Tuve la bendición de servir 4 años como maestro de seminario para el barrio al que asisto.
Considero que este ha sido el llamamiento más difícil que he tenido dentro de todos mis años como miembro de la Iglesia de Jesucristo.
Como maestro, hay algunos días donde no se puede hacer ningún tipo de preparación durante el día y te presentas a seminario confiando completamente en la inspiración del Señor.
Una mañana, al momento de asistir a la Iglesia exhausto y completamente desprevenido para dar una nueva clase en base a Juan 15, recuerdo que le había comentado a los jóvenes el día anterior que esta lección iba a ser especial.
Conocía bien los pasajes de estudios anteriores, pero aún así necesitaba una enseñanza que pudiera ayudar a los jóvenes a entender la lección de ese día.
No tenía nada para esa mañana.
Después de hacer todo lo que estaba a mi alcance para cumplir con mi llamamiento, mi mente se dirigió al patio donde había una pared cubierta por una enorme vid y muchas ramas.
Cuando los jóvenes entraron por la puerta, iniciamos la lección con una primera oración, luego de esto le pedí a los chicos que se levantaran y tomaran una rama de la vid.
Cada uno llevó su rama al salón de clases y la colocaron junto a ellos, todas las ramas eran verdes y suaves. Esas ramas parecían muy vivas.
Con esto en mente, leímos Juan 15 desde el principio:
“Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador.
Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto.
Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto, porque sin mí nada podéis hacer.
El que en mí no permanece será echado fuera como mal pámpano, y se secará; y los recogen y los echan al fuego, y arden.
Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queráis, y os será hecho”.
Jesus es la “vid verdadera” y nosotros somos los “pámpanos”
A medida que leíamos cada versículo, comenzábamos a entender el simbolismo de lo que acabamos de hacer con la vida.
Al romper las ramas de la vid nos dimos cuenta que la rama estaba empezando a morir. Es algo natural que cada vez que sacas una rama de su tronco y sus raíces, la rama muere rápidamente.
Jesus es la “vid verdadera” y nosotros somos los “pámpanos”. Al segundo que rompemos el vínculo que sella esa vid, comenzamos a morir espiritualmente.
Aunque no lo sintamos de inmediato y no sea visible para los que nos rodean, con el tiempo, nuestro espíritu comenzará a decaer.
Con el paso de los días, observamos que las ramas lentamente se habían desprendido y algunas se marchitaron más rápido que las otras sin ningún alimento. Finalizando la semana, ninguno quería ver esa rama.
Entendimos que la clave de la vida era permanecer allegados a la “vid verdadera” a toda costa.
Muchas veces, el maestro aprende más en una lección, aún haciéndolo para cumplir con mi llamamiento, el Señor me bendecirá grandemente.
La lección más importante que entendí fue que mientras sirvo a la Iglesia con amor, siempre debo mantenerme cerca a la “vid verdadera”.
*Imagen de portada: Lachlan Dempsey, Unsplash
Fuente: Greg Trimble