Pregunta
Si una persona fue excomulgada por adulterio, pero se arrepiente y le restauran todas sus bendiciones, después de haber sido fiel durante más de 30 años, incluso un nuevo matrimonio en el templo, ¿existe alguna doctrina o condición que impida que esa persona herede el reino celestial, incluyendo el derecho a vivir con el nuevo cónyuge con quien se selló y otros seres queridos?
Janet
Respuesta
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Janet,
Gracias por tomarte el tiempo de hacer esta pregunta. Repasemos las escrituras y las palabras de los profetas, que son relevantes para esta interrogante:
1. Temas del Evangelio:
“El arrepentimiento es un proceso a veces doloroso, pero lleva al perdón y a la paz duradera.
Por conducto del profeta Isaías, el Señor dijo: ‘… aunque vuestros pecados sean como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; aunque sean rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana’ (Isaías 1:18).
En esta dispensación, el Señor ha prometido: ‘Quien se ha arrepentido de sus pecados es perdonado; y yo, el Señor, no los recuerdo más’ (Doctrina y Convenios 58:42)”.
2. Isaías 1:18:
“Venid ahora, dice Jehová, y razonemos juntos: aunque vuestros pecados sean como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; aunque sean rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana”.
3. Doctrina y Convenios 58:42:
“He aquí, quien se ha arrepentido de sus pecados es perdonado; y yo, el Señor, no los recuerdo más”.
4. Temas del Evangelio:
“El arrepentimiento es un acto de fe en Jesucristo, el reconocimiento del poder de Su expiación.
Solo se nos puede perdonar bajo Sus términos.
Si reconocemos con agradecimiento Su expiación y Su poder para limpiarnos de pecado, podemos ‘ejercitar [n]uestra fe para arrepentimiento’” (Alma 34:17).
5. Alma 34:17:
“Por tanto, hermanos míos, Dios os conceda empezar a ejercitar vuestra fe para arrepentimiento, para que empecéis a implorar su santo nombre, a fin de que tenga misericordia de vosotros”.
6. Jesucristo nos prometió:
“De cierto, así dice el Señor: Acontecerá que toda alma que deseche sus pecados y venga a mí, invoque mi nombre, obedezca mi voz y guarde mis mandamientos, verá mi faz y sabrá que yo soy, y que yo soy la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene al mundo” (DyC 93: 1 – 2).
7. Un maravilloso testimonio:
“Un joven dijo en su testimonio: ‘Pienso ahora en todo el pesar que les causé a mis padres—y a mí mismo—al no darme cuenta de que el pecado no puede atraer la felicidad.
Después de terminar mis estudios secundarios, me mudé a un apartamento y empecé a beber, fumar y hacer uso de drogas.
Me parecía entonces que lo estaba pasando muy bien, pero ahora comprendo que llevaba una vida miserable.
Un día me puse a pensar: ‘ ¿Qué pasaría si mis padres me vieran así? ¿Qué pensarían de su hijo?’
Entonces hice un esfuerzo por cambiar mi vida… Nunca hubiera logrado el cambio sin la ayuda de algunos buenos amigos y de un obispo compresivo y sin la guía del Espíritu Santo.
Pero con toda esta ayuda, pude arrepentirme; ahora comprendo lo infeliz que me sentía, y testifico que el arrepentimiento y la vida justa traen la felicidad.
Sé por experiencia propia que el Señor siempre está dispuesto a ayudarnos a cambiar, si tan sólo se lo permitimos’”. (“Sí, hay milagros”, Jay A. Parry, Liahona de julio de 1978)
A medida que nos arrepentimos de nuestros pecados, nos acercamos al verdadero camino.
Cuando estamos en el verdadero camino que conduce al reino celestial, comprendemos que todas las leyes de Dios son importantes. Nos volvemos más como Jesucristo y vemos el pecado como Él lo ve.
No podemos considerar el pecado con el más mínimo grado de tolerancia (véase DyC 1:31).
En otras palabras, no podemos tolerar ninguna forma de pecado. Esa es nuestra meta. Aunque no seamos perfectos, debemos recordar nuestra meta y trabajar para lograrla.
8. Doctrina y Convenios 45: 3 – 5:
“Escuchad al que es vuestro intercesor con el Padre, que aboga por vuestra causa ante él, diciendo: Padre, ve los padecimientos y la muerte de aquel que no pecó, en quien te complaciste; ve la sangre de tu Hijo que fue derramada, la sangre de aquel que diste para que tú mismo fueses glorificado; por tanto, Padre, perdona a estos mis hermanos que creen en mi nombre, para que vengan a mí y tengan vida sempiterna”.
De estos versículos de las Escrituras y de nuestros manuales aprendemos que la gracia del Señor es como Él lo ha especificado: duradera, amorosa, caritativa, generosa, compasiva e infinita.
Las escrituras son claras. Si hicimos todo lo posible, confesamos y abandonamos nuestros pecados, podremos confiar en que las bendiciones de vivir con el Padre y recibir todo lo que Él tiene reservado, serán nuestros. Nada lo impedirá si verdaderamente hemos confesado y abandonado nuestros pecados.
Fuente: Ask Gramps