Durante la administración del presidente Wilford Woodruff, él y sus consejeros emitieron varios llamamientos misionales. En respuesta, las personas que eran llamadas emitían una carta explicando si podían o no, junto a sus razones, aceptar el llamamiento misional.
La vida en 1889 era desafiante, pues en un abrir y cerrar de ojos, una helada o una furiosa tormenta podría destruir la cosecha. Un inesperado accidente podía lesionar a cualquier granjero. Diversas enfermedades podían devastar familias enteras.
Sin embargo, la cantidad de hombres que respondieron con una negativa fueron mínimas. De las 135 cartas, solo 6 pidieron ser excluidos del servicio y solo 2 manifestaron condiciones delicadas de salud. Todos los demás aceptaron el llamado.
La persecución por la poligamia
Otro gran problema para que los Santos pudieran servir una misión se encontraba en la persecución federal contra la poligamia. Fue exactamente en la década de 1880 donde la persecución comenzó y llegó a su clímax en 1889.
Algunos hombres fueron arrestados por practicar la poligamia, como el caso de Hans Eriksen. Otros misioneros también, al regresar, fueron detenidos por el estado para que sirvan en un penitenciario.
Una vez que terminaban su misión, los alguaciles federales estaban a la espera.
Las persecuciones federales también afectaron a comunidades enteras. Cuando Leonard de Lange le escribió una carta al presidente Woodruff pidiendo más tiempo para prepararse antes de salir a la misión, no fue el obispo quien mandó la carta, pues estaba escondido.
El consejero del obispo, quien mandó la carta, se llamaba Peter Olsen, y en sus palabras expresó:
“Muchos de nuestros hermanos están exiliados, uno en la penitenciaría y dos más estarán ahí en poco tiempo”.
La ausencia de los hombres dificultaba el funcionamiento del barrio, y el hermano Olsen explicó que Leonard de Lange sería “de gran servicio al barrio bajo las presentes circunstancias” y pidió que su llamamiento sea aplazado por 1 año.
Por la práctica de la poligamia, a los miembros en Idaho se les retiró el derecho a votar, por lo que los líderes de la Iglesia apoyaron que su membresía sea suspendida para que así recuperen su derecho al voto, después estas le serían restauradas.
Cuando los líderes cambiaron de opinión, cientos de miembros ya habían renunciado a su membresía temporalmente, por lo que estuvieron imposibilitados de servir en una misión.
Este fue el caso de John Maughan, quien era vigilado por la oposición en caso aceptara el llamamiento.
Finalmente, la Declaración Oficial de 1890 eliminó la práctica de la poligamia en la Iglesia, pero las consecuencias de la oposición y la presión de la campaña contra la poligamia fuero negativas para la obra misional.
Solicitudes para servir en lugares específicos
Si bien los miembros personalmente solicitaban su llamamiento para servir en una misión, el caso de Anna Hellstrom, originaria de Colonia Juárez, México, hizo la diferencia. Ella pidió en su carta que reasignaran a su hijo a México, pues se le había asignado a servir en Europa.
La esposa de John, su hijo, había fallecido dando a luz, dejando a sus 3 hijos sin ningún pariente cercano que los pudiera cuidar. Por eso, Anna le propuso a la Primera Presidencia que lo reasignaran para que ella cuide de sus 3 hijos.
Posteriormente, los hombres comenzaron a solicitar que sus llamamientos sean realizados en las localidades originales de sus familias para recolectar registros genealógicos. Este fue el caso de John Hellstrom, quien pidió servir en Suecia para hacer la obra por sus ancestros.
El sacrificio por embarcarse a la obra
A pesar de las dificultades que muchos Santos atravesaron, estos valientes y fieles hombres se prepararon para servir en la fecha que se les había asignado. Como el caso de Gottfried Eschler que respondió con una apasionante afirmación:
“Si lo pienso naturalmente, parece casi imposible dejar mi familia en las condiciones en que está. Pero iré conforme a lo que se me ha requerido y por ningún motivo desobedeceré su pedido”.
Algunos aceptaron por respeto a sus líderes, mientras que otros estuvieron dispuestos a hacer cualquier sacrificio que sea necesario para cumplir con su llamado divino del Señor.
Para concluir, Oliver Cowdery Dunford demostró su fe y obediencia sin importar el costo, porque su fe en Dios valía más que sus sueños y deseos personales más fervientes.
Durante varios años, él estuvo planeando y preparándose para estudiar derecho en la Universidad de Michigan. Ocho días antes de que viajara para cumplir con su sueño, recibió el llamamiento misional que tendría un periodo de tres años en Nueva Zelanda.
Él, sin titubear, aceptó.
Sin duda, estos buenos hombres dejaron un gran legado de dedicación y fe que inspira hasta el día de hoy a los misioneros Santos de los Últimos Días a aceptar sus propios llamamientos.
Dios los sostendrá mientras compartan el mensaje del evangelio restaurado con el mundo.
*Imagen de portada: “Trail of Sacrifice—Valley of Promise” por Clark Kelley Price
Fuente: Meridian Magazine