Tener fe para ser sanados

Deseo relatar algunas cortas historias de mi vida que entiendo pueden ser de ayuda para el lector, historias que enseñaron y enriquecieron mi vida.

Recuerdo el día que en mi hogar, me desmayé, y perdí totalmente el conocimiento. Mi esposa, con ayuda de mis hijos me llevaron a un hospital de la Capital Federal de Argentina, distante a unos 40 km. de donde vivíamos.

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Bendición mormona a los enfermos

Fui atendido por excelentes médicos que con estudios inmediatos pronosticaron que tenía un cáncer maligno en el cerebro que estaba comprimiendo mi cerebelo. Los médicos sugirieron que debían operarme de urgencia.

Mi esposa, luego de meditar y orar, habló con ellos, les pidió que no me operaran. Un milagro surgió de allí en más. El Presidente de nuestra Estaca y uno de sus consejeros me dieron una bendición de salud. Para aquellos que no entienden lo que es esto, les informo que en La Iglesia de Jesucristo, todos los varones dignos pueden llegar a tener el Santo Sacerdocio. Entre sus ordenanzas, existe una llamada ‘Unción de los Enfermos’ por medio de la cual se usan los poderes sacerdotales para sanar, o dar vida, o consolar, o dejar en las manos del Todopoderoso a la persona enferma. Estos dos hermanos de La iglesia, me dieron una bendición de restablecimiento. Por ello mi esposa decidió de que el hospital dejase de alimentarme, que ella lo haría por sí misma. Desde entonces, cada mañana, en ayunas, me daba una jarra llena de jugo de zanahorias. Luego me alimentaba a su manera. Poco a poco, el tumor, que era grande casi como una pelota de tenis, empezó a reducir su tamaño hasta desaparecer totalmente. En un mes, los médicos, después del asombro, me dieron el alta y regrese a mi casa.  Aunque seguí estando débil por un tiempo,  fui recuperando mi vigor y salud, y en unos tres meses estaba totalmente restablecido.

Cuando Jesucristo estuvo sobre la tierra, él sanaba a las personas de acuerdo a su fe.  Por ejemplo, en Lucas 14: 1-6, encontramos que Él sanó a un paralítico, en Lucas  8:40-48, Él sana a la mujer que tenía flujo de sangre; o aun el caso de Lázaro, al cual Él resucitó de los muertos según relata Juan 11: 1-44. Yo sé que hoy día, al igual que en los tiempos que Él vivió entre nosotros, nuestro Señor Jesucristo puede sanar cualquier enfermedad si es Su Voluntad y ejercemos fe en Él.

También sé, que hay muy buenas personas, que padecen enfermedades o pruebas, que necesitan sufrir quizás durante toda una vida (quizás yo alguna vez tenga que pasar por esta experiencia), pero eso también testifica de Su amor por Sus hijos. Él, en su infinita sabiduría sabe que es lo mejor para purificar nuestras vidas.

Sé que en todos los casos, para los justos “…el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza…” (Gálatas 5: 22-23). Esos dones del Espíritu Santo son accesibles para todo aquel que en Él crea y le ame con todo su Corazón.

Él es un bálsamo para todos, solo necesitamos dejarnos envolver por los brazos de su amor… Dijo Jesús: “Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor. (Juan 15:9).

Testifico de esto que he escrito, en el nombre de Jesucristo. Amén.

 

Este artículo fue escrito por Heriberto Loesener

Heriberto es argentino, tiene 67 años y vive en Provo, Utah, EE.UU. Heriberto nació en Buenos Aires, Argentina, de buenos padres y un hogar cristiano, su familia era luterana y sus padres nos enseñaron siempre principios correctos. Actualmente trabaja en la Historia Familiar en su Barrio.

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