Por Lehi Vega

El Señor dio esta revelación y dijo: Para que “fuesen fortalecidos y bendecidos de lo alto y recibieran conocimiento de cuando en cuando…” (D. y C. 1:28)

En cierta parte se refirió a las Conferencias Generales que se realizan cada seis meses por medio de nuestros líderes, a cada una de las instrucciones que recibimos  y también se refirió a aquella conversación de nuestro Salvador Jesucristo con aquel intérprete de la ley en el Nuevo testamento

“Y he aquí, un intérprete de la ley se levantó y dijo, para tentarle: Maestro, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?

Y él le dijo: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees?

Y él, respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo” (Lucas 10:25-27).

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Como hijos de Dios y como miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días tenemos el privilegio de ser dirigidos por un Profeta y Doce Apóstoles como en la antigüedad, y el mayor  privilegio que se nos da al tenerlos, es poder escucharlos cada 6 meses en una conferencia general y poder recibir la guía e inspiración… sé que seguramente muchos han sido influenciados del poder de lo alto.

Hablando específicamente del discurso “Los misericordiosos obtienen misericordia”, del Elder Dieter F .Uchtdorf  en el que él mismo dijo:

“Su confianza no se basaba tanto en la habilidad de los discursantes como en “la virtud de la palabra de Dios” que tiene “un efecto más potente en la mente del pueblo que…cualquier otra cosa””.

Sé que toco el corazón de muchas personas ante uno de los temas que más  abundan, la discordia y la enemistad… Que personalmente me  hizo recordar aquella experiencia en mi misión: Ángela, conoció la Iglesia y a los misioneros a la edad de 12 años, junto con su familia en la ciudad de Lima, Perú. Ellos estaban en búsqueda de la verdad  sin embargo el unirse a la Iglesia y vivir de acuerdo al evangelio no fue nada fácil para ella y su familia ya que encontró diferentes desafíos

Su familia de tradiciones diferentes fue una oposición para ella que por meses había estado escuchando diferentes congregaciones en busca de la verdad, hasta que por fin pudo encontrar aquella que parecía llenar el vacío que tenía. Pero cierta ocasión pareció que esa verdad que había encontrado no le interesaba más.

Tuve la oportunidad de enseñarle como misionero a ella y su familia y nunca pensamos que otra oposición se encontraría ahí donde parecía llenar el vacío, entre los miembros de la Iglesia. Y lo que parecía ser una gran experiencia empezó a ser un declive total.

Todo comenzó con las jovencitas de la Iglesia, como toda joven pudo entablar conversación y amistad rápidamente, de pronto esa amistad que pudo encontrar ahí se convirtió en chismes, falsas acusaciones en contra de ella, toda la felicidad y el vacío que había llenado se acabó. ¡No quería saber más!

Ni ella ni su familia querían saber más de la Iglesia, fue cuando pensamos y nos quedamos reflexionando sobre que podríamos hacer para ayudarles: Lo primero fue hablar con la Presidenta de las Mujeres Jóvenes, después con algunas de estas chicas y se llegó a un acuerdo, tener una reunión en casa de ella con cada una de las jóvenes, en la cuales se tocó el tema y  se aclaró todo.

Ellas ahora son buenas amigas. Nos quedamos pensando que hubiese pasado si, no se hubiera arreglado el asunto, ella y su familia no hubiesen querido saber más, se hubiesen alejado y por medio de aquellos padres e hijas se hubieses perdido generaciones. Después de un proceso de 6 meses con las hijas y 1 año con los padres, ahora son miembros de la Iglesia.

En ese momento pude comprender junto con ellos que los miembros de la “Iglesia Verdadera” también son imperfectos, pero no la Iglesia de Jesucristo. Y recordar aquella frase:

Por ser miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, dondequiera que estemos, que se nos conozca como una gente que tiene “amor los unos por los otros”.

Pero también pude recordar aquel discurso y haber recibido inspiración de lo alto cuando el Elder Dieter F. Uchtdorf dijo:

Las relaciones tensas y rotas son tan antiguas como la humanidad misma. Caín de antaño fue el primero en dejar que el cáncer de la amargura y la malicia le corrompiera el corazón; cultivó el terreno de su alma con envidia y odio, y permitió que esos sentimientos maduraran en él hasta hacer lo inconcebible: asesinar a su propio hermano y convertirse, en el proceso, en el padre de las mentiras de Satanás.

Este tema de juzgar a los demás en realidad podría enseñarse con un sermón de tres palabras. Cuando se trate de odiar, chismear, ignorar, ridiculizar, sentir rencor o el deseo de infligir daño, por favor apliquen lo siguiente:

¡Dejen de hacerlo!

Es así de sencillo. Simplemente debemos dejar de juzgar a otros y remplazar los pensamientos y sentimientos de crítica con un corazón lleno de amor por Dios y por Sus hijos. Dios es nuestro Padre, nosotros somos Sus hijos, todos somos hermanos y hermanas. No sé exactamente cómo expresar este asunto de no juzgar a los demás con la suficiente elocuencia, pasión y persuasión para que se grabe en ustedes. Podría citarles pasajes de las Escrituras, podría tratar de explicar a fondo la doctrina e incluso citar una calcomanía que vi hace poco que estaba pegada en la parte de atrás de un auto cuyo conductor parecía un tanto rústico, pero las palabras de la calcomanía me enseñaron una gran lección; decía: “No me juzgues por pecar de manera distinta a la tuya”.

“Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia” (Mateo 5:7).

Jesús dijo que es fácil amar a los que nos aman; incluso los malos pueden hacerlo. Pero Jesucristo enseñó una ley superior. Sus palabras hacen eco a través de los siglos y se dirigen a nosotros hoy; son para todos los que deseen ser Sus discípulos, son para ustedes y para mí: “Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen” (Mateo 5:44)

Mis queridos hermanos y hermanas, consideren las siguientes preguntas como una prueba introspectiva:

¿Le guardan rencor a alguien?

¿Cuentan chismes aunque lo que digan pueda ser verdad?

¿Excluyen a otras personas, se apartan de ellas o las castigan por algo que ellas han hecho?

¿Envidian en secreto a otra persona?

¿Sienten deseos de hacerle daño a alguien?

Si contestaron afirmativamente a cualquiera de esas preguntas, tal vez deberían aplicar el sermón de tres palabras que mencioné antes: ¡Dejen de hacerlo!

En un mundo lleno de acusaciones y enemistad es fácil juntar y arrojar piedras; pero antes de hacerlo, recordemos las palabras del que es nuestro Maestro y modelo: “El que de entre vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra” (Juan 8:7).

Agradezco a mi Padre Celestial por ese discurso, por la guía e inspiración de lo alto, por aquella experiencia, por  poder ayudar en el perdón de aquella joven, por la oportunidad que nos da de perdonarnos  los unos a los otros, porque ¿qué sería del mundo sin el perdón?

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