Por Terrie Lynn Bittner
Respuesta personal de Terrie
Cuando era una adolescente, tuve una serie de experiencias que me dejaron convencida de que hubo una vida antes de esta vida. Ya que aún no pertenecía a la iglesia, empecé a buscar una explicación para estas experiencias, las cuales a menudo implicaban conocer gente que nunca había visto antes y aun así las “recordaba”, o escuchar una idea totalmente nueva y aun así saber que la había oído antes de alguna manera. Nuevas y marcadas ideas llegaban a mi mente y aun así se me hacían completamente familiares.
A medida que investigaba, parecía como si la reencarnación era la única explicación que cualquiera podría dar para esto, pero en mi corazón, sabía que no era la respuesta correcta. Algo no encajaba. Pero si esa no era la respuesta, ¿cuál era?
Cuando tenía dieciséis años, empecé a investigar La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Sus miembros a menudo son apodados mormones (aunque es incorrecto llamar a la Iglesia misma la Iglesia Mormona). De ellos, aprendí que había sin duda una explicación para esta sensación de que había vivido antes.
Las creencias mormonas se centran en el plan de salvación. Este plan tuvo en su seno la expiación de Jesucristo. Aunque la reencarnación no tenía cabida para Jesús en su descripción, y no había ninguna correlación con las enseñanzas de la Biblia, este plan enseñado por los mormones era bíblico en su naturaleza e incluía a Jesucristo. Lo sentía bien para mí.
La razón por la que a veces escuchaba una verdad y la reconocía como algo familiar para mí, aunque era nueva, era de que sin duda había vivido antes, no como otra persona, sino como yo misma. Esta vida antes de la vida ocurrió con Dios, en lo que los mormones llaman la existencia premortal.
Los mormones creen que Dios creó nuestros espíritus y nos permitió vivir con Él por un tiempo antes de venir a la tierra. No sabemos por cuánto tiempo vivimos allí o incluso mucho sobre ese tiempo, pero sabemos que fue un tiempo para aprender acerca de Dios y Sus verdades, para dar forma a nuestras personalidades y valores, y tomar algunas decisiones acerca de nuestras vidas futuras.
La Biblia revela que tuvimos vida antes de la vida:
Antes que te formase en el vientre, te conocí; y antes que nacieses, te santifiqué; te di por profeta a las naciones (Jeremías 1:5).
Este versículo nos dice que Dios conocía a Jeremías tan bien que Él sabía que sería digno de ser un profeta. Él sabía esto porque cuando vivimos con Dios, pasamos tiempo con Él. Llegó a conocernos y nosotros a Él. Jeremías parece haber sido tan excepcionalmente valiente en su vida premortal que Dios sabía que incluso cuando Jeremías perdiera la memoria de este tiempo especial, seguiría siendo el hombre que había sido antes de nacer.
“y el polvo vuelva a la tierra, como era, y el espíritu vuelva a Dios, quien lo dio” (Eclesiastés 12:7).
La Biblia nos dice que una vez vivimos con Dios y promete que algún día podremos regresar a Él. También podemos ver de este versículo en Eclesiastés que vivimos allí como espíritus. Esto quiere decir que no teníamos un cuerpo, aunque en otro modo éramos nosotros mismos.
Se nos permitió tener albedrío allí, el cual significa el derecho a tomar decisiones por nuestra cuenta y nuestro futuro. Cuando Dios nos reunió a todos para decirnos que Él estaba creando la tierra para que nosotros viviéramos en ella, estuvimos tan emocionados que gritamos de gozo.
4 ¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra? Házmelo saber, si tienes entendimiento.
5 ¿Quién dispuso sus medidas, si lo sabes? ¿O quién extendió sobre ella cordel?
6 ¿Sobre qué están fundadas sus bases? ¿O quién puso su piedra angular,
7 cuando alababan todas las estrellas del alba, y se regocijaban todos los hijos de Dios? (Job 38)
Dios le preguntó esto a Job, quien no demoró en dar respuesta, porque Job sabía dónde había estado antes de haber nacido. Él era uno de los hijos de Dios que se regocijaron de gozo, tal como todos nosotros.
