Pregunta
Recientemente he sentido mucho temor y se me ha hecho difícil tener fe. No siento que pueda recibir lo que el Señor me ha prometido en mi bendición patriarcal y otras bendiciones.
Siento temor de que Dios no me ame y no me ayude a convertirme en quien Él desea que llegue a ser y que logre lo que Él me ha prometido.
¿Cómo aprendo a confiar en Dios y permitirle que me ayude? ¿Cómo aprendo a no escuchar y creer en las mentiras de Satanás? ¿Cómo puedo saber que el Señor me ama y quiere ayudarme?
Parker
Respuesta
También te puede interesar: Preguntas y respuestas: ¿Ocurren las muertes en el “tiempo del Señor”?
Desde hace algunos años, el Presidente Eyring nos ha alentado a recibir sentimientos e impresiones del Espíritu Santo que fortalecerán nuestro discipulado de Jesucristo.
Me impresionó una historia que compartió sobre su visita a Jerusalén, estuvo en los lugares tradicionales de la resurrección de Jesucristo.
En esa tumba, el Espíritu le impulsó a reflexionar en cuanto al testimonio de María del Cristo resucitado. Después de esa experiencia, el presidente Eyring oró para recibir una revelación especial.
No estaba interesado en el conocimiento, o al menos no del tipo que impresiona a los académicos, no. Oró para tener una experiencia espiritual.
He orado para que se me permita sentir algo de lo que María sintió en el sepulcro y lo que otros dos discípulos sintieron en el camino a Emaús mientras caminaban con el Salvador resucitado.
Oró para sentir el gozo de ver a Cristo nuevamente.
En otra ocasión, el presidente Eyring compartió una historia sobre un momento difícil en una relación importante.
Recuerdo una vez que uno de mis hijos de siete u ocho años saltaba encima de su cama con tanta fuerza que pensé que se iba a romper. Sentí un atisbo de frustración, y rápidamente me movilice para poner mi casa en orden. Agarré a mi hijo por sus pequeños hombros y lo levanté hasta el nivel donde nos vimos cara a cara.
El presidente Eyring se sintió frustrado, pero trató de escuchar la voz suave y apacible del Espíritu.
El Espíritu puso palabras en mi mente. Parecía ser una voz apacible, pero me penetró el corazón: “Estás sosteniendo a una gran persona”. Lo coloqué suavemente de vuelta en la cama y me disculpé.
Ahora se ha convertido en el gran hombre que el Espíritu Santo me permitió ver hace cuarenta años. Estoy eternamente agradecido de que el Señor me rescató de sentimientos desconsiderados al enviar al Espíritu Santo para que me permitiera ver a un hijo de Dios como Él lo veía.
Tu patriarca recibió una revelación del Espíritu Santo sobre quién eres realmente. Te prometió, en el nombre del Señor, grandes dones y bendiciones generosas.
Si no te ves así, sigue el ejemplo del presidente Eyring y ora “para que puedas sentir lo que tu patriarca sintió cuando te dio su bendición”. Ora para sentir un poco del valor que el Padre Celestial ve en ti y el amor que siente por ti.
A veces estamos orgullosos de reconocer nuestros dones. Nos esforzamos por evitar este pecado universal, pero al hacerlo podemos ofender a Dios.
Recuerda que Jesús irónicamente confesó ser manso y humilde de corazón. Fue manso al admitir la mansedumbre, al ser sincero y completamente honesto acerca de quién era y Sus bendiciones, y al darle a Dios toda la gloria.
Como ejemplo de la vida real, José fue bendecido con el don espiritual de la interpretación de los sueños. Cuando los compañeros de prisión de José tenían sueños que debían ser interpretados, José no se escondía con falsa modestia.
“¿Las interpretaciones no le pertenecen a Dios?” Les preguntó. “Díganme cuáles son, se los pido” expresó e interpretó. Luego, fue llamado ante Faraón que dijo: “Soñé un sueño y no hay nadie que pueda interpretarlo”.
Si José hubiera negado su don, habría negado la salvación temporal de Egipto (y su propia familia) en los años siguientes. Pero, José reconoció su don y le dio gloria a Dios.
Y respondió José a Faraón, diciendo: No está en mí; Dios será quien responda paz a Faraón.
Se necesita una gran ingratitud para negar un don que se da generosamente. Eso no es humildad. Deberías seguir el ejemplo del presidente Eyring.
Él vio a un niño que lo frustraba y desordenaba su casa. Dios le mostró una gran persona, con un valor eterno, y lo ayudó a fortalecer esa relación.
Cuando te ves como alguien que no merece las bendiciones que el Señor ha prometido, y en algunos casos ya las has recibido, estás viendo a través de lentes rotos.
Necesitas verte a ti mismo como Dios te ve a ti. Ora por eso. Mientras oras, expresa gratitud por lo mucho que Dios ha invertido en ti y por la relación que tienes con Él, que te ha permitido crecer espiritualmente.
Fuente: Ask Gramps