. Esa acción inapropiada detonó muchos malentendidos sobre esta práctica sagrada.
Primero, nadie puede forzar la aceptación de un rito sagrado en otros después de que han muerto – el concepto de limitar el albedrío de otros es anatema para los Mormones. En otras palabras, de ninguna manera esta práctica “convierte” en contra de su voluntad a algún fallecido al mormonismo.
En segundo lugar, las victimas del Holocausto han sido específicamente excluidas por la iglesia misma de bautismos en el templo a menos que tengan una relación directa con el Santo de los Últimos Días que entrega el nombre – una situación poco probable debido a la naturaleza misma del Holocausto. La política misma es un gesto de respeto altamente significativo y sin precedente para aquellos que dieron su vida en el Holocausto.
Estoy agradecido por los rabinos judíos quienes entienden la situación y alzaron la voz inmediatamente para ayudar a detener esta situación tan sensible. Con más de 14 millones de miembros alrededor del mundo, la Iglesia no tiene la posibilidad de garantizar que cada miembro cumpla con sus políticas, tanto como cualquier otra fe de alcance mundial puede garantizar lo mismo.
A pesar de los mejores esfuerzos de la Iglesia, habrá aun violaciones individuales de la política y continuaremos abordándolas para minimizar estas situaciones. La iglesia está buscando todas las maneras de educar a sus miembros y de abordar las deficiencias de la tecnología. Yo tengo confianza en que la iglesia continuará haciendo todo lo que esté a su alcance para resolver estas preocupaciones legítimas mientras preserva las doctrinas centrales de la fe.
Fuente: Washington Post y Zona Mormón