Durante su servicio misional en Perú, un joven de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días aprendió una lección inolvidable sobre la oración. No fue en un aula ni en una conferencia, sino en la sala sencilla de un hombre mayor, devoto católico, que sin proponérselo, le enseñó lo que realmente significa orar con reverencia.

Una tarde de 2018, el misionero y su compañero tocaron a la puerta de un desconocido. Los recibió un anciano con limitaciones auditivas, pero de corazón abierto. Les permitió entrar y juntos compartieron sus creencias sobre Jesucristo. Al terminar la visita, le preguntaron si podían concluir con una oración. El hombre no dudó en ofrecerla él mismo.

Se apoyó en su bastón, temblando, y con esfuerzo se arrodilló. Los misioneros lo imitaron. Cerraron los ojos y esperaron. Por un momento, reinó el silencio. Luego, con voz entrecortada, comenzó a recitar el Padrenuestro. Era una oración conocida, repetida por millones a diario, pero en su boca adquiría un poder distinto. Cada palabra estaba cargada de devoción. No era una repetición vacía. Era un acto de adoración consciente.

misioneros; misioneros caminando
Imagen: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días

“Venga nosotos reino. Hágase tu voluntad…” decía con voz firme, mientras las lágrimas corrían por sus mejillas. Sus rodillas, evidentemente adoloridas, no lo hicieron titubear. Él sabía ante quién se encontraba. Aquella habitación se convirtió en un lugar santo, como si el mismo cielo descendiera por un momento. Para el misionero, esa oración fue una de las más poderosas que había presenciado, no por la elocuencia, sino por la sinceridad con que fue ofrecida.

Años después, al recordar esa escena, sus pensamientos se entrelazaron con las enseñanzas del élder Ulisses Soares en la conferencia general de abril de 2025. El apóstol habló sobre la reverencia como base de una vida espiritual profunda. Dijo que la reverencia transforma el discipulado porque nos conecta más plenamente con Dios.

Recordó también el momento en que Dios llamó a Moisés desde la zarza ardiente: “Quítate el calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es” (Éxodo 3:5). Esa misma actitud de respeto y humildad puede adoptarse al orar, incluso en los momentos más comunes del día.

misioneros
Imagen: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días

El joven misionero comenzó a preguntarse: ¿Estamos tratando nuestras oraciones como si estuviéramos en tierra santa? ¿Nos tomamos el tiempo de preparar el corazón antes de hablar con Dios? ¿Podemos hacer una pausa antes de orar, silenciar el teléfono, cerrar los ojos con intención y pensar en Jesucristo?

La reverencia no se mide solo en decibelios o posturas físicas. Es una disposición del alma. Es recordar, aun en medio del ruido del mundo, que al orar nos dirigimos al Creador del universo. La lección que ese misionero aprendió en Perú es sencilla pero poderosa: orar no es solo hablar con Dios, es acercarse a Él con todo el corazón, como si estuviéramos descalzos sobre tierra sagrada.

Fuente:Church News

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