Durante la Conferencia General, siempre sentimos el poder del Espíritu, que nos conmueve y reafirma nuestra fe. Sin embargo, hubo dos momentos en esta Asamblea Solemne en el que el Espíritu se sintió aún más e, incluso, sucedieron milagros. ¡Veamos!
Una bomba en el Tabernáculo de la Manzana del Templo
Harold B. Lee sirvió como primer consejero de la Primera Presidencia, entre los años 1970 y 1972. En ese entonces, el presidente de la Iglesia era Joseph Fielding Smith y se realizaba la Conferencia General en el Tabernáculo de la Manzana del Templo.
Cuando se convocó a una nueva Asamblea Solemne, el comisionado de seguridad pública de la ciudad recibió una llamada telefónica de alguien que le dijo:
“Hay una bomba en el Tabernáculo y estallará en veinte minutos”.
Como te puedes imaginar, el comisionado envió rápidamente a un escuadrón antibombas al Tabernáculo.
El plan era evacuar el Tabernáculo y encontrar la bomba lo antes posible. Entonces, al llegar, un miembro del escuadrón entró apresuradamente por la puerta del Coro del Tabernáculo y se abrió camino silenciosamente a través del coro hasta llegar al presidente Lee.
Se inclinó hacia el presidente Lee y dijo:
“Hemos recibido un aviso de que va a explotar una bomba en el edificio”.
En ese momento, quedaban menos de veinte minutos antes de que detonara el explosivo.
Al escuchar el informe, el presidente Lee simplemente se quedó atónito. Luego, se volvió hacia el hombre y le dijo: “Aquí no hay ninguna bomba. Relájese.”
Luego, el miembro del escuadrón se retiró y se dirigió a los especialistas antibombas e informó: “[El presidente Lee] dice que no hay ninguna bomba allí”.
El jefe del escuadrón exclamó: “Dice que no hay bomba. ¿Quién es él?”
Bueno, era el presidente Lee, por supuesto.
A pesar de la aparente amenaza que pondría en peligro la vida de las miles de personas que se encontraban en el Tabernáculo, el Espíritu le aseguró al presidente Lee que no había nada de qué temer y sobre esa base desestimó la advertencia.
Finalmente, la conferencia continuó sin interrupciones.
Visita del otro lado del velo en la Conferencia General
Al asistir a la Conferencia General, tenemos la bendición de reunirnos con profetas, videntes y reveladores. Asimismo, podemos disfrutar del milagro de la presencia de seres del otro lado del velo.
En cierta oportunidad, Wilford Woodruff informó:
“El invierno pasado, durante mis viajes por el país del sur, tuve muchas entrevistas con el presidente Young, Heber C. Kimball, George A. Smith, Jedediah M. Grant y muchos otros que ya fallecieron. Ellos asistieron a nuestra conferencia, asistieron a nuestras reuniones”.
Los Santos no estaban solos cuando se reunían y Wilford Woodruff quería testificar de eso.
Por supuesto, nada ha cambiado desde entonces.
Para mencionar solo un ejemplo, en el funeral del presidente Joseph Fielding Smith, Bruce R. McConkie recibió una visión que le reveló que Joseph F. Smith y otras personas del mundo de los espíritus estaban presentes.
Durante una Asamblea Solemne, el presidente Harold B. Lee enfatizó la realidad de tales visitantes. Habló sobre los “personajes” que asistieron a la conferencia y que los demás no pudieron ver, así como de los que fueron “vistos”. Agregó:
“Quién sabe, incluso nuestro Señor y Maestro podrían estar cerca de nosotros en una ocasión como esta”.
Asimismo, citó la declaración del Señor en una conferencia anterior:
“Pero he aquí, de cierto, de cierto os digo, que mis ojos están sobre vosotros. Estoy en medio de vosotros y no me podéis ver”. (DyC 38:7)
Todo esto da contexto al anuncio del presidente Nelson al comienzo de la Conferencia General de abril de 2020:
“Sé que Dios, nuestro Padre Celestial, y Su Hijo, Jesucristo, nos tienen presentes. Ellos estarán con nosotros en las reuniones de estos dos gloriosos días”.
Estos relatos nos ayudan a prepararnos de manera más profunda para la Conferencia General.
Al leerlos, nos damos cuenta de que no solo nos reunimos con aquellos que podemos ver y escuchar, sino también con seres, del otro lado del velo, a quienes no podemos ver ni escuchar, pero que están presentes de todos modos.
Ese es el milagro más grande de la Conferencia General.
Fuente: Meridian Magazine