“Existen roles que el Padre y Jesucristo desempeñaron y nos permiten entender por qué el Padre Celestial no expió nuestros pecados.”
Pregunta
Abuelo,
¿Por qué el Padre Celestial no expió nuestros pecados en lugar de Jesucristo?
Una
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Respuesta
Querida Una,
Gracias por tu consulta, es perspicaz y poderosa. Esta pregunta comprende muchas cosas y haré todo lo posible para desglosarla para que pueda transmitir plenamente la esencia del Plan de Felicidad de nuestro Padre Celestial.
Primero debemos definir quiénes son “El Padre” y “El Hijo”. Para eso, déjame establecer tres puntos.
1. Artículo de Fe Nº 1
“Creemos en Dios, el Padre Eterno, y en Su Hijo, Jesucristo, y en el Espíritu Santo.”
2. EL PADRE = “La Ley”
Por el Elder Hugh B Brown, “Father, Are You There?” Devocional 8 de octubre de 1967
“Un plan basado en la ley
Me pregunto si ustedes, los hombres y mujeres jóvenes que se encuentran aquí esta noche, son conscientes del hecho de que se les presentó un plan antes de venir [a esta tierra], un plan ideado por el más grande de todos los seres, su Padre Celestial, un Plan que tuvo en cuenta su desarrollo y crecimiento.
Ese plan se basa en la ley. La observancia de la ley debe convertirse en una norma en su vida. Cualquier rebelión contra la ley es una muestra de debilidad. Cualquier observancia a la ley, la observancia voluntaria, es evidencia de [nuestra] voluntad para ser guiados, dirigidos y protegidos, como si fuéramos niños pequeños.
Si van desde aquí a Nueva York en un automóvil, es posible que tengan algunos problemas en Denver. Tal vez se pinche una llanta. Pueden suceder otras cosas peligrosas, y puede que se pregunten si lo lograrán. Es posible que se desanimen y se den por vencidos, abandonen el camino y regresen a casa.
Si lo hacen, estarán siendo insensatos, porque hay una recompensa esperando al otro lado. Lo que realmente deben hacer es hacer arreglos y reparaciones, comprar piezas adicionales, aprender algo sobre el auto que conducen y luego seguir adelante.
En esta batalla de la vida, el auto en el que viajan es su propio cuerpo, y deben aprender todo lo que puedan sobre él y luego mantenerlo en buen estado. Encontrarán que hay reglas y regulaciones muy definidas que rigen la conducta humana. En todas nuestras experiencias en la vida, necesitamos constantemente las influencias protectoras de quienes nos aman.
Hace un momento dije que nuestras madres nos protegían y nos cuidaban, nos guiaban y nos ayudaban a cruzar la calle. Pero gradualmente este cuidado y protección de los padres se retira de manera considerable, y se nos da más libertad para hacer lo que queramos.
Vamos de un lugar a otro con considerable libertad y, sin embargo, siempre estamos conscientes del hecho de que nuestra libertad está limitada por nuestra conducta. La obediencia a la ley es libertad, y aprendemos eso a medida que avanzamos.
En este viaje de la vida, no se dirigirán a Nueva York o San Francisco; se dirigen hacia la inmortalidad, la vida eterna y aumento eterno. Cuando menciono el aumento eterno, me refiero no sólo al crecimiento de [nuestra] posteridad, sino también al aumento de conocimiento y poder que vienen con el conocimiento.
Me refiero al aumento de sabiduría, que es un uso apropiado del conocimiento, y al aumento de la inteligencia, que es la gloria de Dios y será la gloria del hombre…”
3. EL HIJO = Mediador (también conocido como El Salvador)
Por el presidente Boyd K. Packer, “El Mediador Jesucristo”, Liahona de octubre de 1977
“Quisiera relatarles una historia; una parábola.
Había una vez un hombre que deseaba mucho adquirir cierto objeto; parecía ser más importante que cualquier otra cosa en su vida. Para cumplir su deseo, se endeudó mucho.
Se le había advertido de que no debía endeudarse de tal forma, y particularmente se le había prevenido acerca de su acreedor, la persona que le prestó el dinero. Pero parecía muy importante tener lo que deseaba de inmediato; estaba seguro de que podría pagarlo más adelante.
Por tanto, firmó un contrato por el cual habría de pagar la deuda dentro de un determinado tiempo. No se preocupó mucho acerca del hecho, ya que la fecha del pago parecía estar muy lejana; tenía lo que deseaba en ese momento, y eso era lo único que le importaba.
Su acreedor quedó relegado en el olvido; de vez en cuando realizó algunos pagos simbólicos [pequeños], pensando que en realidad el día del ajuste final, el día en que tendría que devolver todo el dinero, nunca llegaría.
Pero, como siempre, ese día llegó al cumplirse la fecha establecida en el contrato. La deuda no había sido pagada totalmente, y su acreedor apareció y exigió el pago total.
Solamente entonces comprendió que su acreedor no sólo tenía el poder de quitarle todo lo que poseía, sino también de enviarlo a la cárcel.
“No puedo pagarle porque no tengo el dinero para hacerlo”, confesó.
“Entonces”, dijo el acreedor, “tomaremos sus posesiones y usted irá a la cárcel. Usted estuvo de acuerdo con eso; fue su elección. Usted firmó el contrato y ahora se debe poner en vigor”.
