Sí, vivimos en tiempos difíciles y no sabemos qué nos depara el futuro. Sin embargo no estamos solos, podemos elegir tener fe.
Esta mañana, me encontraba contemplando el estado loco e inquietante del mundo cuando apareció esta notificación de calendario en mi celular: “La fe empieza hoy”.
No tengo idea de cómo se programó esta “fe” en mi calendario. Pero ahí estaba.
Vivo en el estado de Washington. Las personas en nuestro estado y en mi propio condado están enfermas. La escuela de mi localidad está cerrada. Se cancelaron las reuniones del seminario y de la Iglesia. Nuestro templo está cerrado. La gente corre a las tiendas. Nadie sabe qué esperar.
Es difícil no quedar atrapado en esta locura.
Pero a pesar de todo eso, “La fe empieza hoy”.
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“La fe empieza hoy”
Para mí, este es un recordatorio misterioso y apacible de que siempre necesitamos tener fe. Porque, y voy a ser sincera, todos necesitamos luz y esperanza en tiempo de adversidad.
En las Escrituras leemos que “Dios no nos ha dado espíritu de cobardía; pero de poder, de amor y de dominio propio” (2 Timoteo 1: 7).
El mismo Señor nos ha dicho, en numerosas ocasiones, que no debemos temer, sino que debemos tener fe (Juan 6:20 y Doctrina y Convenios 68: 6).
Pero esto puede hacer que nos preguntemos: si tengo miedo, ¿eso significa que no tengo fe?
He oído decir que la fe y el miedo no pueden existir al mismo tiempo. Sin embargo, conozco a muchas personas fieles que se encuentran asustadas, incluso temerosas debido a lo que sucede en sus vidas.
¿Son la fe y el miedo mutuamente excluyentes? ¿Significa esto que los que tienen miedo no tienen fe en absoluto?
No creo que sea así.
Imagina por un momento una habitación completamente oscura. Ahora, imagina que se enciende una linterna en el centro de la misma, que ilumina un sólido haz de luz hacia el techo. Dentro del haz de luz, no hay oscuridad.
Es el único espacio donde la luz y la oscuridad no pueden existir al mismo tiempo. La luz gana.
¿Pero qué hay de la habitación en sí? En la habitación, hay luz y oscuridad, incluso si es tenue y proviene de los rayos de la linterna. Todo al mismo tiempo. ¿Esto significa que no hay luz en absoluto?
No. Todo lo contrario.
En lo extenso de nuestras mentes y corazones hay imperfecciones, dudas y, sí, miedo. Somos niños que carecen de una memoria eterna, nos encontramos aprendiendo a ser dioses en un mundo caído.
El Señor sabía que tendríamos algo de miedo. Es por eso que a menudo nos consuela. Porque Él sabía que dentro de una fe perfecta, el miedo no podía existir, pero dentro de nuestras mentes y corazones imperfectos sí.
Él quiere que sepamos que el experimentar miedo no significa que no tengamos fe.
Nuestra tarea en cuestión, nuestro mandato del Señor, es reemplazar nuestros miedos con fe, uno por uno.
¿Pero cómo?
El temor vs. la fe
Primero, reconocemos la fuente del miedo. El presidente Gordon B. Hinkley aconsejó:
“Debemos reconocer que el temor no viene de Dios, sino que este elemento torturador y destructivo proviene del adversario de toda verdad y justicia.”
El siguiente paso es elegir a quién acudimos.
A quién acudimos determina el cómo vivimos. El profeta del Libro de Mormón, Alma, le enseñó a su hijo a “acudir a Dios para vivir” (Alma 37:47). Cuando alejamos nuestra mira de Dios, nos distanciamos de Él.
El temor puede acabar con nuestra fe y nuestra alma. Es por eso que el presidente Hinckley dijo:
“El temor es el antítesis de la fe y su efecto es corrosivo, y aun fatal.”
Satanás quiere que nos apartemos de la luz y nos escondamos en un rincón oscuro de la habitación. Él usa el temor para controlarnos, para mantener nuestro enfoque en él, lejos de Dios. El Salvador nos hizo la siguiente invitación:
“Mirad hacia mí en todo pensamiento; no dudéis; no temáis.” -Doctrina y Convenios 6:36
El Salvador desea que vivamos en la luz que ofrece la fe.
Por último, caminamos en la fe que hemos elegido tener, y tomamos la decisión de seguir avanzando.
¿Cómo hacemos esto en la actualidad?
Lo logramos centrándonos en los convenios que hemos hecho, haciendo nuestras oraciones personales y familiares, estudiando las Escrituras a través del estudio de “Ven, sígueme”, buscando las bendiciones del sacerdocio y más. Es elegir avanzar a pesar de nuestro miedo y seguirlo.
Necesitamos mantenernos fuertes y elegir tener fe una y otra vez, incluso cuando el temor regresa. En el libro de Marcos, encontramos algo interesante que no está registrado en ningún otro lugar.
Cuando Jesús condujo a sus discípulos a Jerusalén, ellos “se asombraban y le seguían con miedo” (Marcos 10:32).
Esto fue después de que se sentaron con Él durante el Sermón del Monte, después del Monte de la Transfiguración, después de que Jesús les dijo, cinco versículos antes: “todas las cosas son posibles para Dios”.
El rayo de fe en sus vidas era brillante, pero aun así, sentían temor y, sin embargo, decidieron seguirlo, paso a paso. Su fe, no su miedo, siguió sus pasos.
El Élder Neil A. Anderson dijo:
“Si escogemos seguir a Cristo con fe, en lugar de escoger otro camino por temor, se nos bendecirá con la consecuencia que va de acuerdo con lo que hayamos elegido.”
Sí, vivimos en tiempos difíciles y no sabemos qué nos depara el futuro. Podemos sentir temor, pero aún así podemos tener fe. Tenemos el poder de reconocer la fuente de ese temor.
Tenemos el poder de mirar a la luz. Y tenemos el poder, con la ayuda de Dios, de hacer crecer nuestra fe a través de nuestras elecciones diarias una y otra vez.
Ante lo desconocido, elijo creer que Dios nos está guiando a través de Su profeta en este momento.
Elijo creer que puedo tener paz en medio del caos. Elijo concentrarme en la luz y continuaré haciéndolo hasta que no haya más espacio para la oscuridad. Elegí la fe, y según mi calendario, mi fe comienza de nuevo hoy.
Este artículo fue escrito originalmente por Michele Wilson y fue publicado originalmente por ldsliving.com bajo el título “Can Faith and Fear Coexist? A Simple Reminder in the Face of Coronavirus”