En estos últimos cinco años, mi esposa y yo hemos tenido la responsabilidad de entrevistar a los misioneros al momento de iniciar su servicio misional.
Hemos realizado más de mil entrevistas de este tipo, ¡y seguimos contando!
Algo que siempre preguntamos es “¿por qué decidiste servir?”, muchos de los misioneros respondían que la misión no estaba dentro de sus planes o no se sentían capaces de poder servir en una misión.
A pesar de todo lo que pasaban, se encuentran aquí en el Centro de Capacitación Misional (CCM) con sus placas en el pecho y sonrisas en su rostro.
La segunda mitad de sus respuestas sobre la razón de su servicio es casi siempre a causa de experiencias especiales, ya sea por medio de una bendición patriarcal, experiencias de familiares, amigos y lecciones que tuvieron en su vida.
Todas las semanas aprendíamos nuevas lecciones de vital importancia, como:
- Ningún joven debe ser visto como “irredimible” o “no apto” para servir una misión.
- Son innumerables las formas en que una misión puede cambiar la vida de un joven.
- Es imposible predecir con exactitud qué experiencia será “la única”, por eso es importante exponer a nuestros jóvenes al mayor número posible de experiencias e influencias positivas.
- Los cambios que salvan la vida de los jóvenes se dan debido a que otras personas se preocupan lo suficiente como para interesarse y dar aliento. Como lo ha dicho el élder Uchtdorf: “Somos las manos de Dios”.
- El momento del “gran cambio” siempre ocurre cuando uno se humilla ante el Padre y está dispuesto a recibir revelaciones personales.
Es por eso que te compartimos 4 experiencias diferentes de jóvenes misioneros que, a pesar de las pruebas, se encuentran sirviendo al Señor a tiempo completo.
¡Vamos a verlo!
1. Nunca es tarde para volver a la Iglesia
Crecí en una familia inactiva, nos bautizamos como miembros de la Iglesia, pero nunca fuimos a la capilla. Mi mamá ha tenido problemas con el alcohol desde adulta y debido a la falta de buenas influencias, mi vida se volvió cada vez más oscura e infeliz.
Tomé todas las malas decisiones que un adolescente puede tomar. A pesar de todo eso, quería que la luz vuelva a mi vida.
Un día, cuando tenía 17 años, mi abuela me invitó a ir a la Iglesia con ella, y lo hice, se sintió tan bien que decidí seguir asistiendo.
Tuve la valentía de contarle a mi amado obispo todo lo que había pasado, me ayudó a arrepentirme y sentir nuevamente un gozo casi indescriptible.
El Señor continuó guiándome para ayudarme a servir una misión a pesar de la edad y seguí siendo fuerte en el evangelio.
Mi familia regresó a la Iglesia y ahora asisten al templo juntos, deseo estar con ellos. Al servir, nunca he sido tan feliz.
2. Las Escrituras como fuente de revelación
Yo era uno de los mejores jugadores de fútbol americano en la secundaria.
Sin embargo, a medida que iba creciendo mi popularidad, me fui alejando del evangelio y empecé a tomar decisiones no tan buenas.
Cuando estaba en la universidad, conocí a un joven miembro de la Iglesia de Jesucristo, nos volvimos muy cercanos y me invitó a leer las Escrituras.
Se sintió tan bien reconectar con el evangelio después de muchos años.
Un fin de semana mi amigo me invitó a la Iglesia, sería la primera vez que iba en años. Ese domingo, el presidente de estaca enseñó una lección muy inspiradora que me tocó muy fuerte el corazón.
Su lección, el estudio de las Escrituras y mi amigo lograron darme el deseo abrumador de cambiar el rumbo de mi vida.
Tomé la decisión de servir una misión a tiempo completo.
Esta elección llevó a grandes sacrificios: Mi novia de 6 años me dejó, mis amigos del fútbol me abandonaron y tuve que renunciar a una oferta para mi carrera post universitaria de ensueño.
Ahora aquí estoy en el CCM y nunca me he sentido tan feliz. Todo esto sucedió gracias a ese amigo que me ayudó a cambiar mi vida por completo.
3. Acudir a Dios por medio de una oración
Nací a causa de una agresión sexual a mi madre.
Dado el contexto de mi nacimiento, crecí sintiendo que soy un error o un accidente. A pesar de todo, mi madre me amó, me ayudó a comprender que Dios ama a todos Sus hijos y me aseguró que Él no es capaz de cometer errores.
Después de años de lucha con mi autoestima y falta de amor propio, mi madre me convenció de llevar mis preocupaciones a mi Padre Celestial. Me armé de valor y acudí a Él en oración.
Como respuesta, sentí un amor que me embargó por completo, tuve una sensación de luz y calor incomparable y la impresión de servir una misión. La misión se ha convertido en un giro extraordinario en mi vida.
La ayuda de mi madre y una humilde oración cambiaron mi vida para siempre.
4. Una enfermedad no es impedimento para servir
Nací con diferentes imperfecciones físicas: primero, era muy pequeño en estatura y segundo, nací con un impedimento en el habla que le dificulta a las personas entender lo que digo.
Estas dos pruebas me llevaron a ser blanco de burlas y bullying por toda mi vida.
Cuando mis padres y líderes me hablaron sobre servir una misión, pensé:
“¿Cómo es posible que yo pueda salir a hacer algo que consiste en conectar con las personas y entablar conversaciones y enseñar?”
Nunca me he sentido capaz de hacer estas cosas, sin embargo, la experiencia de un misionero retornado en el PFJ encendió una chispa en mi corazón.
Él me aseguró que Dios me necesitaba y no importaba los desafíos que estuviera pasando, Él me proporcionaría la manera para que pueda tener éxito.
A pesar de todo el miedo que sentía en mi corazón, este gran amigo me ayudó a intentarlo. Al inicio fue muy difícil y pasé por las mismas pruebas que siempre he pasado.
Sin embargo, a inicios de mi misión, fui trasladado a un barrio para sordos. Era una asignación inusual, pero fue una bendición especial poder aprender el lenguaje de señas de manera rápida y fluida dentro de mi misión.
Pase a formar parte de una comunidad que me amaba y necesitaba. Atrás quedaron los días donde me humillaban por mi estatura o mi manera de hablar. Fortalecí mi autoestima y sentí el amor de Dios en mi vida.
El deseo de servir
Un amigo, un padre, un abuelo, un versículo de las Escrituras, una oración o un líder de la Iglesia pueden marcar la diferencia en la vida de estos jóvenes.
Conocer estas historias de milagros cada semana en el CCM es un testimonio de lo que Pablo les dijo a los romanos:
“Por lo cual estoy convencido de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá apartar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús, Señor nuestro”. –Romanos 8:38–39
Fuente: LDS Living