¿Como creas recuerdos para cosas que son especiales para ti? ¿Guardas un diario o álbum de fotos, o tienes algún otro método favorito para recordar sentimientos y alegría de experiencias pasadas?
El convenio del bautismo es una de las más alegres y sagradas bendiciones en la vida de un discípulo. Desafortunadamente, si no tomamos la oportunidad de recordar los convenios que hemos realizado y los sentimientos asociados con ellos, se vuelve demasiado sencillo que esta promesa pueda llegar a perderse con las tensiones sin importancia de la vida diaria. A causa del gran amor de nuestro Padre Celestial por nosotros y Su gran entendimiento de las debilidades humanas, Él nos otorga un método igualmente sagrado para poder recordar esta experiencia.
Cada semana, cuando nos reunimos el domingo, nos es dada la oportunidad de tomar los sacramentos. El Señor nos ha mandado aprovechar esta oportunidad. Él nos ha prometido que si vamos a Él para renovar y recordar nuestro convenio del bautismo, también será renovada nuestra fortaleza y convicción de seguir a Cristo y nos será agregada protección de las maldades que cada día encontremos en el mundo.
“Y para que más íntegramente te conserves sin mancha del mundo, irás a la casa de oración y ofrecerás tus sacramentos en mi día santo” (Doctrina y Convenios 59:9).
Cristo, al enfrentar Su última noche con los discípulos, antes de su sacrificio final, Él tuvo dos cosas específicas que enseñarles.
Éstas fueron las cosas que quiso que tuvieran la mayor impresión en ellos. La primera fue Su ejemplo de servicio y un mandamiento a llegar a ser como Él. Sólo como lo fue para ellos, es nuestra voluntad de servir y nuestro deseo de bondad que nos une a Él. El segundo fue el sacramento. Jesucristo les dio una ordenanza específicamente designada para ayudar a sus discípulos a recordarle, estar unidos a Él y honrar las promesas que le hicieron.
“Y mientras comían, tomó Jesús el pan, y bendijo, y lo partió, y dio a sus discípulos, y dijo: Tomad, comed; éste es mi cuerpo.
Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos;
Porque esto es mi sangre del Nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados.” (Mateo 26:26-28).
Jesús trajo esta misma ordenanza a las Américas cuando Él visitó a su pueblo luego de su resurrección.
“Y aconteció que Jesús mandó a sus discípulos que le llevasen pan y vino.
Y mientras fueron a traer el pan y el vino, mandó a la multitud que se sentara en el suelo.
Y cuando los discípulos hubieron llegado con pan y vino, tomó el pan y lo partió y lo bendijo; y dio a los discípulos y les mandó que comiesen.
Y cuando hubieron comido y fueron llenos, mandó que dieran a la multitud.
Y cuando la multitud comió y fue llena, dijo a los discípulos: He aquí, uno de vosotros será ordenado; y a él le daré poder para partir pan y bendecirlo y darlo a los de mi iglesia, a todos los que crean y se bauticen en mi nombre.
Y siempre procuraréis hacer esto, tal como yo lo he hecho, así como he partido pan y lo he bendecido y os lo he dado.
Y haréis esto en memoria de mi cuerpo que os he mostrado. Y será un testimonio al Padre de que siempre os acordáis de mí. Y si os acordáis siempre de mí, tendréis mi Espíritu para que esté con vosotros.
Y sucedió que cuando hubo dicho estas palabras, mandó a sus discípulos que tomaran del vino de la copa y bebieran de él, y que dieran también a los de la multitud para que bebiesen.
Y aconteció que así lo hicieron, y bebieron y fueron llenos; y dieron a los de la multitud, y éstos bebieron y fueron llenos.
Y cuando los discípulos hubieron hecho esto, Jesús les dijo: Benditos sois por esto que habéis hecho; porque esto cumple mis mandamientos, y esto testifica al Padre que estáis dispuestos a hacer lo que os he mandado.
Y siempre haréis esto por todos los que se arrepientan y se bauticen en mi nombre; y lo haréis en memoria de mi sangre, que he vertido por vosotros, para que testifiquéis al Padre que siempre os acordáis de mí. Y si os acordáis siempre de mí, tendréis mi Espíritu para que esté con vosotros.
Y os doy el mandamiento de que hagáis estas cosas. Y si hacéis siempre estas cosas, benditos sois, porque estáis edificados sobre mi roca”. (3 Nefi 18:1 – 12)
Al bautizarnos nos comprometemos con Cristo y mostramos voluntad al llevar Su nombre en cada aspecto de nuestras vidas, de tratar de vivir Su evangelio y llegar a ser como Él. Cuando tomamos el sacramento volvemos a esa sagrada promesa.
Nos ubicamos en una atmósfera sagrada donde podemos sentarnos al los pies del Padre y analizar nuestras vidas y rededicación a Jesucristo. Le agradecemos por el sacrificio expiatorio del Salvador, que recordamos a través del pan y el agua.
Le agradecemos por la oportunidad que nos da de arrepentirnos, de buscar el perdón y empezar cada día con una mayor convicción de poner nuestras vidas en armonía con el evangelio y sus mandamientos. Nos retiramos bendecidos con el espíritu de Jesucristo que nos edifica y guía a través de la vida hasta que nuevamente nos reunamos y renovemos nuestros convenios.
Por Alison Palmer, el 12 de febrero de 2008. Traducido por Gonzalo C.