Hay una historia en el Libro de Mormón concerniente a una visión dada a Lehi y luego a su hijo Nefi. Normalmente nos referimos a ella como “El Árbol de la Vida”.
En esta visión, Lehi se ve a sí mismo hallándose en un mundo desconocido y oscuro. Él desesperadamente empieza a buscar alguna fuente de luz, o de guía para que lo saque de la situación en que está. Finalmente, Lehi encuentra una “barra de hierro“. Él se ase de este símbolo de seguridad y empieza a seguir su ruta. La barra de hierro conduce finalmente a un bello árbol con un fruto que es delicioso, deseable y produce gozo en el corazón.
Después de que Lehí le dice a su familia acerca de la visión, explicando la presencia del camino y el árbol así como muchos otros aspectos de la escena, su hijo Nefi desea saber más. El desea entender lo que las palabras de su padre le dicen acerca del evangelio y como debe vivir su vida. Cuando él pide a Dios entendimiento, se le concede a Nefi una visión de los mismos sucesos; sin embargo, también se le provee una guía para ayudarlo a entender lo que está viendo.
Cada parte de la visión le dice a Nefi algo más acerca del mundo en el que vive y el plan eterno de Dios para la felicidad del hombre. Hay dos partes de esta visión que son centrales para esta felicidad: la barra y el árbol.
Cuando es asida firmemente, la barra provee un camino seguro y directo al árbol. Nefi aprende que esta barra está disponible para todos los hombres; algunos se asirán a ella firmemente, algunos empezarán con ella a su alcance y luego la soltarán, algunos se rehusarán totalmente a usarla. Cualesquiera que sean las elecciones del hombre, la barra está ahí como una guía. La barra que se ofrece a cada una de nosotros es la palabra de dios, Sus escrituras, la doctrina de Cristo. Es Su evangelio que puede hacer que nuestros pasos sean seguros y firmes. Es Su camino de verdad que nos llevará a la presencia del Padre para morar en gozo y paz. El árbol representa esta meta: el amor de Dios hacia cada uno de nosotros y Su amoroso llamado a la vida eterna.
“Y me dijeron: ¿Qué significa la barra de hierro, que nuestro padre vio, que conducía al árbol?
Y les dije que era la palabra de Dios; y que quienes escucharan la palabra de Dios y se aferraran a ella, no perecerían jamás; ni los vencerían las tentaciones ni los ardientes dardos del adversario para cegarlos y llevarlos hasta la destrucción.” 1 Nefi 15:23-24
Es un simple mensaje, realmente. Pero, contiene una significativa promesa. Las doctrinas de Cristo nos conducirán al hogar.
Entonces, la pregunta se convierte en: ¿Cómo nos asimos de la barra? El Salvador provee la respuesta.
“Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí.” Juan 5:39
Esta es la oración que Henry B. Eyring pronuncia por la juventud. Pero su mensaje y promesas son aplicables también a cada uno de nosotros.
“El evangelio puro de Jesucristo debe fluir al corazón de los jóvenes por el poder del Espíritu Santo. No será suficiente que ellos hayan tenido un testimonio espiritual de la verdad y deseen buenas cosas después. No será suficiente que ellos tengan esperanza en una limpieza y fortalecimiento futuros. Nuestro objetivo debe se que ellos estén verdaderamente convertidos al evangelio restaurado de Jesucristo mientras están jóvenes.
Entonces ellos habrán ganado una fortaleza por los que ellos son, no solamente por lo que ellos saben. Se convertirán en discípulos de Cristo. Serán Sus hijos espirituales quienes siempre lo recuerden con gratitud y fe. Entonces tendrán el Espíritu Santo como un compañero constante. Sus corazones se volverán hacia en el exterior, preocupados por el bienestar temporal y espiritual de los demás. Ellos caminarán humildemente. Se sentirán limpios, y aborrecerán la maldad”. Debemos elevar nuestra vista, Henry B. Eyring.
En las escrituras encontramos la doctrina de Cristo, empezamos a comprender Sus caminos, y escuchar Su voz llamándonos hacia la eternidad. Para ser un discípulo de Cristo, cada persona necesita aprender cómo venir a Cristo y ser perfeccionado en Él. Cada uno de nosotros necesita entender Sus palabras mediante el estudio diligente, cada día, en lugar de una lectura casual. Se nos dice que ganemos un asidero firme de la barra, no sólo tocarla ligeramente, para que no lleguemos a perdernos en un mundo confuso. Ese asimiento, la diligencia que ponemos en aprender y ejemplificar las doctrinas de Cristo, es lo que escribe un testimonio del Salvador en nuestros corazones y mantiene nuestros pies firmemente plantados en Sus caminos.
Por Alison Palmer el 26 de febrero de 2008