Nota del editor: Este artículo se publicó originalmente en 2019, pero volvemos a publicarlo por petición de algunos de nuestros lectores.
Es posible que la gran mayoría de nosotros, los jóvenes adultos solteros, nos hayamos formulado la siguiente pregunta: “¿seremos felices en el matrimonio?” e inmediatamente surgen muchas dudas sobre la persona con la que estamos saliendo o dudas sobre nosotros mismos.
Debo confesar que esta pregunta ha estado en mi cabeza todo el tiempo, sin embargo, hace algunos años tuve la oportunidad de escuchar al élder David A. Bednar en un devocional para Jóvenes Adultos Solteros en el que declaró: “Uno no encuentra un matrimonio feliz, uno lo construye”.
Cuando el apóstol declaró esto, sentí que el espíritu me dijo: “Aquí está tu respuesta”.
En ese momento, sonreí y sentí alivio, pues para ser feliz en el matrimonio no necesitamos tener suerte, eso lo definimos nosotros, pero, ¿cómo lograrlo? Una vez más, élder Bednar volvió a responderme, pero ahora lo hizo por medio de una de sus publicaciones en redes sociales. Él explica:
“A menudo hago hincapié en la verdad de que no simplemente “encuentras” el matrimonio que esperas tener. Más bien, tú lo creas.
Si crees que puedes encontrar un “compañero perfecto” vas a pasar mucho tiempo buscando a una persona que no existe. Tú debes esforzarte por convertirte en tu mejor yo y fortalecer tu fe y devoción al Señor Jesucristo. Entonces, será más probable que atraigas a un compañero eterno que va a honrar convenios, mantener los mandamientos, y amar al Señor.
Cuando tú y tu cónyuge permanezcan firmes en el camino del convenio, tendrás ayuda celestial para crear el matrimonio que esperas tener.
Parte de un matrimonio feliz se beneficia de las diferencias entre hombres y mujeres, para recibir fuerza a través de ser bendecidos por las diferencias.
Podríamos pensar que queremos que nuestro cónyuge tenga las mismas actitudes y cualidades que nosotros tenemos, pero las diferencias realmente fortalecen nuestros matrimonios.
Cuando entendemos nuestros roles divinos, rasgos y capacidades distintivas como hombres y mujeres y construimos sobre aquellos, traemos fuerza a nuestro matrimonio.”
Mientras meditaba en las palabras del élder Bednar, pensaba en mis padres y el gran trabajo que hacen juntos. Mi papá canta y toca la guitarra muy bien y mi mamá es una excelente bailarina. Ambos carecen de las habilidades del otro, pero han logrado que nuestra vida en familia esté llena de música y baile.
Finalmente, su amor y fidelidad al Señor es lo que tienen en común y es esto lo que nos conducirá a estar juntos para siempre.