Nota del editor: Aunque no todos conocen la historia de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días en Ecuador, hay momentos que marcan un antes y un después. Este es uno de ellos.

Hace seis décadas, un apóstol de la Iglesia subió hasta la cima de un cerro icónico en Quito llamado El Panecillo, elevó una oración y dedicó toda una nación a la predicación del Evangelio de Jesucristo. Era 1965. Pocas personas lo sabían. Pero ese instante, sencillo y espiritual, cambiaría el futuro de miles.

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Hoy, 60 años después, líderes actuales de la Iglesia de Jesucristo regresaron a ese mismo punto para conmemorar lo que consideran el inicio de una promesa cumplida.

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Una vista, una oración, una visión para el futuro

El viernes 30 de mayo de 2025, el élder Neil L. Andersen, uno de los Doce Apóstoles que guía a la Iglesia a nivel mundial, presidió una ceremonia especial en El Panecillo. Estuvo acompañado por otros líderes y sus esposas, así como por presidentes de misión que actualmente sirven en Ecuador.

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Allí, el élder Andersen leyó partes de la histórica oración que el entonces élder Spencer W. Kimball ofreció en ese lugar en 1965, cuando dedicó el país “para la predicación del Evangelio de Jesucristo”. En su diario, Kimball escribió ese día:

“Llegará el día en que los lamanitas tendrán su oportunidad. La Misión Sudamericana ha de ser un poder en la Iglesia”.

Sus palabras hoy resuenan más vivas que nunca.

De unos pocos… a miles

En aquel entonces, había apenas unos pocos misioneros y casi ningún miembro de la Iglesia en Ecuador. Hoy, hay templos, congregaciones por todo el país y miles de personas que viven su fe activamente.

“Somos testigos del cumplimiento de esa visión”, dijo el élder Andersen. “Una nueva generación de líderes, familias fieles y templos sagrados muestran lo que ha florecido desde aquella oración”.

Un momento que une pasado, presente y futuro

La ceremonia no solo fue un recordatorio del pasado. También fue una celebración del presente y una mirada esperanzadora hacia el futuro. Fue un homenaje a los pioneros, a los primeros misioneros, y a todas las personas que han servido con amor y constancia en Ecuador durante estas seis décadas.

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En lo alto del Panecillo, con la ciudad extendiéndose abajo y el cielo abierto arriba, los asistentes compartieron mensajes, recuerdos y silencios cargados de fe. Un acto sencillo, pero profundamente espiritual.

Fuente: noticias.laiglesiadejesucristo.org

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