La mayoría de nosotros entendió el plan de Dios para la mortalidad. Él planificó que recibiéramos un cuerpo y una familia, tuviéramos experiencias y pruebas que nos ayudarían a alcanzar todo nuestro potencial, y encontrar y elegir a Dios.
Habría riesgos, por supuesto, como siempre los hay cuando tratamos de expandirnos y crecer. Si sólo hubiera justicia para ser servida, tendríamos que vivir una vida libre de pecado con el fin de retornar a Dios. Sin embargo, Dios comprendía que esto no sería posible para los mortales. Él moderó la justicia con misericordia prometiéndonos un Salvador que vendría a la tierra voluntariamente, expiaría nuestros pecados, y moriría por nosotros, levantándose entre los muertos para romper las ataduras de la muerte. Jesucristo se ofreció para ser este Salvador. Aunque la gracia nos permitiría a todos levantarnos de entre los muertos y ser capaces de arrepentirnos, necesitaríamos activar voluntariamente la plena medida de la expiación. Esto involucraría aceptar a Jesucristo como nuestro Salvador y aceptar guardar los mandamientos de Dios: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos (Mateo 7:21)”.
Hubo algunos a quienes no les agradaron los riesgos implicados. Lucifer intentó convencer a todos de rechazar el plan de Dios y en lugar de ello elegirlo como su salvador. Él quería, sin embargo, hacerlo todo de una manera que no requiriese sufrimiento o sacrificio de su parte. Su idea era forzar a todos a ser obedientes y a aceptarlo como su salvador, de esta manera eliminando el riesgo al fracaso. Por supuesto, también eliminaba por completo el propósito de venir a la tierra. No podría haber una prueba de fe, ni crecimiento personal bajo un sistema así.
Un tercio de los espíritus fueron por lo que consideraron la ruta segura y decidieron seguir a Lucifer. Aunque seguir el plan de Dios era opcional, el plan en sí no lo era. Si alguien quería venir a la tierra, tenía que ser bajo las condiciones de Dios. Por esta razón, Lucifer fue arrojado del cielo (ver Isaías 14:12) y sus seguidores tuvieron que irse con él. Perdieron la oportunidad de venir a la tierra y se les negó las bendiciones de la expiación que rechazaron. Denegada la felicidad eterna, sólo tienen una meta: hacernos a todos miserables como ellos lo son. Es por esto que Satanás, como Lucifer es conocido ahora, trabaja tan duro para hacernos fracasar en nuestra misión.
El resto de nosotros empezamos a tomar nuestros turnos para venir a la tierra. Nuestra memoria sobre nuestra primera vida ha sido borrada, pero de vez en cuando Dios nos permite, por medio del Espíritu Santo, una idea de esa vida, para ayudarnos a saber quienes fuimos alguna vez y lo que prometimos a Dios que haríamos.
He escrito acerca de nuestra vida antes de la vida aquí anteriormente. Es una de mis partes favoritas del evangelio porque realmente me ayuda a enfatizar cuánto Dios nos ama. Antes de enviarnos a esta vida complicada, Él pasó un tiempo con nosotros personalmente, ayudándonos a prepararnos. Esto me reafirma que Dios realmente me conoce; no sólo como alguien a quién ve a distancia, sino como alguien a quien habló frente a frente. Él sabe cómo era y en quién soy capaz de convertirme. Esto me dice que Su amor es personal.
Esta vida antes de la vida también me dice cuánto Jesucristo me ama. Él también me conoció personalmente en esa vida pasada, y cuando Él expió por mis pecados, lo estaba haciendo por alguien a quien conocía y amaba personalmente. Esto sostiene la promesa de que cuando dejemos esta tierra, no estaremos yendo a otra vida en la tierra, sino a una vida celestial. Esta vida en la que estamos ahora es la única que tenemos para prepararnos para la eternidad.
La reencarnación no es verdadera y no engrana con el eterno plan de Dios. No puede ofrecer nada tan poderoso como la vida en una existencia premortal en la misma presencia de Dios. Esta vida premortal es nuestra promesa de que somos verdaderamente los hijos literales de Dios y que Él nos conoce y nos ama.
