Un antiguo libro de familia, lleno de nombres, fechas y recuerdos, se convirtió en protagonista de una historia que unió a generaciones separadas por más de un siglo y medio.
Su viaje comenzó en Lancashire, Inglaterra, y terminó en Canadá, tras cruzar océanos y pasar por las manos de personas que entendieron su valor más allá del papel y la tinta.
Todo empezó cuando James Peden encontró el ejemplar en el ático de su casa en los años setenta. Aunque no pertenecía a su familia, decidió guardarlo con cuidado, como si supiera que tarde o temprano debía volver a su lugar.

Décadas más tarde, confió el volumen a un amigo apasionado por la genealogía. Este investigador, al abrir sus páginas y leer los nombres escritos, comprendió que su misión sería devolverlo a los descendientes de aquellos que lo habían perdido.
La primera pista lo llevó a Peter Latham, nacido en 1850 en la región de Ormskirk. A partir de ese registro comenzó una búsqueda paciente, que incluyó visitas a archivos locales, cementerios y registros parroquiales.
Cada descubrimiento parecía acercarlo más a la familia, aunque también lo obligaba a seguir nuevas rutas que abrían preguntas y caminos inesperados.
De Inglaterra a Canadá: un reencuentro con las raíces

El giro definitivo en la investigación llegó al descubrir que una de las hijas de la familia había emigrado a Norteamérica en el siglo XIX. Ese dato revelaba que la historia de los Latham ya no estaba limitada a Lancashire, sino que se había extendido a otro continente.
El investigador entendió entonces que debía mirar hacia Canadá, donde posiblemente aún vivían descendientes directos.
Con la ayuda de voluntarios de bibliotecas genealógicas y el uso de recursos digitales como FamilySearch, la búsqueda ganó velocidad. No se trataba solo de encontrar un apellido, sino de reconstruir un linaje entero.

La paciencia y la fe en que el libro tenía un destino hicieron posible lo que parecía imposible: hallar a los descendientes vivos en la Columbia Británica.
La entrega se realizó en un ambiente íntimo y profundamente emotivo. Los familiares, que nunca habían imaginado recibir un tesoro así, se reunieron para tener en sus manos las páginas que contenían la memoria de sus antepasados.
Más que un objeto antiguo, era un puente entre tiempos y generaciones. El encuentro simbolizó cómo la historia puede esperar silenciosamente hasta ser descubierta, y cómo un gesto de generosidad puede devolver identidad y pertenencia a una familia.
Fuente: Church News
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