El élder Benjamín De Hoyos enseñó durante la última Conferencia General:
“El espíritu inundará nuestro corazón, despertará nuestras facultades para lograrlo y nos guiará en la búsqueda de los nombres de nuestros antepasados. Sin embargo, recordemos que la historia familiar va más allá de solo buscar nombres, fechas y lugares; es unir las familias y sentir el gozo que viene de extenderles las ordenanzas del Evangelio.”
Para mí el realizar la obra en el templo es como abrir un camino celestial a donde están las personas que más he amado y ya no están con nosotros, especialmente a los que conocimos.
El agosto pasado sentí el gigantesco dolor de perder a mi hermana mayor. Ella tuvo graves problemas de salud por décadas, pero siempre se aferró a la mínima esperanza.
Sin embargo, las cosas no salieron como esperábamos.
Laurie se había alejado varios años atrás de la Iglesia y, a pesar de que tenía un gran resentimiento contra la Iglesia después de haber sido excomulgada, me autorizó realizar las ordenanzas necesarias por ella en el templo.
Después de 30 días de su fallecimiento, reservé una fecha para realizar las ordenanzas por ella en el templo.
Así, algunas semanas después tuve el gran placer de “estar” con Laurie en el Templo de Washington D. C. gran parte del día mientras realizaba las ordenanzas por ella.
Dos de mis hermanas me acompañaron, sellándola a nuestros padres y a su esposo, Peter, que había fallecido en el 2015.
Después que Peter falleció, Laurie me dio autorización para que uno de mis hermanos realice las ordenanzas por él. Sin embargo, no podíamos sellarlo a sus padres porque no eran miembros y necesitábamos la autorización de un familiar vivo.
Realicé la historia familiar de Peter y les di la genealogía que había recopilado a su familia. De esta forma creé la base para la realización de sus ordenanzas.
Poco después de la obra en el templo realizada por Laurie, recibimos la noticia que el hermano de Peter falleció. Fue muy triste, pues el cariño por la familia estaba presente desde mi adolescencia.
Es entonces cuando decidí, después de darle mis condolencias, pedirle permiso a Erick, el otro hermano de Peter, para realizar la obra de su familia en el templo.
Cuando conversé con Erick, descubrimos que habíamos pasado por pérdidas de varios familiares y ambos estábamos sentidos por la fragilidad de la mortalidad.
En vez de una conversación triste y melancólica, Erick estuvo lleno de dulces recuerdos, sentimientos sinceros y amor.
Erick estuvo muy agradecido por nosotros haber pensado en él y su familia, y con mucha alegría nos dio la autorización para completar la obra de su familia.
Después del mes de haber recibido su permiso, regresé al Templo de Washington D. C. e imprimí la tarjeta de la madre de Erick, Pat Megargee, para realizar las ordenanzas por ella.
Recordé la sonrisa de Pat y la hospitalidad que nos daba cuando nos recibía en su hogar.
Siento un gozo tan grande por tener la oportunidad de realizar las ordenanzas de salvación por ella.
Cuando entré al bautisterio del templo en aquella mañana, le pregunté a una de las obreras del templo si podía entregarle el nombre de Pat a alguien del grupo.
Poco después, el nombre de Pat Megargee apareció en el monitor. En ese momento tuve un pensamiento, me pregunté si Pat estaba ahí, si estaba aceptando la ordenanza que se realizaba en su nombre.
Ahora, el apellido “Mergargee” no es común y debo decir que después de más de 30 años asistiendo al templo, nunca he visto ese apellido.
Así que puedes imaginar el sentimiento que recibí cuando vi inmediatamente que el siguiente nombre que apareció era el de Marion I. Megargee.
Mi corazón se llenó de un gran amor y gratitud, pues supe en ese momento que el Señor estaba respondiendo mi pregunta.
Pat estaba ahí aceptando las ordenanzas ofrecidas.
Realizar las ordenanzas del templo por aquellos que conocimos en vida siempre será una experiencia dulce y maravillosa.
El hecho de haber podido realizar las ordenanzas por mi hermana, Laurie, y la madre de Peter fue un privilegio.
Fuente: Meridian Magazine