¿Qué hacer cuando no me siento digno de orar a causa de mi adicción?

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Pregunta

Tengo 18 años y he lidiado con un vicio por mucho tiempo. Además, he pensado demasiado en si servir en una misión o no. Siento que necesito tener una confirmación de la veracidad del Libro de Mormón y de la Iglesia.

Por ese vicio no me siento digno de orar y mucho menos de leer el Libro de Mormón para recibir una confirmación. Asimismo, desde que estuve en la escuela secundaria, tengo dudas sobre la Iglesia. ¿Puedes ayudarme con mi problema?

Respuesta

No importa cuánto te conozca el enemigo, Dios y Jesucristo te conocen mucho mejor. Te aman y desean que vuelvas a Su presencia después de esta experiencia terrenal. Desean bendecir tu experiencia terrenal con todas las cosas que necesitas para volver a Su presencia. Además, son más poderosos que Satanás, así que confía en ellos.

El Espíritu nos enseña a orar

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Lo primero que debemos aclarar es tu preocupación de no ser lo suficientemente digno de orar. Esa idea viene directamente de Satanás y sus seguidores:

Y ahora bien, amados hermanos míos, percibo que aún estáis meditando en vuestros corazones; y me duele tener que hablaros concerniente a esto. Porque si escuchaseis al Espíritu que enseña al hombre a orar, sabríais que os es menester orar; porque el espíritu malo no enseña al hombre a orar, sino le enseña que no debe orar.

Mas he aquí, os digo que debéis orar siempre, y no desmayar; que nada debéis hacer ante el Señor, sin que primero oréis al Padre en el nombre de Cristo, para que él os consagre vuestra acción, a fin de que vuestra obra sea para el beneficio de vuestras almas. (2 Nefi 32: 8 – 9).

A diferencia del espíritu malo, el Espíritu Santo – y todos los que son seguidores de Cristo – te enseñarán a orar. Si el pecado – todo pecado – hiciera que uno se volviera indigno de orar, ¡ninguno de nosotros sería digno de orar!

No sentirte digno es una de las mejores razones para orar: La oración forma parte importante del arrepentimiento. Puedes sentir que estás muy lejos de Dios, pero Isaías te dice la verdad al respecto:

Venid ahora, dice Jehová, y razonemos juntos: aunque vuestros pecados sean como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; aunque sean rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana. (Isaías 1: 18)

Por muy malos que sean tus pecados, Cristo puede curarte. No hay nada que puedas decirle a Dios que Él ya no sepa, así que ve a hablar con Dios.

El hecho de conversar con Él y dar oído a Su guía e inspiración te dará fuerzas para mejorar. El primer paso puede ser el más difícil, pero tiene un gran poder.

Ganar confianza espiritual

Además de la oración, mencionas dos cosas en las que deberías trabajar. La primera de ellas es la duda o incertidumbre. La vida está llena de eso.

Se necesita mucho esfuerzo para vencer las dudas. Aquí, nuevamente, las Escrituras nos orientan:

Mas he aquí, si despertáis y aviváis vuestras facultades hasta experimentar con mis palabras, y ejercitáis un poco de fe, sí, aunque no sea más que un deseo de creer, dejad que este deseo obre en vosotros, sí, hasta creer de tal modo que deis cabida a una porción de mis palabras. (Alma 32: 27)

Por tus comentarios, siento que tienes ese deseo, pero es posible que necesites ayuda para reconocerlo.

Te recomiendo que estudies todo el capítulo 32 de Alma. Asimismo, puedes encontrar los siguientes capítulos muy útiles. Las enseñanzas de Alma en este capítulo te ayudarán a comprobar la verdad. El mismo Señor proporcionó un segundo testimonio de este método:

El que quiera hacer la voluntad de Él conocerá si la doctrina es de Dios o si yo hablo por mí mismo. (Juan 7: 17).

Decide ahora, no más tarde, sino ahora mismo, que le “darás un lugar” a las enseñanzas del Libro de Mormón, que pondrás a prueba el desafío del Salvador de “hacer Su voluntad” y verás cuál es el resultado.

Pero, asegúrate de hacerlo sinceramente, no para demostrar que las cosas están mal, sino para confiar sinceramente en que, si es correcto, actuar producirá buenos resultados. (Véase Moroni 7: 6, 9 y Santiago 1: 6)

Puedes pensar que no eres lo suficientemente digno para sentir el Espíritu o recibir inspiración de Dios. Una vez más, si fuera de esa manera, ninguno de nosotros sería digno, ¡porque todos somos pecadores!

