En el palacio de Herodes, Poncio Pilato llevó al Salvador ante los líderes judíos para poner el destino de Cristo en sus manos.
Al no haber encontrado ninguna falta en el Salvador, Pilato permitió que el pueblo judío condenara a muerte a Cristo por crucifixión.
“Y viendo Pilato que nada adelantaba, sino que se hacía más alboroto, tomó agua y se lavó las manos delante del pueblo, diciendo: Inocente soy yo de la sangre de este justo. ¡Allá vosotros!” (Mateo 27:24).
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La respuesta que brindó el pueblo judío revela algo más sobre la Expiación del Salvador.
“Y respondiendo todo el pueblo, dijo: Su sangre sea sobre nosotros y sobre nuestros hijos.” (Mateo 27:25).
Ahí, entre ese grupo se encontraban muchos de los sacerdotes del templo, incluido el mismo sumo sacerdote que entendía bien el concepto de una expiación por sangre.
La palabra expiación o khapper en hebreo, significa cubrir, borrar, reparar, justificar o anular.
Para los sacerdotes, el término expiación también tuvo una aplicación literal durante los sacrificios realizados en el templo.
Dependiendo del tipo de sacrificio que el sacerdote estaba ofreciendo, una porción de la sangre del animal se frotaba en los cuernos del altar, se salpicaba a los costados del altar o se derramaba en la base.
En el día de la Expiación (el día más sagrado del año), el Sumo Sacerdote también frotaba la sangre en los cuernos del altar del incienso y rociaba sangre delante del velo.
El Sumo Sacerdote también entraría en el Lugar Santísimo y con la sangre del sacrificio salpicaba siete veces la sangre sobre el Arca de la Alianza.
Este “cubrimiento” con sangre en los diversos muebles dentro del Tabernáculo y los templos posteriores representó que la sangre del sacrificio cubría, o llevaba a cabo la expiación por los pecados de todo Israel.
Debido a estos rituales, el acto de cubrir con sangre y la expiación fueron intercambiables para el pueblo israelita.
Los líderes judíos no tenían la intención de dar a entender que la sangre de Jesús los perdonaría o los cubriría, pero el simbolismo de las palabras que usaron es una verdad eterna.
Su petición de que la sangre del Cordero de Dios, quien sería sacrificado por sus pecados, vendría sobre ellos o los cubriría es verdadera y no lo sabían. Cristo sufrió por toda la humanidad, y eso incluye a quienes lo acusaron.
Es por eso que resulta irónico que ese pueblo hubiese dicho que la sangre de Cristo sea sobre ellos.
Lo que es más poderoso aún es la declaración de que la sangre de Cristo estará sobre sus hijos, ya que todos, tanto judíos como gentiles, deberán formar parte del linaje de Abraham, convirtiéndose así en hijos de Abraham, Isaac y Jacob.
Cada uno de nosotros, en esencia, somos parte de la multitud que solicitó que la sangre de Jesús los cubra. Como pecadores, cada uno de nosotros tiene la necesidad de que nuestros pecados sean borrados, o “cubiertos” para que Dios no los recuerde más.
En verdad, es por Su sangre la cual es sobre nosotros que somos perdonados.
Cuán proféticas son las palabras de estos hombres inicuos que, al intentar llevar esa culpar sobre sus hijos, en realidad ayudaron a proporcionar los medios de salvación a sus hijos a través de la sangre del Cordero de Dios. El Cordero, que por ellos, y por su petición, fue muerto.
Este artículo fue escrito originalmente por Lds Living Staff y fue publicado originalmente por ldsliving.com bajo el título ““His Blood Be on Us”: What the Trial of Jesus Reveals About the Atonement ”