La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Es un nombre un poco largo, de eso no hay duda. Sin embargo, es, después de todo, eminentemente apropiado desde una perspectiva espiritual y descriptiva.
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Espiritualmente, el nombre se enfoca sublimemente en el Salvador del mundo. Descriptivamente, nos recuerda de manera poderosa y les dice a los demás quiénes somos.
El 6 de abril de 1830, con José Smith presidiendo, alrededor de más de 50 personas se reunieron dentro y fuera de la casa de Peter Whitmer en Fayette, Nueva York. Bajo la dirección del Profeta, organizaron la Iglesia del Señor, restaurada a la tierra.
En ese momento era conocida por varios títulos, referidos principalmente como La Iglesia de Cristo de 1830 a 1834, como la Iglesia de los Santos de los Últimos Días en 1834, y La Iglesia de Cristo de los Santos de los Últimos Días de 1836 a 1838 (“The Name of the Church”, Susan Easton Black, Enciclopedia del Mormonismo).
No sé si los líderes debatieron, o si estuvieron preocupados, sobre el nombre oficial. Pero el asunto fue oficialmente resuelto por una revelación del Salvador el 26 de abril de 1838, en Far West, Misuri, donde muchos miembros de la Iglesia, frente a la persecución, se tuvieron que trasladar.
Cuando el profeta José Smith llegó a Misuri principios de 1838, se convirtió en la sede de la Iglesia y permaneció así hasta octubre.
Destrozada por la disensión interna con la excomunión de varios líderes de la Iglesia, la comunidad carecía de una vivienda para la afluencia inminente de miembros pobres y necesitados, y abundaba las preguntas sobre si Far West sería un hogar permanente para la Iglesia.
El Señor, con una visión omnisciente de lo que realmente importaba, y lo que realmente le brindaría a Sus santos la protección y defensa contra las tormentas que se avecinaban, informó a los miembros de la Iglesia de su deber de hacer la obra misional, construir un templo, reunir a otros y crear una comunidad fuertemente unida en Sión:
“De cierto os digo a todos: Levantaos y brillad, para que vuestra luz sea un estandarte a las naciones; a fin de que el recogimiento en la tierra de Sion y sus estacas sea para defensa y para refugio contra la tempestad y contra la ira, cuando sea derramada sin mezcla sobre toda la tierra.” (Doctrina y Convenios 115:5-6).
En este contexto, el realizar la gran obra por delante, el Salvador ordenó el nombre oficial por el cual Su Iglesia debía ser conocida. El dijo:
“…A mis siervos fieles… y pueblo de mi Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días esparcidos por todo el mundo; porque así se llamará mi iglesia en los postreros días, a saber, La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.” (Doctrina y Convenios 115: 3-4).
Encontramos precedentes y razón para el nombre, después de Su expiación y la resurrección, mientras Jesús ministraba a los nefitas en las Américas.
Allí, Sus discípulos admitieron que había “disputas entre el pueblo” sobre el nombre de Su Iglesia y le preguntaron: “ Señor, deseamos que nos digas el nombre por el cual hemos de llamar esta iglesia.”
Con paciencia, el Señor preguntó:
“¿No han leído las Escrituras que dicen que debéis tomar sobre vosotros el nombre de Cristo, que es mi nombre?
Porque por este nombre seréis llamados en el postrer día y el que tome sobre sí mi nombre, y persevere hasta el fin, este se salvará en el postrer día… si lleva mi nombre, entonces es mi iglesia, si es que están fundados sobre mi evangelio.”(3 Nefi 27: 3, 5, 8).
La mayoría de las novelas tienen títulos cortos y pegadizos, que a menudo indican poco sobre el contenido del libro. No como los artículos o libros académicos. Los títulos tienden a ser largos y extensos, con la intención de informar a los lectores sobre el tema del artículo o libro.
Por ejemplo, mi libro “Coraje Extraordinario: Mujeres Empoderadas por el Evangelio de Jesucristo” (“Extraordinary Courage: Women Empowered by the Gospel of Jesus Christ”) describe que se necesita valor para vivir el Evangelio de Jesucristo; sin embargo, viene con la promesa de que aquellos que lo vivan verán la ayuda de Dios, de manera activa y poderosa en sus vidas, puedan lograr más de lo que podrían por sí mismos.
El nombre de la Iglesia de Cristo hoy sigue este patrón descriptivo. Comienza, “La Iglesia de Jesucristo” – Jesucristo, el Redentor del mundo. Salvación sólo en y por medio de Jesucristo.
Considera, también, los descriptores adicionales en el nombre: “de los Últimos Días”, que denota que el Evangelio de Cristo fue tomado de la tierra y restaurado en estos últimos días, como preparación para Su segunda venida.
“Santos”. Bueno, si escribiera el título, podría haber terminado con “Pecadores”, porque todos nos quedamos cortos y necesitamos el poder de la Expiación en nuestras vidas, lo que explica claramente por qué no fui elegido para ponerle nombre a la Iglesia.
Sí, todos pecaremos; sin embargo, el Salvador del mundo ve, y quiere que veamos, nuestras posibilidades y potencial. Él quiere que nos esforcemos por ser, y llegar a ser, santos del Dios más alto. De esa manera ser, “La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días”.
¿Acaso no es un nombre perfecto para Su Iglesia? Es evocador, descriptivo y está enfocado en Aquel a quién adoramos y por medio de quién viene la salvación. Deberíamos decirlo y saborearlo con orgullo.
Este artículo fue escrito originalmente por Kristine Frederickson y fue publicado originalmente por ldsliving.com bajo el título “What the Scriptures Say About the Name of the Church (+ Why It Fits Better with Modern Titles Than You Think)”