Nota del editor: ¿Qué pasa cuando el arte se convierte en testimonio? Cuando bailar se transforma en servir. Esta es la historia de un grupo de jóvenes que, con zapatos de baile y corazones dispuestos, llegaron hasta el palacio de un rey.
En un teatro repleto de dignatarios, bajo los reflectores del Aksra Theater King Power en Bangkok, se vivió una noche inolvidable: la mundialmente reconocida BYU Ballroom Dance Company presentó un espectáculo en honor al 72.º aniversario del Rey de Tailandia, Maha Vajiralongkorn, y la Reina Suthida.
Pero lo que parecía ser solo una presentación artística, pronto se reveló como un acto de amor, servicio y conexión espiritual.

Un espectáculo digno de la realeza
El 30 de abril de 2025, más de 600 invitados especiales —entre ellos líderes de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días— se reunieron para presenciar el evento East Meets West: Celebrating His Majesty the King’s Jubilee. La presentación fue organizada por la Fundación Real Devakul, en colaboración con BYU y la Iglesia, y tuvo un propósito benéfico: apoyar a niños de escasos recursos a través de la Fundación Rajaprajanugroh.
Antes de subir al escenario, los 32 bailarines de BYU fueron recibidos por Sus Majestades y, en un gesto único, se tomaron una fotografía oficial con el Rey y la Reina. El Rey incluso obsequió recuerdos personales a los organizadores y artistas, reconociendo la disciplina y la belleza del espectáculo.
Bailar para servir, no solo para brillar
Detrás del glamour del evento, estos jóvenes llevaban consigo una misión más profunda.
“Nuestro baile es una forma de representar a Jesucristo”, dijo Wyatt Jennings, uno de los bailarines. “Esperamos que, al vernos, las personas sientan algo más: el Espíritu”.
Esa misma mañana, el grupo visitó el Templo de Bangkok, Tailandia, para prepararse espiritualmente. Solo habían estado en el país por 72 horas, pero ya sabían que estaban ahí no solo para mostrar talento, sino para tocar corazones.
Darby Jo Hart, de 21 años, expresó:
“He bailado por años, pero jamás imaginé que eso me llevaría a presentarme ante un rey. A veces Dios te sorprende con oportunidades que nunca pensaste tener”.
Más que un tour: un puente entre culturas
La gira no se limitó a los escenarios. También incluyó visitas a escuelas, talleres con jóvenes de distintas nacionalidades y presentaciones en beneficio de la Cruz Roja Tailandesa. Uno de los momentos más emotivos ocurrió en la Children’s Village, un hogar para niños vulnerables, donde los pequeños bailaron para los artistas… y luego aprendieron el chachachá junto a ellos.
“Fue como un sueño hecho realidad”, dijo Oat, un joven de 22 años que vive en el centro desde los 7. “Nunca pensé ver algo así”.
Para Justin Goodrich, bailarín de BYU, esa fue la esencia de la gira:
“Cuando usamos nuestros talentos para bendecir a otros, es cuando realmente descubrimos el propósito que Dios tiene para nosotros”.
Una conexión que trasciende
La gira también fue un reencuentro con el pasado. Curt Holman, director artístico, había participado como bailarín en la gira de 1985, junto a los padres de varios integrantes actuales. Y cuatro décadas después, un antiguo miembro tailandés de la compañía viajó siete horas solo para verlos bailar de nuevo.
“Es uno de los mejores espectáculos que han ocurrido en Tailandia”, dijo emocionado.
La sonrisa del Rey, reflejada en los rostros de miles de personas, fue el sello final de un momento histórico. La BYU Ballroom Dance Company no solo bailó para un monarca… bailó para servir, para unir, para elevar el alma.
Y ese es, sin duda, un regalo divino.
Fuente: news-hk.churchofjesuschrist.org