Últimamente, he escuchado esta frase de chicos SUD “sólo me casaré con una misionera retornada”.
Después de que la edad para salir a una misión cambió, esto parece ser un mandato bastante razonable. Hombres Jóvenes y Mujeres Jóvenes pueden servir virtualmente a la misma edad, y a tan temprana edad que no interfiere mucho con la educación universitaria; virtualmente cualquiera puede planear ir. Además, si las chicas pueden decir que quieren a un “misionero retornado” ¿No podrían los chicos también decir lo mismo?
No tenía problema con esta condición cuando planeaba servir en una misión.
Durante tres años estuve activamente preparándome para mi misión. Y les había dicho a todos los que estaban interesados que yo estaba yendo a una misión, que ese era el plan, y que era tan capaz como cualquier chico. Me di cuenta de dos cosas: primero, si quería ir a una misión sería lo correcto para mí, ¿cierto? “De modo que, si tenéis deseos de servir a Dios, sois llamados a la obra”. D&C 4:3. Y segundo, si los chicos lo hacen, ¿por qué yo no? Ese es mi lado feminista.
Creo que, viendo hacia atrás, yo estaba muy confiada en que iría a una misión. Tomé esa decisión con orgullo y no con oración.
Independientemente de mi orgullo, me había estado preparando a través del estudio de las escrituras, clases, y leyendo discursos.
Vayamos hasta el pasado octubre. Solicité prácticas en servicio para obtener un poco más de experiencia estando fuera de casa antes de mi misión. Solicité servir en un centro juvenil en Colombia por un semestre. Fui aceptada rápidamente, mis materias encajaron perfectamente, podía obtener créditos, y a pesar de que la universidad pensó que no podían mantener mi beca, lo hicieron.
Después de ser aceptada en las prácticas, empecé a imaginar la logística para mi misión. Me quedé en el barrio que asistía, en vez de asistir al barrio de adultos solteros, para hacer mis papeles ahí. Planeaba salir tan cerca de mi cumpleaños #19 como pudiera, y había planeado recibir mi llamamiento durante mis prácticas. Pero las cosas no se dieron así; encontré obstáculos en cada esquina.
En este punto comencé a orar fervientemente. Pensé en ello, hablé con mi mamá, y estaba confundida. Me concentré en la Conferencia General esperando discursos misionales para que me estimulara a salir. Las respuestas fueron acerca del matrimonio y la familia… nada acerca de la obra misional. Llegó un punto en donde no podía verme estando en una misión; fue la cosa más frustrante, la única manera de describir correctamente lo que sentí era como un “estupor de pensamiento”. Y cuando finalmente consideré que la misión quizás no era lo correcto para mi… sentí alivio. Y me sentí culpable por sentir alivio. ¡Así no es como se supone que la historia debe ir! ¿Cómo puede ser que algo obviamente bueno no fuera lo correcto para mi?
Mi historia no tiene una resolución plena. Soy lo suficientemente joven que mi respuesta puede cambiar, lo único que puedo hacer es tomar los pasos que sé que son correctos. fui a mis prácticas, estudié las escrituras, tomé la Santa Cena, y oré.
La misión es una cosa tan hermosa; he visto tantos amigos y compañeros que han ido y regresado tan maduros y listos para la vida. Pero en lo que concierne a los muchachos SUD desear casarse con una misionera retornada, hay una diferencia. Hay una diferencia entre querer casarse con alguien que valore y entienda espiritualmente, y casarse con alguien que fue a la misión, Las dos cosas no son mutuamente inclusivas. Hay una diferencia entre una chica que va a la misión por qué ella quiere, y una chica que va por qué el Señor quiere que lo haga.
A veces hay una discrepancia en la idea de que se “supone” que las jóvenes SUD deben de ir. Creo que el cambio en la edad afectó indirectamente esto. Es una responsabilidad del sacerdocio, sí, cada hombre joven capaz debe y está obligado a ir, pero, no es automáticamente lo correcto para una mujer joven.
Pero sí, ¡fui llamada a servir y tú también! Si tienes el deseo de servir, serás llamada y serás llamada individualmente. Sentí que debía ir a Colombia, tal como si hubiese recibido la carta de mi llamamiento en el correo, y no sé dónde el Señor me guiará después.
Servir al Señor sin una placa negra con tu nombre no significa que una hermana tenga menos testimonio o incluso que tenga menos experiencia para compartir el evangelio. Se necesita valor para orar y preguntar sinceramente si se debe salir a una misión, y tengo mucho respeto por las chicas que no van por qué su respuesta fue no.
Sería poco productivo para mi ir en contra de lo que el Señor quiere que haga de mi vida, y el trabajo que Él me ha llamado a hacer. Sé que estoy donde el Señor me llamó, y no estoy en una misión no por falta de fe, sino por abundancia de ella. Tengo fe de que estoy donde se supone que debo estar, Y tengo fe de que la voluntad del Señor seguirá dirigiendo mi vida.
No tengo que saberlo todo. No tengo que saber si el Señor cambiará mi respuesta acerca de la misión, pero me esforzaré por estar lista de cualquier manera. Por ahora me siento en paz sabiendo que pedí encarecidamente, y sabiendo que seguiré preguntando.
Este artículo fue escrito por Jessica J. para rubygirl.org y traducido por Wendy Vianey Almazan Cano