Ésta fue la mano que guió a Moisés, que fortaleció a Josué—la mano que fue ofrecida a Jacob cuando el Señor declaró: “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios…siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia.” (Isaías 41: 10) Esta fue la mano resuelta que sacó a los cambistas del templo. Ésta fue la mano amorosa que bendijo a los niños pequeños. Esta fue la mano fuerte que abrió los oídos de los sordos y que devolvió la vista a los ojos ciegos. Por esta mano fue limpiado el leproso, sanado el cojo—aun el Lázaro muerto fue levantado a vida. Con el dedo de su mano fue escrito en la arena el mensaje que el viento borró, pero que el corazón honesto si retuvo. La mano del carpintero. La mano del Maestro. La mano de Cristo. (Presidente Thomas S. Monson, Profeta y Presidente de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días)
La mano del Señor. La mano de Dios. Las manos perforadas del Redentor. ¿Quién de entre nosotros no ha visto o sentido su amor en su vida? Tal como las personas de las Escrituras vieron la mano del Señor en sus vidas, también nosotros la vemos. Quizás no tengamos el Señor viviendo y caminando entre nosotros en la carne, pero Su mano puede ser vista y su influencia se puede sentir hoy tal como lo fue en el tiempo de su ministro terrenal.
En un estante en nuestro hogar hay un regalo apreciado. No es un regalo muy caro ni raro. Pero, igual, es un tesoro para nosotros. Es un pequeño plato pintado que representa las manos del Salvador. Esta pintura sencilla de sus manos la tenemos hoy como un recordatorio visual de las muchas cosas que tratamos de poner en práctica en nuestro hogar. Nos recuerda que siempre debemos orar, recordar su sacrificio expiatorio, a levantarnos el uno al otro, amarnos el uno al otro y de ser una familia que crece junta en Cristo. Es recordatorio constante para que cada miembro de mi familia reconozca la mano del Señor en su vida diaria.
En un mensaje compartido en la Conferencia General de Octubre 2007 de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, el Presidente Henry B. Eyring, Primer Consejero en la Primera Presidencia pregunto: “¿He visto hoy la mano de Dios bendecirnos a nosotros, a nuestros hijos o a nuestra familia?”En este poderoso mensaje, el Presidente Eyring nos exhorta a encontrar la manera de reconocer y recordar la bondad del Señor, de siempre recordar a nuestro Salvador y Redentor, Jesucristo.
Una de las lecciones más grandes que he aprendido es que el Señor a veces nos bendice a través de los demás.Piense en ello, ¿cuántas veces una necesidad ha sido satisfecha por un miembro de la familia, un amigo, o hasta un desconocido? Ha sucedido en mi vida demasiadas veces para que yo las cuente. Él toca nuestra vida a través de las obras y palabras de los que nos rodean.Nosotros, a la vez, podemos ser la respuesta para la oración de alguien más a través de nuestros actos de servicio y amor. Cuando prestamos servicio el uno al otro, nos convertimos en instrumentos en las manos de Dios.
Así que hoy, mientras estoy en mi escritorio y miro cómo cae la nieve, puedo elegir molestarme que no pueda salir al supermercado. Pero en vez de hacer eso, elijo ver la mano del Señor en la belleza que nos rodea mientras los bosques alrededor de nuestra casa se transforman en una maravilla invernal. Elijo ver la mano de Dios a través de mis amigos que llamaron para ver si estaba bien. Elijo ver que la mano del Señor en el amor y confianza de nuestros hijos que saben que todo está bien porque Mamá está aquí.
¿He visto la mano del Señor hoy? Claro que sí, cientos de veces. Si se toma un momento para meditar en eso, usted también verá la mano de Dios en su día.
Por Moira Tyrell el 22/02/2008 a las 2:17:48 pm.