El pasado domingo 28 de septiembre, una congregación de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días en Grand Blanc, Míchigan, vivió un momento de dolor cuando un ataque armado y un incendio sacudieron su reunión sacramental.
Entre la confusión, algunos miembros actuaron con valentía. Dos médicos de emergencias, S. Bridger Frampton y Jared Hicken, arriesgaron sus vidas para ayudar a salvar a otros, aun cuando ellos y sus familias también resultaron heridos.
Héroes en la vida diaria

Durante el ataque un par de doctores que trabajan en el hospital Genesys de Míchigan, no dudaron en actuar. su instinto fue proteger y servir, incluso en medio del peligro.
Uno de ellos es S. Bridger Frampton, quien se encontraba en la capilla con su esposa y sus cinco hijos cuando ocurrió el ataque.
Frampton, es residente de cuarto año en el hospital Henry Ford Genesys, es descrito por sus colegas como alguien que “está preparado para ayudar en cualquier momento”.
Sus compañeros de turno afirman que su reacción fue natural al regresar al edificio en llamas para rescatar a parte de su familia y a otros miembros de la congregación. Una enfermera que trabaja con él comentó:
“Si pudieras convertir a alguien en la mejor persona del mundo, sería él… Es alguien que siempre entra a ayudar, nunca se queda mirando”.

Las enfermeras también recordaron las heridas sufridas por otro médico Santo de los Últimos Días, el doctor Jared Hicken, y su hija de 6 años.
Él mismo relató a colegas que, al ver bloqueada la salida principal por el fuego, ayudó a su esposa e hijos a salir por una ventana. Mientras ayudaba a un miembro más, una bala lo alcanzó en el muslo y la metralla hirió a su hija.
La valentía de estos hombres y el amor por sus familias y su fe nos recuerdan que, incluso en medio del dolor, el evangelio inspira a servir y proteger a los demás.
Recordando a quienes partieron

Craig Hayden (esquina inferior izquierda, a la derecha) y Pat Howard (esquina inferior derecha, a la izquierda). Imagen: GoFundMe
Cuatro Santos fallecieron en el ataque:
- Craig Hayden, de 78 años, padre y abuelo.
- John Bond, de 77 años, veterano de la marina de EE. UU.
- Thelma Armstrong, madre que asistía con su hija.
- Pat Howard, esposo y abuelo.
Ellos dejaron un legado de fe y servicio. Hoy sus familias reciben el apoyo y las oraciones de miles de Santos en todo el mundo.

Además, entre las víctimas del ataque, cuatro Santos de los Últimos Días resultaron heridos de bala. Ben Phelps permanece hospitalizado, mientras que su hijo de 6 años, D’Artagnan, recibió un disparo en el brazo y ya pudo regresar a casa.
Greg Mikat fue alcanzado tres veces y continúa en recuperación en el hospital. Jeff Kubiak recibió un disparo en la pierna.
Otras personas sufrieron heridas por la metralla. Tres personas más fueron afectadas por la inhalación de humo. Dos ya recibieron el alta, pero el doctor Bridger Frampton, quien volvió al edificio en llamas para rescatar a otros, sigue hospitalizado.
Primeros en responder

Los socorristas y enfermeras también mostraron un espíritu de sacrificio. Varias de ellas dejaron el piquete de huelga en el hospital para correr a atender a las víctimas. Después, algunas incluso se dirigieron al mismo centro de estaca y a otros lugares donde los miembros daban declaraciones para brindar apoyo.
“Están pasando estas cosas demasiado seguido… Nunca pensamos que iba a llegar a nuestra propia comunidad, a nuestros amigos y vecinos”.
Mientras algunos luchan por recuperarse en hospitales, la comunidad se ha unido en vigilias, oraciones y campañas de apoyo. Compañeros de trabajo, vecinos y miembros de la Iglesia han demostrado que el amor del Salvador se refleja en pequeños actos de bondad y solidaridad.
Incluso se han abierto campañas de ayuda para las familias afectadas, recordándonos:
“*Y estáis dispuestos a llorar con los que lloran; sí, y a consolar a los que necesitan de consuelo” – Mosíah 18:9.
Un llamado a la esperanza

El ataque en Grand Blanc ha dejado cicatrices físicas y emocionales, pero también ha resaltado la valentía, el servicio y la fe de los Santos.
En medio del dolor, se confirma una verdad eterna: el Salvador sigue extendiendo Sus brazos para sostener a quienes sufren, y Su luz brilla aun en los momentos más oscuros.
Fuente: Deseret News



