A la familia Rivera le encantaba cantar himnos en la congregación presbiteriana de su ciudad natal en Chimal, México.
Cuando llegaron los misioneros Santos de los Últimos Días a su comunidad, la familia se sintió atraída por los hermosos himnos que cantaban.
Una invitación a cantar llevó a la conversión de las hijas y su madre en el otoño de 1906. A medida que se intensificaba la Revolución Mexicana, la familia se vio obligada a buscar refugio en el país vecino, Estados Unidos.
Para junio de 1918, las tres hermanas, con la ayuda de los miembros de El Paso, Texas, pudieron viajar hasta Salt Lake City, Utah.
Aunque fueron separadas de sus padres, hermanos mayores y su tierra ancestral por la fuerza, su fe en el Salvador y en Su evangelio restaurado alimentó su deseo de edificar Sión. No había tarea demasiado grande para estas hermanas.
Al llegar a Salt Lake City, rápidamente se pusieron a trabajar. Cuando no estaban trabajando en los hogares de familias europeas americanas, estaban cuidando de los pobres y los necesitados y compartían el evangelio.
Ellas fueron llamadas como misioneras de habla hispana en su barrio. Mientras servían, conocieron a sus esposos quienes, poco después de convertirse, ayudaron a formar lo que se llamó la Rama Mexicana, la cual sería la primera rama de habla hispana.
Dos años y un mes más tarde, las tres hermanas se sellaron a sus cónyuges en el Templo de Salt Lake City.
La primera rama de habla hispana se organizó en 1923 con Agustina como primera presidenta de la Sociedad de Socorro, Dolores como primera consejera y Domitila como secretaria. A lo largo de los años, ellas, junto con sus cónyuges y miembros de rama, sirvieron en diversas capacidades mientras elevaban a sus familias y comunidades.
Durante el servicio de Dolores como presidenta de la Sociedad de Socorro, la Iglesia y los Santos comenzaron a darse cuenta de sus extraordinarios esfuerzos y fe para edificar Sión. Betty Ventura lo resumió muy bien en su libro, “La historia de la Rama Mexicana de Salt Lake”:
“En 1946, el presidente George Albert Smith anunció en la Conferencia General que se construiría un nuevo edificio administrativo para la Sociedad de Socorro y pidió que cada hermana de la Iglesia contribuyera con $5.00 para su edificación.
[Dolores] estuvo presente en esa conferencia. Dijo que cuando escuchó sus palabras, pensó en lo difícil que sería para sus hermanas cumplir con esa labor, porque cinco dólares en esos días era mucho y sus hermanas no tenían mucho dinero.
Pero luego vino este pensamiento a su mente: “Si el profeta del Señor lo ha dicho, debe ser correcto y verdadero”. Ella regresó a casa e inmediatamente hizo sus planes.
Con la ayuda de sus consejeras, organizó una cena mexicana y las hermanas mismas prepararon la comida y pudieron pagar la cuota que pidió el presidente Smith: Cinco dólares por cada hermana de la rama.
Al hacerlo, la Sociedad de Socorro de la Rama Mexicana de Salt Lake se convirtió en la primera unidad de toda la Iglesia en cumplir con esta asignación. Posteriormente, la presidenta Belle S. Spafford en la Conferencia General de la Sociedad de Socorro reconoció la acción de la hermana Torres.
Como resultado, ella fue invitada a participar en varios programas en los barrios, para animar a las hermanas a cumplir sus propias cuotas.
Iba vestida con un atuendo tradicional de México, contando su propia experiencia y dando testimonio del profeta y de la Iglesia.
Como presidenta de la Sociedad de Socorro, además de llevar a cabo el programa regular de la organización, realizaba regularmente cenas y programas especiales, a veces invitaba a los miembros de la mesa directiva general e incluso a la presidenta general de la Sociedad de Socorro, la hermana Spafford.
[Dolores] deseada mostrarle a otros el potencial que vio en esta pequeña rama mexicana”.
Cada persona que rodeaba a estas tres hermanas extraordinarias también tenía el mismo gozo y convicción por el Evangelio restaurado de Jesucristo.
Encontramos historias similares y fascinantes de Santos en muchas partes del mundo que han contribuido a la edificación de Sión. Es cierto que “mediante cosas pequeñas y sencillas se realizan grandes cosas” (Alma 37:6).
Lo que comenzó como una pequeña rama, donde los miembros se reunían en parques o en cualquier lugar disponible, finalmente resultó en la primera rama hispana en Salt Lake.
En la actualidad, hay más de 50 barrios y ramas de habla hispana solo en el estado de Utah. El aporte de estas tres hermanas y de los primeros Santos de esta primera rama, sigue siendo fructífero y ha bendecido la vida de muchos.
Fuente: LdsLiving