El simple hecho de que estés buscando ayuda me dice que deseas mejorar y eso es todo lo que el Salvador necesita para actuar: ¡un deseo sincero!

Recibir un testimonio del Libro de Mormón

libro de mormón

Para que puedas obtener un testimonio del Libro de Mormón, estudia Moroni 10. Mientras lo haces, toma nota de las cosas que necesitas hacer para seguir el consejo de Moroni:

  • ¿Qué cosas necesitas recordar? Escríbelas.
  • ¿Qué significa “recibir estas cosas”? Esto no solo significa tener un ejemplar del Libro de Mormón. Tal vez, sea mejor que leas las definiciones del verbo “recibir” en un diccionario y consideres cuáles se aplican aquí.
  • ¿Cómo se desarrolla un corazón sincero y una verdadera intención?
  • ¿Cómo aumentas tu fe en Cristo?

A medida que estudies – no solo leer, sino leer, considerar y tomar notas – el Espíritu Santo te enseñará y alentará. Cuando creas que es el momento correcto, arrodíllate en un lugar donde no te interrumpan y comienza a orar con gratitud.

Expresa la tristeza que sientes por tus pecados y debilidades. Testifica de las verdades que ya conoces. Puede parecer extraño testificar a Dios, pero créeme, hay poder en eso. Luego, pídele que te confirme o testifica sobre las verdades que estudiaste.

Con respecto a servir o no en una misión, deja de lado las dudas y toma una decisión. Incluso, si no puedes decidir si servir en una misión, al menos decide ahora que te prepararás.

Estudiar te ayudará mucho. Puedes estudiar Predicad Mi Evangelio: Una guía para el servicio misional. Aprender a enseñar el Evangelio a los demás, te ayudará a saber más del Evangelio. Todas estas cosas te llevarán al punto de conocer la verdad por ti mismo y estar preparado para compartirla con los demás.

Superar el pecado y la dependencia

Lo último que debemos resolver es la adicción. Por definición, la adicción no es algo que se pueda superar por uno mismo. Si aún no lo has hecho, por favor visita a tu obispo de inmediato. No esperes. No te avergüences ni tengas temor. Será un gran alivio confesar e invocar las llaves que tu obispo tiene para traer el poder expiatorio de Cristo a tu vida.

Si llevas mucho tiempo luchando contra esta adicción, una entrevista no será suficiente. Pero, tu obispo puede ayudarte a encontrar los recursos que necesitas. Él puede proporcionarte guía espiritual y puede ayudarte mientras estudias y te preparas para tu futuro.

No puedo enfatizar lo importante que es no esperar: “Cuanto más esperes, más difícil será”. (Véase “El arrepentimiento es siempre positivo” de Stephen W. Owen, Conferencia General de octubre de 2017).

Continuar con fe

Esto puede parecer mucho trabajo. Pero, ¿recuerdas lo que dije antes sobre el poder del primer paso? Te aseguro que será mucho más fácil cuando comiences. Recuerda, no todo se tiene que hacer en un instante.

Estás buscando crear nuevos hábitos y es mejor que lo hagas gradual y constantemente. Haz las cosas que sabes que son correctas. Sigue los consejos de tu obispo. Diariamente, dedica tiempo a las Escrituras y la oración. Pronto volverás a tener el control de ti mismo.

Confiarás en tu capacidad de superar las dudas y las dificultades que tienes ahora. Si fallas un día, o te descuidas, no te martirices ¡comienza de nuevo! Todos cometemos errores a veces, no estarás solo en esto. El paso clave es comenzar de nuevo. Sobre todo, confía en el Señor:

Pero al que crea estas cosas que he hablado, yo lo visitaré con las manifestaciones de mi Espíritu, y sabrá y dará testimonio. Porque por mi Espíritu sabrá que estas cosas son verdaderas; porque persuade a los hombres a hacer lo bueno.

Y cualquier cosa que persuada a los hombres a hacer lo bueno viene de mí; porque el bien de nadie procede, sino de mí. Yo soy el mismo que conduce a los hombres a todo lo bueno; el que no crea mis palabras, tampoco me creerá a mí: que yo soy; y aquel que no me crea, no creerá al Padre que me envió. Pues he aquí, yo soy el Padre, yo soy la luz, y la vida, y la verdad del mundo. (Éter 4: 11 – 12)

Voy a orar por ti.

Fuente: Askgramps

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