“¿No podría extenderme el plazo o perdonarme la deuda?”, suplicó el deudor. “¿Arreglar alguna forma para que pueda mantener mis propiedades y no ir a la cárcel? Seguramente usted cree en la misericordia. ¿No la tendrá conmigo?”
El acreedor contestó: “La misericordia siempre favorece sólo a uno, y en este caso solamente le servirá a usted. Si soy misericordioso, quedaré sin mi dinero. Lo que demando es justicia. ¿Cree usted en la justicia?”
“Creía en la justicia cuando firmé el contrato”, dijo el deudor. “Entonces estaba de mi lado, porque pensé que me protegería. Entonces no necesitaba misericordia, ni pensé que jamás la necesitaría”.
“Es la justicia que exige que usted pague el contrato o sufra la pena”, respondió el acreedor. “Ésa es la ley. Usted estuvo de acuerdo y así es como debe ser. La misericordia no puede robar a la justicia”.
Allí estaban: uno demandaba justicia y el otro rogaba misericordia. Ninguno quedaría satisfecho, excepto a costa del otro.
“Si usted no perdona la deuda no habrá misericordia”, contestó el deudor.
“Pero si lo hago, no habrá justicia”, fue la respuesta.
Parecía que ambas leyes no se podían cumplir al mismo tiempo. Son dos ideales eternos que parecen contradecirse mutuamente. ¿No hay forma en que se pueda cumplir la justicia al mismo tiempo que la misericordia?
¡Hay una forma! La ley de la justicia puede ser satisfecha al mismo tiempo que se cumple la de la misericordia; pero se necesita alguien que interceda. Y eso fue lo que sucedió.
El deudor tenía un amigo que fue a ayudarlo. Él conocía muy bien al deudor; sabía que había sido imprudente ponerse en ese apuro. Sin embargo, quería ayudarlo porque lo amaba. Intercedió con el acreedor y le hizo una oferta: “Yo le pagaré la deuda si usted libera al deudor de su compromiso para que pueda mantener sus posesiones y no tenga que ir a la cárcel”.
Mientras el acreedor meditaba la oferta, el mediador agregó: “Usted demandó justicia y, aun cuando él no puede pagarle, lo haré yo. Usted habrá recibido justicia y no puede exigir más, pues no sería justo”.
El acreedor aceptó la propuesta.
El mediador le dijo entonces al deudor: “Si yo pago tu deuda, ¿me aceptarás como tu acreedor?”.
“Claro que sí”, exclamó el deudor. “Tú me salvas de la prisión y eres misericordioso conmigo”.
“Entonces”, dijo el benefactor [o sea, el que ayuda], “tú me pagarás la deuda a mí y yo estableceré las condiciones. No será fácil, pero será posible. Yo proporcionaré la manera y no será necesario que vayas a la cárcel”.
Así fue que el acreedor recibió su dinero. Se le trató justamente sin necesidad de romper el contrato. Al deudor, a su vez, se le había dado misericordia. Ambas leyes habían sido cumplidas. Debido a que hubo un mediador, la justicia se había cumplido y la misericordia quedó totalmente satisfecha.
Cada uno de nosotros vive algo así como a crédito o con una deuda espiritual. Algún día se cerrará la cuenta y se nos exigirá el pago del saldo. Cualquiera que sea el modo en que lo veamos ahora, cuando ese día llegue y se haga inminente [esté cerca] el cierre de la cuenta, miraremos ansiosamente a nuestro alrededor buscando a alguien que nos ayude.
Por ley eterna, no se puede extender la misericordia a menos que exista alguien que esté dispuesto y que pueda hacerse cargo de nuestra deuda, pagar el precio y gestionar los términos de nuestra redención.
A menos que haya un mediador, a menos que tengamos un amigo, el peso total de la justicia deberá recaer sobre nosotros. El pago total de cada transgresión, por pequeña o grande que sea, se nos exigirá hasta el más alto grado.
Pero sepan esto: La verdad, la gloriosa verdad, proclama que existe un Mediador. “Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre” (1 Timoteo 2:5). Mediante Él se extiende la misericordia a cada uno de nosotros sin ofender la eterna ley de la justicia.”
Entonces, para resumir, la razón por la cual el Padre no puede expiar nuestros pecados es porque Él es la Ley y representa la Justicia. Él es un Dios misericordioso, sin embargo, también es justo y debe permanecer solo, de lo contrario no podría ser un Dios.
Es por eso que presentó el Plan y dos se presentaron y se ofrecieron como mediadores (expiación). Sabemos que el plan de Lucifer tenía errores y malo. El plan de Jehová fue aceptado porque estaba alineado con el plan de nuestro Padre Celestial.
Me encanta la forma en que el Elder Packer explicó el plan y lo importante que era tener tanto un acreedor como un deudor.
Siempre debemos recordar los roles importantes que desempeñan los tres miembros de la Trinidad en el Plan de Salvación para nuestro progreso personal.
Jesucristo es nuestro Señor y Salvador. Él es la razón de nuestra existencia y es nuestra única salvación. Tomemos un momento y reflexionemos sobre Su vida y enseñanzas y seamos un poco más como Él cada día del año.
El Abuelo.
Este artículo fue escrito y fue publicado originalmente por askgramps.org bajo el título “Why didn’t Heavenly Father atone for our sins instead of Jesus Christ?”