Nota del editor: A veces, el precio de abrir camino al Evangelio se mide en lágrimas silenciosas y tumbas lejanas. Esta es la historia de un pequeño que nunca volvió a casa, pero cuya vida sigue testificando del sacrificio y la fe.
En lo alto de los cerros de Valparaíso, entre cruces y cipreses antiguos, descansa el cuerpo de Omner Pratt, el hijo del primer misionero de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días que pisó tierra chilena. Fue sepultado el 7 de enero de 1852, con solo 38 días de vida, tras haber nacido en medio de un viaje misionero guiado por la fe y la obediencia.

La travesía de los primeros misioneros
El 8 de noviembre de 1851, el élder Parley P. Pratt, miembro del Cuórum de los Doce Apóstoles, su esposa Phoebe y su compañero de misión Rufus Allen, llegaron a Valparaíso, Chile, luego de una travesía de 64 días desde San Francisco. Era la primera vez que representantes oficiales de la Iglesia llegaban a Sudamérica con la misión de predicar el Evangelio restaurado de Jesucristo.
Los primeros días en Chile fueron de adaptación y observación. Al visitar una iglesia local, los Pratts quedaron impresionados por la solemnidad de los creyentes, aunque sintieron que sus formas de adoración les resultaban ajenas. El país era nuevo, la lengua desconocida y el futuro incierto.
Un nacimiento, una pérdida… y un legado
Phoebe, que ya venía embarazada desde Estados Unidos, dio a luz poco después de su llegada. Al niño lo llamaron Omner, nombre inspirado en un guerrero del Libro de Mormón. Sin embargo, la salud del pequeño era frágil y, tras poco más de un mes de vida, falleció.

Fue enterrado en el Cementerio de Disidentes de Valparaíso, un sitio apartado pero sagrado, donde los Pratts, entre lágrimas y sin respuestas, debieron sepultar no solo a su hijo, sino parte de sus sueños.
“Pensamos en el sacrificio hecho por ellos, y por tantos otros pioneros que han entregado tanto por el Evangelio”, dijo el élder Gary E. Stevenson, tras visitar recientemente la tumba del pequeño Omner junto a su esposa, Lesa.
160 años después: El recuerdo que no se borra
En la década de 1990, miembros de la Iglesia en Chile colocaron una placa conmemorativa en el cementerio. Pero fue recién el 11 de marzo de 2012, exactamente 160 años después del entierro, que se restauró ese recuerdo de forma oficial con una nueva placa que honra a Omner y al sacrificio de sus padres.

En 2025, durante la visita por el centenario de la dedicación de Sudamérica al Evangelio, el élder Stevenson volvió a ese lugar sagrado. Al ver el nombre de Omner escrito en el antiguo registro de defunciones, agradeció profundamente al cuidador del cementerio por permitir recordar a ese niño que nunca creció, pero que sigue enseñando.

Fuentes: newsroom.churchofjesuschrist.org y churchofjesuschrist.org