A menudo el orgullo puede ser reconocido como el pecado universal. Desde una perspectiva SUD, esto parece ser bastante preciso; el orgullo provocó que Satanás se revelara contra los cielos, hizo que civilizaciones antiguas cayeran, es también el factor que ha causado a través de la historia que personas malvadas lleguen al poder, y cualquiera que haya estudiado el Libro de Mormón seguramente ha escuchado acerca del “Ciclo del Orgullo”. Sin embargo, en esta ocasión, me gustaría ir más allá de la idea general del orgullo para enfocarme en la perspectiva de éste como una característica individual, en otras palabras, el orgullo personal.
Al parecer, es bastante fácil reconocer ciertos patrones de orgullo. Creo que una de las razones porque el orgullo es tan difícil de manejar, es porque a menudo aparece en maneras muy sutiles pero también dañinas. En el conocido discurso del Élder Ezra Taft Benson “Cuidaos del Orgullo” de 1989 él se refiere a éste como las diferentes “caras” del orgullo, de las cuales se incluyen las tendencias a guardar rencor o resentimiento, retener el perdón, o actuar contenciosamente hacia miembros de la familia.
Identificar la humildad y el orgullo.
El presidente Benson concluye su discurso detallando cómo la humildad es el claro antídoto contra el orgullo. Esto no es algo para sorprenderse; lo opuesto a la filosofía centrada en el “yo” es en la cual nos damos cuenta de que hay un mundo aparte de nosotros, que no sabemos todo, y que no somos, de hecho, mejores que alguien más. El orgullo es malo y la humildad es buena. Suena bastante simple, ¿verdad? o tal vez no. Así como el orgullo tiene varias facetas y puede venir disfrazado, la humildad no es siempre lo que parece, y tratar de identificar las dos puede ser un asunto complejo. Es un tema que aparece frecuentemente en sesiones de terapia. Aquí podemos encontrar algunas maneras en que el orgullo se manifiesta falsamente usando la máscara de la humildad.
- Auto-desaprobación:
He trabajado con muchas personas que tienen la errónea creencia de que tener sentimientos de baja autoestima es sinónimo de “humildad”. Cuando nos damos ánimo o cuando nos desanimamos, tal vez pensemos que estamos siendo humildes, pero lo correcto es todo lo contrario. Señalando excesivamente nuestros defectos y debilidades y desechando los elogios sinceros, en esencia estas negando la divinidad que existe en ti. El presidente Benson dice que la característica central del orgullo es la “enemistad”. El desechar los dones divinos que te han sido otorgados, puede ser una expresión de “enemistad” hacia Dios.
Me encanta la cita de C.S. Lewis en su libro Mero Cristianismo “…Es la comparación lo que nos vuelve orgullosos: el placer de estar por encima de los demás. Una vez que el elemento de competición ha desaparecido, el orgullo desaparece.” Evitar el orgullo quiere decir no ponerse por encima de otros, pero también significa no ponernos debajo de otros.
El orgullo es en comparación, a un ranking. La comparación crea enemistad con otros y hacia nosotros mismos, dependiendo quien está más alto en la lista de comparación. Dieter F. Uchtdorf repite las palabras de Lewis al decir: “No descubrimos la humildad al pensar menos de nosotros mismos; descubrimos humildad pensando menos en nosotros mismos” Respétate como hijo de Dios, y no mezcles auto-degradación con humildad.
- Obsesionarse en cómo otros nos ven:
Con esto no quiero referirme a ser superficial o narcisista, me refiero a estar obsesionado en cómo otros nos perciben, en cómo nos vemos, espiritual y emocionalmente para el resto del mundo. He trabajado con muchas personas que me dicen que dudan en decir o hacer algo porque no parecer arrogantes. En otras palabras, quieren parecen humildes. He conocido a otros que están preocupados sobre cómo los miembros de su barrio los ven porque no quieren arruinar sus oportunidades en la iglesia de competir por una posición de liderazgo.
Mientras que es bueno estar consciente de sí mismo y atento a las impresiones que damos, puede llegar a ser problemático cuando queremos parecer humildes más de lo que queremos ser humildes. Irónicamente, el solo pensamiento de querer parecer humilde para otros es orgullo. Recuerda que la escrituras enseñan que “…el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón”. (1 Samuel 16:7)
- Excesiva preocupación sobre las decisiones y rectitud de otros.
En el evangelio de Jesucristo, se nos aconseja ayudar a nuestros hermanos y hermanas. La estructura de la familia. Los maestros orientadores y maestras visitantes y prácticamente cada aspecto de la organización de la Iglesia testifica de este hecho; estamos aquí para animar y motivar a otros, temporal y espiritualmente. Sin embargo, creo que muy a menudo nos preocupamos excesivamente por el testimonio, las creencias y las elecciones morales de aquéllos que no están bajo nuestra mayordomía como manera de enfatizar nuestra propia rectitud. Un pensamiento o comentario tales como “Estoy tan preocupado por ella; realmente tocará fondo” en realidad quiere decir “Estoy tan feliz de no ir en la misma dirección que ella”.
