Si has conocido a los misioneros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, posiblemente notaste que nunca se encuentran solos.
Siempre van en pareja.
Sin embargo, existe algo más que llama la atención: en múltiples ocasiones uno de ellos es blanco latinoamericano y aunque no lo dice en un ningún manual oficial, este patrón se repite una y otra vez, ¿por qué?
Ir de dos en dos: doctrina, protección y apoyo

Desde los primeros días de la Restauración, ir en pareja ha sido la norma. En Doctrina y Convenios 42:6, una revelación dada al profeta José Smith en 1831, el Señor enseña:
“Y saldréis por el poder de mi Espíritu, de dos en dos, predicando mi evangelio en mi nombre, alzando vuestras voces como si fuera con el son de trompeta, declarando mi palabra cual ángeles de Dios”.
Esta práctica tiene al menos dos propósitos clave:
1. Seguridad y protección

La presencia de un compañero previene situaciones comprometedoras o que afecten la integridad de los misioneros, en el manual “Normas misionales para los discípulos de Jesucristo” destaca:
“Permanecer con su compañero le brindará protección de peligros físicos y espirituales, de falsas acusaciones y de la soledad. Obedezca esta norma misional en todo momento y en todo lugar. Nunca esté solo:
- Debe ser capaz de ver y escuchar a su compañero en todo momento, a menos que usted esté en el sanitario, en una entrevista con un líder de la misión o llevando a cabo una entrevista bautismal (véase 2.3.6)
- Deben dormir en la misma habitación, pero no en la misma cama.
- Cuando realice tareas individuales en su vivienda, use el sentido común para protegerse y seguir las normas misionales de conducta (véase 3.0)
- No busque momentos para estar solo. Por ejemplo, no se acueste más tarde ni se levante más temprano que su compañero”.
2. Doctrina bíblica
En Lucas 10:1, se destaca:
“Y después de estas cosas, el Señor designó a otros setenta, a quienes envió de dos en dos delante de sí a toda ciudad y lugar a donde él había de ir”.
La Iglesia sigue ese modelo como símbolo de unidad y responsabilidad compartida.
No hay una política escrita que indique que los misioneros deben ser de diferente nacionalidad o raza. Pero la práctica de emparejar a misioneros diversos culturalmente es común, y hay razones detrás de esto que sí se alinean con principios enseñados por la Iglesia.

El presidente Russell M. Nelson nos recuerda:
“El recogimiento de Israel adquiere un significado adicional. El Señor está reuniendo a aquellos que están dispuestos a dejar que Dios prevalezca en sus vidas. El Señor está recogiendo a aquellos que elijan dejar que Dios sea la influencia más importante en su vida”.
El reflejo de esa diversidad también está presente en las calles. Al asignar compañeros de diferentes orígenes, la Iglesia muestra que el Evangelio de Jesucristo no pertenece a un solo grupo étnico, sino a todos.
Asignar a dos personas del mismo país o que hablen el mismo idioma nativo puede dificultar su integración al entorno local. Al emparejar misioneros con diferentes lenguas maternas, se fomenta el uso del idioma del lugar y se evita el aislamiento cultural dentro del compañerismo.
El compañerismo misional no solo es una regla: es una experiencia formativa, una protección divina, y sí, también una herramienta poderosa de imagen y conexión en un mundo diverso.
Fuente: Facebook