Recientemente, el élder Neil L. Andersen, del Cuórum de los Doce Apóstoles, ha destacado una verdad profunda y significativa para los miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días: recibir la investidura del templo es un momento crucial en la vida espiritual de cada persona.
Es un paso que marca una transición hacia la adultez espiritual, una señal clara de compromiso y disposición ante Dios.
La investidura: Un momento decisivo
A través de Facebook e Instagram, el élder Andresen declaró:
“La decisión de entrar en el templo para recibir tu propia investidura y hacer convenios sagrados es un indicador distintivo, una transición, un pasaje en tu vida, que afirma tu deseo y disposición ante Dios de que conscientemente das el paso para pasar a la edad adulta espiritual”.
Perspectiva eterna en un mundo cambiante
El apóstol también dijo que en un mundo donde la incertidumbre y el cambio son constantes, las ordenanzas del templo y la investidura nos brindan una perspectiva que trasciende el tiempo.
En la Casa del Señor, encontramos guía y conocimiento que nos ayudan a seguir mejor a Jesucristo y a prepararnos para la vida eterna con Dios. Es un refugio de paz, donde podemos ver claramente el plan divino para nosotros.
El plan de Dios para Sus hijos
El templo no solo nos ofrece un vistazo de la eternidad, sino que también nos ayuda a comprender el amor y la preocupación que Dios tiene por cada uno de Sus hijos.
A través de las enseñanzas y las ordenanzas del templo, se nos revela el plan de felicidad que nuestro Padre Celestial tiene para nosotros, dándonos dirección y propósito en nuestra vida diaria.
Un llamado a todos
El élder Andersen nos invita a todos a considerar la importancia de la investidura del templo. Es una oportunidad para renovar nuestro compromiso con Dios y fortalecer nuestra fe en Jesucristo.
Al recibir nuestra propia investidura, damos un paso significativo hacia la madurez espiritual, afirmando nuestro deseo de vivir según los principios eternos y preparándonos para una vida eterna en la presencia de nuestro Padre Celestial.