Ciertamente hay quienes están bajo nuestra mayordomía (especialmente nuestros hijos) y es nuestra responsabilidad ayudar en su bienestar espiritual. El Señor dijo a José Smith que nos ha “mandado criar a vuestros hijos en la luz y la verdad”.
Varios años atrás, mi hijo estuvo tomando decisiones que no estaban alineadas con mi sistema de valores y creencias espirituales. Sentí decepción, miedo y dolor. Luego de meditar mucho sobre el tema y asistir al templo, comprendí que gran parte de mi dolor estaba arraigado en lo que yo creencia de que yo sabía que camino era el correcto para mi hijo ya adulto. Me di cuenta que no sabia como Nuestro Padre Celestial puede usar el camino y elecciones de otros en su gran Plan. La respuesta a mis oraciones fue que debía creer y ejercer fe, honrar el albedrío y enfocarme en vivir mi vida con mayor integridad, y continuar construyendo una relación de respeto y amor con mi hijo.
Así como es normal preocuparse por el bienestar de aquellos que están a nuestro cuidado (D. y C. 93:44), también es importante buscar el balance entre nuestra verdadera preocupación por el testimonio y la dignidad de alguien con un reconocimiento y respeto por su albedrío. Si no estas seguro dónde está la línea entre una apropiada preocupación y una preocupación obsesiva (orgullo), ora para que el Espíritu te ayude a discernir cómo manejar esa situación específica.
- Complacer a la gente:
¿Querer que otros estén felices y que tengan lo que desean es un tipo de orgullo? La verdad es que el acto de complacer a la gente, en esencia, no se trata realmente de poner contentos a otros, se trata de hacerte sentir cómodo a ti mismo, válido, e impulsar tus sentimientos de autoestima. Cuando dejamos que nuestros límites personales y emocionales sean pisoteados en un intento desesperado por buscar aprobación y pertenencia, estamos diciendo, que el amor de nuestros Padres Celestiales y nuestra propia autoestima no es suficiente para satisfacernos.
El orgullo se trata de ser adorado por el mundo y el complacer a la gente es otra ruta hacia el mismo objetivo. Aunque parte de nuestra experiencia terrenal es encontrar gozo en las relaciones, negar nuestras propias necesidades en un supuesto intento por “servir” a otros no es humildad, y ciertamente tampoco es saludable.
Consideremos a unos padres que raramente imponen consecuencias a un hijo que no cumple las reglas familiares, o le compran cualquier cosa que quiera, incluso si no está razonablemente en el presupuesto familiar, o que intentan rescatarlo de sus malas calificaciones en la escuela culpando a un profesor “incompetente”. Estos ejemplos son para mantener a un niño feliz, con el fin de que los padres puedan permanecer cómodos y sentirse bien con ellos mismos, y no son para beneficiar al niño o niña ni tampoco se está haciendo lo que lo/la ayudará a crecer.
Moviéndose del orgullo a la valiente humildad.
Resulta que el orgullo y la humildad puede que no sean tan simples como nos gustaría creer. En LDS.org en la sección de temas del evangelio, aparece una hermosa definición de humildad:
“Ser humilde es reconocer con agradecimiento nuestra dependencia del Señor y comprender que tenemos la necesidad constante de recibir Su apoyo. La humildad es el reconocimiento de que nuestras aptitudes y talentos son dones de Dios; no es señal de debilidad, de timidez ni de temor, sino una indicación de que sabemos de dónde proviene nuestra verdadera fortaleza. Puedes ser humilde y, a la vez, ser audaz y valiente”.
Cuando reconocemos nuestra completa dependencia al Señor, “podemos ser humildes y a la vez audaces. Podemos ser humildes y valientes”. La humildad no es igual al autodesprecio, tampoco es igual a la apariencia, ni tampoco a la salvación de otros o mantener a otros felices. La humildad audaz y valiente puede tomar la forma de aceptación de elogios genuinos y el reconocimiento de la bondad de Dios que hay en ti. Puede ser dejar de preocuparse de cómo otros te ven y empezar a enfocarse en cómo Dios te ve. Puede ser devolver la responsabilidad de la salvación de otros u otras a quienes corresponda y ejercer un aumento de fe y confianza en Dios. Puede ser dejar que alguien tenga sentimientos negativos hacia ti sin perder tu autoestima. Lo que sea que fuese, reconócelo y encuentra maneras de moverte hacia la verdadera humildad, de vuelta a Cristo.
Artículo escrito por Julie de Azebedo Hanks para LDS.living.com. Traducido al español por Oscar Cerda para mormonsud.org.