Hace unas horas, el élder Rasband, explicó en sus redes sociales cómo es que se asigna el lugar donde los misioneras y misioneros servirán.
Esto es lo que ha dicho:
“Tal vez se hayan preguntado cómo se asignan los llamamientos misionales. En un devocional reciente con los misioneros de todo el mundo, compartí una experiencia que tuve cuando el presidente Henry B. Eyring, que en ese entonces era miembro del Cuórum de los Doce Apóstoles, me invitó a unirme a él para asignar misioneros. Esto fue antes de que yo mismo fuera llamado al Cuórum de los Doce Apóstoles.
Primero, nos arrodillamos juntos en oración. Recuerdo que el presidente Eyring utilizó palabras muy sinceras al pedir al Señor que lo bendijera para saber “perfectamente” a qué lugar se debía asignar a los misioneros. La palabra “perfectamente” indica mucho en cuanto a la fe que el presidente Eyring mostró ese día.
Cuando aparecía en las pantallas de la computadora la foto de un misionero, el presidente Eyring saludaba al misionero. Le gustaba imaginarse dónde concluirían su misión los misioneros; eso le ayudaba a saber a dónde se les debía asignar. El presidente Eyring estudiaba entonces la información acerca de cada misionero.
Otra pantalla mostraba misiones en todo el mundo. Mientras las analizaba, según le indicaba el Espíritu, asignaba al misionero o a la misionera a su área de trabajo. Yo estaba siendo testigo de revelación, lo que el presidente Russell M. Nelson describe como “escucharlo a Él”.
De vez en cuando, el presidente Eyring preguntaba dónde pensaba yo que debía servir un misionero. Yo mencionaba una misión en particular, y el presidente Eyring me miraba pensativamente y decía: “¡no, esa no es!”. Luego continuaba asignando a los misioneros donde se sentía inspirado.
Al acercarnos al final, un misionero apareció en la pantalla. Tuve la impresión más fuerte, la más fuerte de toda la mañana, de que el misionero debía ser asignado a Japón. No sabía si el presidente Eyring me iba a preguntar sobre ese misionero, pero increíblemente lo hizo. Con vacilación y humildad le dije: “¿A Japón?”. El presidente Eyring respondió de inmediato: “Sí, vayamos allí”.
En lo profundo de mi corazón me sentí muy conmovido y sinceramente agradecido al Señor por permitirme tener esa impresión, y saber a dónde debía ir ese misionero. Ahora tengo este privilegio de manera frecuente. Puedo decirles a ustedes que identificar el lugar que el Señor ha escogido para que sus misioneros sirvan, es una experiencia reveladora muy sagrada y poderosa.”